2. EL ESTABLECIMIENTO DE Alfonso XII COMO REY, Y EL
FUNCIONAMIENTO DEL SISTEMA CANOVISTA; LA RESTAURACIÓN
EN Castilla-LA MANCHA.
Tras el golpe del general Pavía (3 de Enero de 1874), el general Serrano encabezó el
gobierno y dedicó todos sus esfuerzos a poner término a la guerra carlista. Los oficiales
alfonsinos de grado alto y medio adquirieron mayor protagonismo, al tiempo que la
burguésía catalana y los círculos ligados al negocio ultramarino constituyeron un grupo
de presión que preconizaba la restauración de la dinastía borbónica como sinónimo de
estabilidad.
El 1 de Diciembre el príncipe Alfonso, con motivo de su decimoséptimo cumpleaños,
dirigíó desde la academia militar de Sandhurst (Inglaterra) un Manifiesto a la nacíón,
redactado por Cánovas, en el que afirmaba que la única solución para los problemas de
España, "desde las clases obreras hasta las más elevadas", residía en el restablecimiento
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de la monarquía tradicional. Aunque Cánovas del Castillo, líder indiscutible de esta
opción no era partidario de nuevos pronunciamientos, a finales de 1874 el general
Martínez Campos proclamó en Sagunto ante una brigada de soldados a Alfonso XII
como rey de España, y obtuvo inmediatamente la adhesión de la mayor parte del
ejército. Cánovas apelaba a la burguésía que había apoyado a Isabel II a que de nuevo
sostuviera el trono de Alfonso XII. Así comenzó el periodo llamado de la Restauración,
que pretendía restablecer el régimen liberal moderado anterior a 1868.
Para lograr esto, a lo largo de 1874 Cánovas se dedicó a intentar alcanzar una
conciliación general entre todos los monárquicos -desde los moderados y unionistas
hasta los progresistas del sexenio- alrededor del futuro rey Alfonso XII. Al fin, el rey
entró en Madrid el 14 de Enero de 1875 como un "procurador de la convivencia entre
todos".
Primeras medidas del nuevo régimen y búsqueda de apoyos.
Había que convocar Cortes, que elaboraran la Constitución de la Restauración, por
sufragio universal, según las últimas disposiciones vigentes de 1872. Fueron
convocadas por un gobierno conservador, se caracterizaron por una gran abstención y
por el triunfo gubernamental. Durante 1875 las primeras medidas del nuevo régimen
consistieron en:
Sustitución de los Gobernadores Civiles, Presidentes de las Diputaciones y
Alcaldes por hombres afines a la Corona.
Cierre de periódicos.
Mantener el orden público.
Eliminación del Matrimonio Civil.
Se restablecíó el Concordato con Roma.
Y, para evitar futuros pronunciamientos militares, que podían romper la convivencia
que defendía Cánovas, el rey no sería en adelante solamente la clave del mecanismo
político–
Constitucional, sino también un efectivo jefe supremo del Ejército, en
Constitucional, sino también un efectivo jefe supremo del Ejército, en
contraste con los tiempos de su madre Isabel II, con lo que quedaba asegurada la
sumisión de los altos mandos militares. Cánovas tenía en su mente la idea de crear dos
partidos siguiendo el sistema parlamentario inglés respetuosos de la Constitución
para acoger la disparidad de criterios y poder turnarse en el Gobierno. Serían unos
grandes partidos, pero nada tendrían que ver con los partidos de masas, puesto que la
ley electoral de 1878 restablecíó el sufragio censitario que dejaba la participación
ciudadana reducida solo a propietarios y personas con títulos académicos (no más de un
5 por 100 de la población).
El centralismo administrativo.
El centralismo, con eje en Madrid, se hizo patente en la reorganización territorial a
través de la Ley de Diputaciones Provinciales y Ayuntamientos (1876). Se restringíó la
participación ciudadana en las elecciones de los cargos, dejándose estas a los
propietarios; se determinó que en las poblaciones de más de 30.000 habitantes (casi
todas las capitales de provincias y algunas otras ciudades) los alcaldes serían nombrados
por el rey, lo que equivalía a ser designados por el Gobierno, y que los presupuestos
provinciales y municipales deberían ser aprobados por este.
En línea con ese centralismo encontramos la abolición de los Fueros de las Provincias
Vascas por una ley de Julio de 1876, aprovechando el final de la tercera guerra carlista.
La Constitución de 1876 y el turno de partidos: la nueva Constitución fue
promulgada en Junio de 1876, tras escasos debates. Sus principales carácterísticas eran:
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Soberanía compartida (Cortes con el Rey) en la línea del liberalismo
doctrinario.
Amplias atribuciones del monarca (convocar, suspender o disolver las Cortes).
El rey mantiene el poder ejecutivo, la dirección del Ejército y ejerce un papel
moderador.
Sistema bicameral: Senado mixto, con miembros de derecho propio y
nombrados por la Corona y otros elegidos por las corporaciones y Congreso, con
miembros elegidos por los ciudadanos. La Constitución no determinará el tipo
de sufragio, remitíéndose en un primer momento a la Ley Electoral (1876) que
establecerá el sufragio censitario y a partir de 1890 una nueva que permite el
sufragio universal masculino.
Declaración amplia de derechos individuales, regulados por la legislación
ordinaria. En la práctica los derechos quedaban limitados por leyes restrictivas.
La Ley de imprenta de 1879 consideraba delito todo ataque al sistema político y
social de la Restauración.
En el ámbito religioso, se optó por la tolerancia del Estado confesional con
otros cultos no católicos, aunque reconocía los privilegios tradicionales de la
Iglesia católica; era una fórmula intermedia entre la libertad de cultos (1869) y
la confesionalidad del Estado (1845).
El Estado se organizaba de forma centralista. Se controlaban los
ayuntamientos – en las poblaciones de más de 30.000 habitantes, los alcaldes
eran nombrados por el Rey -. Se establecía la unidad de códigos y la igualdad
jurídica de los españoles, quedando abolidos los fueros de las Provincias
Vascas, estableciendo la igualdad fiscal y de servicio militar para todos.
Fue promulgada el 30 de Junio de 1876 e iba a permanecer en vigor hasta
1931.
Aunque es de carácter moderado, es lo suficientemente elástica como para ser
aceptada por los progresistas. Las Cortes no van a ser las que decidan y juzguen,
eso está en manos del Gobierno. La alternancia en el poder la convierte en un
sistema vacío, carente del contenido que las demás habían tenido.
El sistema político oficial: bipartidismo y turnismo.
El sistema político de la Restauración se basaba en la existencia de dos grandes
partidos, el conservador y el liberal, que coincidían ideológicamente en lo
fundamental, pero asumían de manera consensuada dos papeles complementarios.
Ambos partidos, el conservador y el liberal, defendían:
la Monarquía.
la Constitución.
la propiedad privada.
la consolidación del Estado liberal, unitario y centralista.
Ambos eran partidos de minorías, de notables, que contaban con periódicos,
centros y comités distribuidos por el territorio español. La extracción social de las
fuerzas de ambos partidos era bastante homogénea y se nutría básicamente de las élites
económicas y de la clase media acomodada, aunque era mayor el número de
terratenientes entre los conservadores y el de profesionales entre los liberales.
*El Partido Liberal-Conservador (Partido Conservador) se organizó alrededor de su
líder, Antonio Cánovas del Castillo, y aglutinó a los sectores más conservadores y
tradicionales de la sociedad (a excepción de los carlistas y los integristas más radicales).
*El Partido Liberal- Fusionista (Partido Liberal) tenía como principal dirigente a
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Práxedes Mateo Sagasta y reuníó a antiguos progresistas, unionistas y algunos ex
republicanos moderados.
En cuanto a su actuación política, las diferencias entre los partidos eran mínimas. Los
conservadores se mostraban más proclives al inmovilismo político y a la defensa de la
Iglesia y del orden social, mientras los liberales estaban más inclinados a un
reformismo de carácter más progresista y laico. Pero, en la práctica, la actuación de
ambos partidos en el poder no difería mucho, al existir un acuerdo tácito de no
promulgar nunca una ley que forzase al otro partido a derogarla cuando regresase al
gobierno.
Sufragio censitario
Partido Conservador Exclusividad Religión Católica
Restricciones a la libertad de cátedra
Censura en prensa
Proteccionismo económico
Sufragio universal masculino
Partido Liberal Libertad de Cultos
Libertad de cátedra y prensa
Librecambismo
El sistema político real: caciquismo y fraude electoral.
El sistema político admirado por Cánovas era el inglés, basado en la alternancia de dos
partidos políticos. Intentó trasplantar a España un sistema similar, el llamado sistema
de turno, turno pacífico, por el que los partidos se alternaban pacíficamente en el
poder, pero no debido a los resultados electorales, que carecían de importancia ya que
los votantes eran muy pocos, sino por otros motivos.
Cada partido debía respetar las reglas del juego: aceptar la Monarquía, la
Constitución y la gestión gubernamental del otro, tanto en la oposición como en el
poder.
El origen del turno está en el Pacto de El Pardo (1885), firmado a la muerte de Alfonso
XII, era un sistema de rotación en el poder que logró mantenerse hasta la Primera
Guerra Mundial. El funcionamiento del sistema del turno descansaba en dos
condiciones pactadas:
1.- La implicación de la Corona en el sistema político como árbitro entre los
partidos.
El rey podía decidir cuándo era conveniente sustituir un partido por otro, en razón de
criterios de estabilidad del sistema, de cohesión interna de los grupos o de descontento
de la oposición. La capacidad de mediación real aseguraba a la estabilidad del régimen
liberal, pero impedía la democratización y la expresión de la voluntad popular.
2.- El falseamiento electoral era el único medio capaz de crear mayorías
parlamentarias necesarias en cada momento.
En la práctica el gobierno no dependía de las Cortes, más bien era el gobierno quien
fabricaba las Cortes.
El sistema se basaba en:
Cuando el partido en el poder se desgastaba, el rey llamaba a gobernar al otro
partido. En ese momento el nuevo gobierno dispónía del apoyo de la Corona,
pero carecía del respaldo de las Cortes, que era imprescindible en un régimen
parlamentario como el que diseñaba la Constitución de 1876.
El rey otorgaba al nuevo presidente del Gobierno el decreto de disolución de las
Cortes. Se preparaban nuevas elecciones, que estaban manipuladas para que el
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resultado satisficiera al nuevo gobierno y respetara a la oposición. La
representación parlamentaria se distribuía entre una mayoría del partido en el
poder, la presencia de todos los jefes de las tendencias del otro partido dinástico
y un muy limitado número de diputados del resto de los partidos.
Las elecciones se manipulaban desde el ministerio de Gobernación y a través de los
caciques mediante dos mecanismos:
– El Encasillado, las fuerzas políticas dinásticas negociaban y se repartían los distritos
electorales. El ministro era el que elaboraba la lista de candidatos que debían ser
elegidos (encasillado) y nombraba los diputados cuneros (ajenos a la circunscripción).
Los gobernadores civiles transmitían las listas a los alcaldes y caciques, y todo el
aparato administrativo se ponía a su servicio para garantizar la elección.
– El Pucherazo, era todo el conjunto de trampas que ayudaba a conseguir dichos
resultados, era un verdadero fraude electoral. Los gobiernos y los partidos dinásticos
hicieron uso de las más peregrinas irregularidades: iban desde la falsificación del censo
(personas muertas que votaban, vivos que no podían hacerlo) hasta la manipulación de
las actas electorales, compraban votos, amenazaban al electorado y llegaban a colocar
las urnas en lugares inaccesibles (un tejado, un hospital de epidémicos, etc.).
La corrupción no era un fenómeno nuevo ni exclusivo de la Restauración, lo novedoso
era que los políticos conservadores y liberales pactaran la manera de llevarla a la
práctica.
La estabilidad política de la Restauración se basaba en la alternancia pacífica en el
poder entre dos fuerzas políticas, conservadoras y liberales, considerados como partidos
dinásticos. La alternancia o turno de partidos significaba dos cosas diferentes:
– El fin del exclusivismo, carácterístico de la etapa isabelina: a partir de ahora
ningún partido político monopolizaría en exclusiva el poder.
– La eliminación del recurso al pronunciamiento militar o a la insurrección para
recuperar el poder.
Para que el sistema funcionara se requería el acuerdo entre los políticos para
compartir el poder y la intervención de la Corona para asegurar ese compromiso.
La alternancia en el gobierno fue posible gracias a un sistema electoral corrupto y
manipulador que no dudaba en comprar votos, falsificar actas y utilizar prácticas
coercitivas sobre el electorado, valíéndose de la influencia y del poder económico
de determinados individuos sobre la sociedad (caciquismo). La adulteración del voto
se logró mediante:
el restablecimiento del sufragio censitario.
el trato más favorable a los distritos rurales frente a los urbanos.
sobre todo, por la manipulación y las trampas electorales que se
generalizaron a partir de 1890 con la reintroducción del sufragio universal
masculino.
El control del proceso electoral se ejercía a partir de varias instituciones:
el ministro de la Gobernación,
los alcaldes y
los caciques locales.
Este ministro era, de hecho, quien elaboraba la lista de los candidatos que deberían
ser elegidos (encasillado). Los caciques y todo el aparato administrativo se ponía a
su servicio para garantizar su elección. Gobernadores civiles transmitían la lista de
los candidatos "ministeriales" a los alcaldes y todo un conjunto de trampas electorales
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ayudaba a conseguir este objetivo: es lo que se conoce como el pucherazo, es decir, la
sistemática adulteración de los resultados electorales.
Así, para conseguir la elección del candidato gubernamental, no se dudaba en
falsificar el censo (incluyendo a personas muertas o impidiendo votar a las
vivas).
manipular las actas electorales.
ejercer la compra de votos.
amenazar al electorado con coacciones de todo tipo (impedir la propaganda de la
oposición e intimidar a sus simpatizantes o no dejar actuar a los interventores,
etc).
Pero en todo el proceso era fundamental la figura del cacique. Los caciques
eran individuos o familias que, por su poder económico o por sus influencias
políticas, controlaban una determinada circunscripción electoral. El caciquismo
era más evidente en las zonas rurales, donde una buena parte de la población
estaba supeditada a los intereses de los caciques, quienes, gracias al control de los
ayuntamientos:
Hacían informes y certificados personales.
Controlaban el sorteo de las quintas.
Propónían el reparto de las contribuciones.
Podían resolver o complicar los trámites burocráticos y administrativos.
Proporcionaban puestos de trabajo.
El pucherazo, la manipulación de los resultados electorales, cambiándose las
cifras de votos obtenidos por cada candidato. Variantes de este pucherazo
fueron “el lazarismo”.
Así, los caciques se permitieron ejercer actividades discriminatorias y con sus
"favores" agradecían la fidelidad electoral y el respeto a sus intereses.
Todas estas prácticas fraudulentas se apoyaban en la abstención de una buena parte de
la población, cuya apatía electoral se explica tanto por no sentirse representada como
por el desencanto de las fuerzas de la oposición en participar en el proceso electoral. En
general, la participación electoral no súperó el 20% en casi todo el período de la
Restauración.
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La Restauración en Castilla-La Mancha
El turno pacífico de partidos, tiene aparejado el sistema electoral corrupto, basado en la
red de caciques. Muchos de los candidatos para el Senado o el Congreso eran cuneros
(que carecían de cualquier relación con el distrito por el que se presentaban),
Segismundo Moret fue uno de ellos.
Los diputados castellano – manchegos de la Restauración fueron: propietarios
y hacendados (27%), financieros, abogados y notarios (20%), cargos altos y medios de
la Administración civil (17%) y nobles (13%).
Fuera del sistema había núcleos políticos carlistas y republicanos que contaban
con periódicos propios: Círculo Republicano de Hellín, Casino Republicano de Daimiel,
Casino Tradicionalista de Ciudad Real.
En 1898, al mismo tiempo que el desastre colonial, se produjeron varios
motines de subsistencias en numerosos puntos de la regíón: la escasez de productos de
primera necesidad, los altos precios y los bajos salarios fueron sus causas.
La Ley de Asociaciones de 1887 (Sagasta) posibilitará el resurgimiento de la
FTRE (Bakuninista, colectivista, apolítica y federalista) en Hellín, Manzanares,
Puertollano, Torrijos, Villacañas, Alameda de la Sagra.
Los núcleos marxistas primitivos, alentados por Pablo Iglesias, de la regíón
son: Guadalajara (1879-89), Valdepeñas (1887-88) y Toledo (desde 1891). Al igual que
en el resto de España, pedían plena libertad de reuníón, asociación y prensa, sufragio
universal, reducción de la jornada laboral y la prohibición del trabajo de mujeres y
niños. Los sindicatos católicos agrarios contaron con federaciones en Cuenca y en
Albacete.
2.1 EVOLUCIÓN POLÍTICA DURANTE EL REINADO DE Alfonso XII
(1874-1885) Y LA REGENCIA DE MARÍA Cristina (1885-1902)
a) El reinado de Alfonso XII (1874-1885).
Los dos hechos más destacados de su reinado fueron la finalización de los dos
conflictos que se habían iniciado durante el Sexenio:
la tercera guerra carlista (1876).
la guerra de Cuba (1878).
Entronizado Alfonso XII, la guerra carlista caminaba hacia su fin en 1875: los ejércitos
de Jovellar y Martínez Campos dominaron el Maestrazgo y Cataluña, y, posteriormente,
una fuerte ofensiva sobre Vizcaya y Guipúzcoa dispersó al ejército carlista y obligó a
Carlos VII a emigrar a Francia en Febrero de 1876. Fueron abolidos los fueros de
Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y Navarra, aunque en 1878 se establecíó el concierto
económico con las provincias forales.
Lo más importante de esta modificación foral fue la adopción de una fórmula
intermedia: la obligación por parte de las provincias vascas de contribuir con
contingentes de soldados para el servicio militar, y el establecimiento de los
conciertos económicos especiales, que todavía perduran. Esto último representaba
para los vascos una notable autonomía en materia económica y hacendística.
Según esta fórmula, los impuestos no los cobraba la Hacienda del Estado, sino las
diputaciones vascas, quienes aportarían después a las arcas del Estado el cupo
acordado como contribución a los presupuestos generales.
El otro gran problema al que hay que hacer frente es la Guerra de Cuba, llamada
Guerra de los Diez Años. La estabilidad en España hace que se pueda reclutar un
ejército de 25.000 hombres y enviarlos a Cuba. Allí el general Martínez Campos
combina la acción guerrera con las gestiones diplomáticas. Fruto de ello fue la firma de
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la paz de Zanjón con los rebeldes en 1878. A cambio de esto los rebeldes veían
mejorada su situación (los prisioneros fueron amnistiados). El problema no se
soluciónó, simplemente se pospuso hasta 1895 en que estallaría la guerra definitiva que
acabaría en 1898 con la pérdida de Cuba.
En 1881 y hasta 1884 se inició el turno al subir al poder el Partido Liberal.
Durante este periodo se producirán una serie de sucesos que debilitarán al gobierno y
que finalmente llevarán a su caída:
– Sucesos de la Mano Negra.
– Huelga de tipógrafos.
– Pronunciamiento republicano en 1883.
– Visita del Rey a Alemania que enturbiará las relaciones con Francia.
El rey decidíó en 1884 cesar a Sagasta y entregar de nuevo el poder a Cánovas.
b)
La regencia de María Cristina (1885-1902).
La regencia de María Cristina (1885-1902).
Alfonso XII muere en Noviembre de 1885, estando la reina embarazada, el futuro
Alfonso XIII nacería en Mayo de 1886, y la reina actuaría como regente hasta su
mayoría de edad en 1902. En este periodo hay que destacar un hecho clave, el pacto de
El Pardo de 1885 firmado por Cánovas y Sagasta. Este pacto fue clave, ya que tras la
muerte de Alfonso XII pudo haber una gran crisis, pero este acuerdo lo evitó. En este
pacto los dos dirigentes políticos acordaron el turnismo de forma pacífica, Cánovas que
era el jefe de gobierno cuando murió Alfonso XII cedíó el poder a Sagasta para poder
continuar con el sistema, y además los dos acordaron respetar a la Regente.
Durante el gobierno de Sagasta (1885-1890), llamada esta etapa Parlamento largo se
acordaron numerosas ideas liberales como:
La ley de Asociaciones de 1887 que permitía la legalización de las
organizaciones obreras, en la clandestinidad desde la dictadura de Serrano.
El sufragio universal masculino de 1890, no es que creyera sinceramente en el
voto popular, pero esto le permitía aumentar su liderazgo dentro del Partido
Liberal.
La ley del Jurado de 1888 que permitía la creación de jurados populares para
juzgar ciertos delitos.
Consiguió, también, la aprobación de todos los derechos individuales que ya
aparecieron en la constitución de 1869.
En lo económico se reformó el Código Civil de 1889.
Reforma Militar que iba dirigida a instaurar el servicio militar obligatorio con
lo que eliminaba el no hacerlo pagando una cantidad de dinero.
En los últimos años de la Regencia de María Cristina se rompe la estabilidad
creada por los líderes de los dos partidos dinásticos. En 1897 Cánovas muere
asesinado por el anarquista Angiolillo, y su lugar es ocupado por Silvela y más
tarde por Maura, quienes desean regenerar la vida política. El Partido Liberal y
Sagasta tuvieron que sufrir la crisis del 98 y asumir el desprestigio político producido
por la derrota. Sobre la crisis del 98 hablaremos más adelante. Sagasta murió en 1903,
momento en que el partido empezó a dividirse en varias tendencias que no lograron
aglutinar los líderes que le sucedieron y que dieron lugar a una lucha por el poder en el
interior del partido.
El régimen sufríó un duro varapalo con la desaparición de ambos personajes, pero
iniciaría con los nuevos otra etapa que, durante el reinado de Alfonso XIII, vendría
determinada por un nuevo pensamiento y una nueva actitud: el regeneracionismo.