Los Reinos Cristianos Medievales en la Península Ibérica

1. Introducción

Este tema aborda el largo periodo medieval en la Península Ibérica, centrado en los reinos cristianos. Se analizará su formación y desarrollo, así como otros aspectos, tales como su organización política, su sociedad, la repoblación de los territorios reconquistados y su colonización. Los últimos capítulos se dedicarán a la crisis bajomedieval y a la cultura hispano-cristiana.

2. La Creación de los Reinos Cristianos

Tras la invasión musulmana del año 711, los visigodos que huían del avance de los invasores se refugiaron en las estribaciones de la Cordillera Cantábrica. Allí, hacia el 718, Pelayo, un noble de origen visigodo, se convirtió en caudillo de este grupo. Pelayo ganó una escaramuza contra los musulmanes en Covadonga (722). Esta victoria dio lugar a la creación del Reino de Asturias, heredero del anterior Reino Visigodo. Los reyes que sucedieron a Pelayo, en especial su yerno, Alfonso I, consolidaron el reino, atrayendo pobladores procedentes del Valle del Duero y del Ebro. A finales del siglo VIII, la capital se trasladó a Oviedo.

La zona pirenaica también fue lugar de refugio para quienes huían del rápido avance islámico. En esta zona se formaron varios reinos y condados. Así, se formó el Reino de Pamplona, con Íñigo Arista como primer rey (830), y el Condado de Aragón, con Aznar Galíndez como primer conde (820). En la zona oriental de los Pirineos, los francos establecieron la Marca Hispánica como frontera entre su reino y el territorio controlado por los musulmanes. En ese territorio, a finales del siglo IX, se consolidó el Condado de Urgel con Wifredo el Velloso.

Con el paso de los años, estos reinos se fueron consolidando. El reino astur-leonés se asentó bajo los reinados de Alfonso II, que restableció la legislación visigoda, y Alfonso III, que inició la expansión del reino hacia el valle del Duero. En 854, se estableció la capital del reino en la ciudad de León. En la zona oriental de la meseta se constituyó el Condado de Castilla, que llegaría a ser independiente del reino astur-leonés durante el siglo IX, con Fernán González.

Durante el siglo X, este reino conoció una grave crisis, provocada por las luchas internas y por los ataques del recién constituido Califato de Córdoba. Durante este siglo, solo el Reino de Navarra experimentó una notable expansión. El reinado de Sancho III (1000-1035) marcó su mayor esplendor. Este rey llegó a controlar los territorios de los condados de Castilla y de Aragón. A su muerte, los territorios se repartieron entre sus tres hijos: García reinó en Navarra; Fernando I heredó Castilla y Ramiro I, Aragón.

De esta forma, el Reino de Castilla surgió como tal con Fernando I, que, tras la Batalla de Tamarón (1037), unió a sus territorios castellanos los del reino leonés. A su muerte, dividió el reino entre sus 5 hijos. Finalmente, uno de ellos, Alfonso VI, logró unificar dichos territorios.

En cuanto al Reino de Aragón, también surgió de la herencia de Sancho III de Navarra. Su hijo Ramiro I heredó el condado, el cual convirtió en reino al conquistar los condados de Ribagorza y Sobrarbe. En 1076, su hijo Sancho Ramírez volvió a unir los reinos de Aragón y Navarra, que permanecieron unidos hasta 1134.

3. Las Dos Grandes Coronas Cristianas

La Corona de Castilla se formó en torno al reino de Castilla, creado por Fernando I. Tras su muerte, sería su hijo Alfonso VI quien prosiguiera la labor de reconquista, destacando la conquista de Toledo en 1085. La presencia almorávide en la península frenó el impulso reconquistador tras perder la Batalla de Sagrajas (1086). No obstante, Alfonso VI estableció la frontera en la línea del Tajo. A su muerte, el reino volvió a dividirse en dos: su hijo Fernando II heredó León y su nieto Alfonso VIII, Castilla.

Este último continuó la reconquista de plazas importantes, como Calatrava o Alcántara, para cuya protección se crearon Órdenes Militares. Pero la derrota de Alarcos (1195) frenaría momentáneamente este avance castellano. La alianza de todos los reinos cristianos, coordinada por el arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada, posibilitó la victoria en la decisiva Batalla de Las Navas de Tolosa (1212). El hijo de Alfonso VIII volvería a unificar Castilla y León, dando un fuerte impulso al proceso reconquistador, con la ocupación de plazas tan importantes como Córdoba (1236) y Sevilla (1248).

En lo que respecta a la otra gran Corona, la de Aragón, esta se formó en torno al Reino de Aragón. En el siglo XII, el expansionismo aragonés se aceleró. Alfonso I el Batallador tomó la plaza de Zaragoza (1118) y extendió su territorio por tierras de Castilla. En 1137, se celebró el contrato de esponsales entre la heredera del reino, Petronila, hija del rey Ramiro II el Monje, y el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV. De esta forma, se unían los dos territorios bajo una misma corona. Ya en el siglo XIII, destaca el reinado de Jaime I el Conquistador, que ocupó las Islas Baleares y Valencia (1245). De esta forma, la Corona de Aragón se amplió con dos nuevos reinos: el de Valencia y el de Mallorca.

4. Los Reinos Cristianos en la Baja Edad Media

La Corona de Aragón, tras pactar con Castilla mediante el Tratado de Almizra, no continuó la reconquista de los territorios situados al sur de Alicante, sino que orientó su expansión territorial hacia el Mediterráneo. De esta manera, y de forma sucesiva, se irán incorporando a la corona los territorios de Sicilia (1282, con Pedro III el Grande), Cerdeña (1324, Jaime II) y Nápoles (1443, con Alfonso V el Magnánimo).

La Corona de Aragón también quiso sofocar los ataques de los turcos al Imperio Bizantino. Allí fue enviado Roger de Flor, al mando de los almogávares, el cuerpo de élite de los ejércitos aragoneses. Tras ser asesinado Roger por orden del emperador, pues este creía que conspiraba contra él, los almogávares vengaron la muerte de su general, tomando Atenas y Neopatria (1390).

En cuanto a la política interior aragonesa, durante esta etapa bajomedieval, destacaron los enfrentamientos entre la nobleza y el rey. La nobleza se oponía a la expansión mediterránea y el rey tuvo que solicitar ayuda a Cataluña para sofocar estas revueltas. Como pago de esta ayuda, el rey tuvo que aceptar la creación de la Generalitat, órgano de representación catalana. Tras morir sin descendencia el rey Martín el Humano (1410), se celebró el Compromiso de Caspe (1412) para elegir un nuevo rey. El designado fue el castellano Fernando I de Antequera, de la dinastía Trastámara. Los reyes de la nueva dinastía trataron de anular la autonomía catalana, lo que provocó la Guerra Civil Catalana (1460-1472). La monarquía apoyó a los payeses de remensa, campesinos catalanes que querían dejar de pagar la remensa, un impuesto pagado por abandonar las tierras que trabajaban para los señores. La guerra fue perdida por los catalanes.

En cuanto a la Corona castellana, su política exterior se orientó, por un lado, hacia la reconquista del reino nazarí de Granada (1492) y, por otro, mostró gran interés por dominar las rutas marítimas del Estrecho de Gibraltar y del Mar Cantábrico. En lo que respecta a la política interior, los reyes castellanos también tuvieron que hacer frente a las revueltas nobiliarias. Esta fue una constante en los agitados reinados de Alfonso X y Alfonso XI. Con Pedro I llegó una Guerra Civil (1366-1369) contra su hermanastro Enrique de Trastámara. Este, apoyado por la nobleza enfrentada al rey, saldría victorioso como nuevo rey.

Por último, el Reino de Navarra no pudo expandirse al estar encerrado entre sus poderosos vecinos, las Coronas de Castilla y de Aragón. De esta forma, Navarra inició un acercamiento hacia Francia, lo que significó la entrada de varias dinastías de origen francés en el trono navarro. En 1425, Juan II se convirtió también en rey de Navarra al casarse con Blanca de Navarra. Las disensiones con su hijo Carlos, el Príncipe de Viana, terminarían con una guerra civil (1451) que debilitó al reino y facilitó que, en 1512, fuera invadido y conquistado por Fernando el Católico.

5. Sociedad, Repoblación y Colonización

En cuanto a la sociedad, esta estaba formada por tres estamentos: nobles, clero y estado llano. Los estamentos privilegiados eran la nobleza y el clero. Sus privilegios eran: estar exentos de impuestos directos y disponer de jurisdicciones especiales. Dentro de estos grupos privilegiados, hay que distinguir entre alta nobleza (duques y condes) y baja nobleza (infanzones e hidalgos). También hay que distinguir entre alto clero (obispos y arzobispos) y bajo clero (sacerdotes). A partir del siglo XIV, la nobleza consiguió consolidar su posición social y económica al instituirse el mayorazgo, por el cual toda la herencia recaía sobre el hijo primogénito.

Junto a los grupos privilegiados, existía un estado llano muy heterogéneo, formado desde campesinos libres hasta burgueses. Con el crecimiento de las ciudades, la burguesía fue mejorando su posición social y económica, apoyada por la monarquía. También hay que hacer alusión a las minorías religiosas: por un lado, estaban los mudéjares, musulmanes que permanecían viviendo en los territorios reconquistados por los cristianos; y, por otro, los judíos, dedicados a actividades como la banca, el comercio o la medicina. Ambos grupos vivían en barrios separados: las morerías y las juderías. A partir del siglo XIII, los judíos sufrieron persecuciones (pogromos) debido a las predicaciones de la Iglesia cristiana en su contra y por ser recaudadores de impuestos, lo que les hizo ganarse la animadversión de la población cristiana.

Esta sociedad cristiana peninsular se fue feudalizando poco a poco. Ello fue debido a la falta de un poder central monárquico fuerte que garantizase la seguridad de la población. Ante esta situación, los más débiles tuvieron que encomendarse a los más poderosos. Según este modelo social, los señores (nobles o eclesiásticos) concedían protección a los vasallos (pueblo llano) a cambio de que estos les pagasen una parte de sus cosechas, trabajasen su propiedad particular (reserva señorial) y les auxiliasen en los periodos de guerra como escuderos.

Por otro lado, según se iban reconquistando territorios al contrincante musulmán, surgían problemas para llevar a efecto la repoblación de dichos territorios. Durante los siglos XI al XIII, los reyes concedieron privilegios a los repobladores, bien en forma de fueros locales (conjunto de normas y privilegios para los repobladores de un lugar concreto), cartas puebla (privilegios concedidos a gentes que repoblasen lugares despoblados) o repartimientos (donaciones de terrenos hechas por el rey). A los llegados desde territorios franceses, los llamados francos, se les concedió las llamadas franquicias, privilegios especiales para que se asentasen en estos territorios recién reconquistados. Durante los siglos XIII al XV, la repoblación de territorios totalmente despoblados, como Extremadura, se hizo mediante encomiendas, adjudicaciones de grandes lotes de tierra realizadas a favor de la nobleza o de Órdenes Militares. En las zonas reconquistadas por Aragón y muy pobladas por mudéjares, se siguió manteniendo el sistema de repartimientos de tierras entre la población allí asentada.

6. La Organización Política

El rey era un Primus inter pares (primero entre iguales), es decir, era un noble más, pero un noble al que el resto de la nobleza reconocía una cierta preponderancia. Por ello, siempre existió, a lo largo del periodo medieval, un continuo enfrentamiento entre nobleza y monarquía. Ante la necesidad del rey de legitimarse frente a su pueblo, buscó el apoyo de la Iglesia. Esta basó el poder del rey en Dios: los reyes lo eran por la gracia de Dios. A cambio, la Iglesia recibió múltiples donaciones y privilegios del rey. Junto al rey, estaba la corte, y, con el tiempo, este círculo próximo al rey se fue formando por miembros de los tres estamentos. Las primeras Cortes se celebraron en León en 1188, bajo el reinado de Alfonso IX.

Hubo dos modelos de monarquía: por una parte, en Castilla se intentó implantar el tipo de monarquía autoritaria, según el cual todo el poder debía recaer en el rey; por otro lado, en Aragón se implantó el modelo de monarquía pactista, en el que el rey tenía que tener siempre en cuenta la opinión de las Cortes. En cuanto al gobierno de las ciudades, también hay que distinguir entre lo que ocurrió en la Corona aragonesa, con cabildos de jurados en el reino de Aragón y los jurats de Cataluña, y lo que sucedió en Castilla, donde, en un principio, se establecieron los concejos abiertos en pequeños núcleos de población, para, más adelante, instaurarse la figura del regidor. A finales del siglo XIV, surgió la figura del corregidor, el cual representaba al rey en los municipios.

7. La Crisis Bajomedieval

Ya desde el siglo XI se había producido un crecimiento demográfico en estos reinos cristianos, pero esta tendencia se rompió a partir del siglo XIV. En este momento tuvo lugar un cambio climático, una pequeña glaciación, que tuvo como consecuencia malas cosechas. Junto al hambre, aparecieron las enfermedades. La más grave de estas fue la peste negra, una pandemia llegada desde la India a través de los mongoles, que penetró en la península a través del territorio aragonés. Esta peste acabó con la vida de entre un 25% y un 35% de la población.

Esta crisis de la agricultura motivó que gran parte de la población cambiase de actividad, pasándose a la ganadería. Esto impulsó el Honrado Concejo de la Mesta, asociación de ganaderos que vio incrementados sus privilegios. Hubo un aumento de la producción de lana, que dio lugar a un crecimiento de la industria textil lanera y a un desarrollo comercial en centros como Medina del Campo. Esta crisis económica del siglo XIV también motivó la violencia ejercida hacia las minorías religiosas, con persecución de judíos y mudéjares.

8. La Cultura Hispano-Cristiana

En un primer momento, la cultura tuvo como lugar fundamental a los monasterios. En sus scriptorium se redactaron e ilustraron códices como los llamados Beatos, utilizando el pergamino como soporte para su realización. Más tarde, ya dentro de las emergentes ciudades formadas a lo largo de la Baja Edad Media, surgieron las escuelas catedralicias y las universidades como principales centros de saber. También en ese momento surgieron las lenguas romances, derivadas del latín. En gallego, destaca la obra Cantigas de Santa María, de Alfonso X. En catalán, destacan las obras del poeta Ausiàs March y del prosista Joanot Martorell. En castellano, destacan las obras del Marqués de Santillana, Jorge Manrique o el infante Don Juan Manuel. De esta época es también la costumbre de peregrinar a través del Camino de Santiago, que fue vía de entrada para muchos estilos y tendencias artísticas, como el románico o el gótico.

En cuanto al arte, se desarrollaron en los reinos cristianos varios estilos artísticos. En primer lugar, apareció el arte asturiano, a partir del siglo IX, circunscrito al territorio asturiano. Aportó algunas innovaciones como el uso de la bóveda de cañón y el de contrafuertes. Como ejemplos, destacan la iglesia de San Miguel de Lillo o la de Santa María del Naranco. Más tardía es la aparición del arte mozárabe (siglo X). Este arte fue practicado por la población cristiana que vivía en territorio musulmán, incorporando algunos elementos artísticos utilizados por el arte árabe, como el alfiz.

El arte románico se difundió por toda Europa a partir del siglo XI. En este arte predominó la arquitectura, teniendo la escultura y la pintura una menor importancia y estando subordinadas a ella. La arquitectura románica se distinguió por el uso del arco de medio punto y de la bóveda de cañón y de arista. Para resistir el gran peso de estos elementos, se hacían necesarios muros, apenas calados por pequeñas ventanas, y contrafuertes en el exterior. Tanto la escultura como la pintura estaban supeditadas al marco arquitectónico en que se inscribían, según la ley de frontalidad y la ley de adaptación al marco.

Por último, el estilo gótico apareció a partir del siglo XII y llegó a la península a través del Camino de Santiago. En la arquitectura gótica se utilizó otro tipo de arco, el apuntado, junto con la bóveda de crucería. Ambos elementos permitían descargar el peso en el exterior, en los contrafuertes, a través de los arbotantes. De esta forma, los muros no tenían función estructural de soporte y podían ser horadados por amplios vanos, decorados, en muchas ocasiones, por bellas vidrieras. En cuanto a la pintura y a la escultura góticas, ganaron en autonomía frente a la arquitectura, avanzando en realismo y naturalismo frente a las románicas, expresando sentimientos, frente al hieratismo románico. Aparecen los retablos para ornar los altares mayores de las iglesias.

9. Conclusión

Todavía hoy podemos ver las consecuencias que ha tenido el proceso de reconquista de los territorios tomados por el islam a partir del año 711. Así, vemos cómo se han formado distintas lenguas, culturas y costumbres en diferentes territorios peninsulares. En estos ámbitos territoriales se ha ido formando una conciencia nacional que reclama unos derechos políticos propios. De igual manera, tenemos que tener en cuenta que España ha tenido siempre a la religión católica como eje fundamental de su devenir histórico. Esto se debe, en gran parte, a ese largo proceso reconquistador, que se hizo en nombre y bajo la protección de la cruz cristiana.

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