Los Reyes Católicos: La Construcción del Estado Moderno
6.1 La Unión Dinástica
El reinado de los Reyes Católicos marca el inicio de una nueva época, la Edad Moderna. Hasta el reinado de Isabel y Fernando, la Península Ibérica estaba dividida en cinco reinos (Castilla, Aragón, Navarra, Granada y Portugal). La idea de la unidad presuponía una unión de tipo matrimonial y el control de las restantes zonas mediante una política de acciones bélicas, a excepción del reino de Portugal que permanecería independiente.
Tras la muerte repentina de Alfonso, hermano de Enrique IV de Castilla y heredero al trono, la facción nobiliaria, opuesta al rey y a su favorito Beltrán de la Cueva, ofreció la corona de Castilla a Isabel, hermana del monarca, que la reconoció heredera en el Tratado de los Toros de Guisando (1468), en detrimento de su supuesta hija, Juana (la Beltraneja). El consenso se rompió a los pocos meses con el matrimonio casi clandestino de Isabel y el infante Fernando de Aragón (1469), al que se opuso Enrique IV que había ordenado a su hermana casarse con Alfonso V, rey de Portugal. Ante esto, Enrique desheredó a su hermana proclamando heredera a su hija Juana, iniciándose una guerra civil que se prolongaría hasta 1479 y enfrentaría a Juana, apoyada por Alfonso V de Portugal, con Isabel, apoyada por Juan II de Aragón. Mediante el Tratado de Alcaçovas, se puso fin al conflicto y se reconoció a Isabel como legítima reina de Castilla, renunciando Portugal al trono, a cambio del control de África.
Durante el conflicto, a la muerte de Enrique IV (1474), Isabel se hizo proclamar en Segovia reina de Castilla; la Concordia de Segovia confería a Fernando la participación en el gobierno pero no el derecho sucesorio. En 1479 moría Juan II de Aragón, heredando el reino su hijo Fernando, rey de Aragón. Desde este momento los Reyes Católicos de Castilla y Aragón construyeron los cimientos de la futura España. Pronto se integrarían Granada y Navarra.
La unión de Castilla y Aragón era de carácter dinástico, establecida en la persona de los reyes. Tanto Castilla como la Corona de Aragón mantuvieron sus instituciones propias y sus Cortes. Castilla conservó mayor peso específico por ser un territorio más amplio y dinámico. Los aragoneses se mantenían aferrados al pactismo de origen medieval. La única institución común fue el Tribunal del Santo Oficio.
6.2 La Conquista del Reino Nazarí y la Incorporación del Reino de Navarra
En la segunda mitad del siglo XV, el reino de Granada era el último reducto musulmán en la Península Ibérica, con una extensión que comprendía aproximadamente las actuales provincias de Málaga, Granada y Almería.
Los dirigentes musulmanes granadinos estaban divididos (Muley Hacen, Boabdil y Al Zagal). Los castellanos aprovecharon un incidente fronterizo, la toma de Zahara por los granadinos, quienes, viéndose fortalecidos por el avance turco por el Mediterráneo, iniciaron un plan de reconquista; para iniciar una guerra, más larga de lo previsto (1481-1492), que terminó con el último vestigio musulmán en la Península.
En la guerra se emplearon ejércitos de caballería y de infantería, esta última eficazmente coordinada y con masiva utilización de artillería. Aunque la reconquista se basó en el asedio y saqueo de cada plaza fuerte, la mitad occidental del reino pasó a manos cristianas con la caída de Ronda (1485) y de Málaga (1487) y finalmente la zona oriental con la ocupación de Baza, Guadix y Almería (1488-89), hasta la rendición de Granada en enero de 1492. En las capitulaciones, los Reyes Católicos se comprometieron a la expulsión de Boabdil, último rey nazarí, al norte de África y a respetar la religión y las leyes de los que decidieran quedarse.
La incorporación del reino nazarí a la Corona de Castilla fue seguida de la repoblación mediante los repartimientos de casas y tierras a los repobladores de acuerdo con la condición social de los mismos. Las condiciones de vida de la población morisca se endurecieron paulatinamente hasta llegar a sublevarse a mediados del siglo XVI.
Finalizada la conquista de Granada, la anexión de Navarra se consiguió en 1512. El Duque de Alba lideró las tropas castellanas junto a Fernando II, rey de Aragón y regente de Castilla, enfrentándose a los reyes de Navarra Catalina de Foix y Juan Albret. El rey Fernando aprovechó la división interna entre los navarros partidarios de Francia y los de Castilla ocupando Pamplona por la fuerza. En 1515 las Cortes de Navarra reconocieron la anexión a Castilla aunque conservaron su propio ordenamiento jurídico y sus instituciones.
6.3 La Integración de las Canarias y la Aproximación a Portugal
Las rivalidades de Castilla y Portugal por la posesión de las islas Canarias y el monopolio comercial en las costas de Guinea obligaron a los soberanos de Portugal y Castilla a establecer un tratado que zanjara estas tensiones. Con el Tratado de Alcaçovas (1479), Portugal obtuvo el derecho sobre casi toda la costa africana y Castilla sobre las islas Canarias y una puerta en el litoral sahariano, entre el sur del reino de Fez y el cabo Bojador.
La conquista de las islas Canarias fue lenta desde comienzos del siglo XV, impulsada por señores particulares andaluces. Fuerteventura, Hierro y Gomera eran señoríos particulares; conquistaron las tres islas restantes Pedro de Vera (Gran Canaria 1480-83) y Alonso Fernández de Lugo (La Palma, 1492-93 y Tenerife, 1496) progresando rápidamente por la especialización agrícola (caña de azúcar) financiada por comerciantes genoveses.
En cuanto a la aproximación a Portugal, los reyes católicos llevaron a cabo una política matrimonial que pretendía la anexión de este reino peninsular. La anexión tuvo que esperar, se consiguió finalmente con Felipe II en 1580.
6.4 La Organización del Estado: Instituciones de Gobierno
La unión de Castilla y Aragón era de carácter dinástico, establecida en la persona de los reyes. Tanto Castilla como la Corona de Aragón mantuvieron sus instituciones propias y sus Cortes. Los Reyes Católicos fortalecieron las instituciones de gobierno afirmando la autoridad real frente a los grandes señores. En el Consejo Real, la alta nobleza quedó relegada a un papel meramente consultivo frente a la importancia concedida a la opinión de los letrados.
En la administración de justicia destacaban las Audiencias o Chancillerías (en Valladolid y Granada). La Santa Hermandad tenía la finalidad de perseguir y de juzgar a quienes perturbasen el orden.
Para centralizar y someter al poder a los municipios, los monarcas generalizaron el régimen de los corregidores, representantes del rey en los concejos municipales, que en numerosos casos evitaron abusos de la oligarquía municipal. En la Corona aragonesa no se pudo imponer el corregidor; las pequeñas alteraciones respecto a la tradición fueron posibles en Zaragoza, con el nombramiento por parte del monarca de los regidores, y en Barcelona, con el aumento de los consellers (pasaron de 100 a 140) en el Consell de Cent.
Se creó un ejército regular de infantería, frente a la caballería de origen medieval, con nuevas tácticas, flamante armamento y unidades permanentes que posteriormente alcanzarán prestigio en los tercios.
En el terreno religioso, con la autorización del pontífice Sixto IV, se creó el Tribunal del Santo Oficio o de la Inquisición, que empezó a funcionar en 1478. Identificado con el cristianismo, pone fin a la tolerancia de siglos anteriores con mudéjares y judíos. La convivencia entre cristianos y judíos estaba muy deteriorada desde mediados del siglo XIV. La institución fue creada en este contexto de malestar para evitar falsas conversiones y controlar a los conversos sospechosos. Entre los métodos inquisitoriales estaba la admisión de delaciones, el empleo de la tortura, el destierro, la ejecución de la condena en plazas públicas o la confiscación de bienes.
El monarca aragonés fue instituido como Gran Maestre, con la intención de controlar también el peso político y militar de las órdenes religiosas.
6.5 La Proyección Exterior: La Política Italiana y Norteafricana
La política exterior de Castilla tendía al Cantábrico y al Atlántico mientras la de Aragón se inclinaba al Mediterráneo y se enfrentaba a Francia por la ocupación del fragmentado territorio italiano.
Desde el siglo XIII ya se había pensado en la ocupación de plazas de la costa norteafricana. Tomada Melilla en 1497, Cisneros, gobernador de Castilla, dirigió en 1509 la conquista de Orán, seguida del establecimiento de protectorados en Argel, Túnez y Trípoli.
Fernando el Católico fue un hábil continuador de la tradición aragonesa, que con los ejércitos españoles pudo imponer la hegemonía en territorio italiano. Por el Tratado de Barcelona (1493), Carlos VIII de Francia devolvió a Aragón los condados del Rosellón y la Cerdaña a cambio de la neutralidad española salvo si atacaba al Papa. Cuando el rey francés se proclamó rey de Nápoles (1495), feudo pontificio, Fernando el Católico organizó una Liga Santa que, bien dirigida por Gonzalo Fernández de Córdoba (el Gran Capitán), expulsó a los franceses de Nápoles. El nuevo monarca francés Luis XII y Fernando el Católico pactaron el Tratado secreto de Granada repartiéndose el reino napolitano. No terminaron, sin embargo, los enfrentamientos entre franceses y aragoneses por sus intereses napolitanos, hasta que el Gran Capitán, tras las victorias de Ceriñola, Garellano y Gaeta (1502-1503), aseguró el dominio de Aragón sobre el reino de Nápoles (posesión española hasta el siglo XVIII).