Extracto del Manifiesto Conjunto UGT-CNT publicado en Madrid el 28 de Marzo de 1917 y reproducido por La Correspondencia de España que era un periódico vespertino de ideología conservadora .
Se trata de un documento público de carácter socio-político, redactado por el comité de huelga, pero se sabe que su autor material fue el socialista
Julián Besteiro, miembro del comité de huelga, nacido en Madrid. Elegido diputado a Cortes, fue Presidente de ella con la llegada de la Segunda República en 1931. Durante el Golpe de Estado Franquista, presidíó el Consejo de Defensa de Madrid; participó en la rendición de la República, pero finalizada la contienda, fue acusado a 30 años de prisión, donde moriría en menos de un año.
El Manifiesto fue publicado originariamente en 1917, momento de gran conflictividad socio-político-económica internacional (1ª Guerra Mundial. Revolución Soviética) y dirigido a los trabajadores militantes cenetistas y ugetistas.
El eje central del texto es la justificación de la huelga general de los trabajadores contra el Gobierno como medida de fuerza para garantizar sus reivindicaciones (vida digna). Este eje se irá justificando a lo largo del texto con las siguientes ideas:
En el primer párrafo, el Comité de Trabajadores denuncia al Gobierno de no atender las continuas quejas sobre las penalidades que sufren los obreros. Al tiempo, plantean que las protestas realizadas quizás fueran demasiado prudentes en proporción a la miseria en la que vive el trabajador…“protestas… más prudentes y mesuradas de lo que exige la agudeza de los dolores que el país padece”.
Desde 1898, el sistema de la Restauración entra en crisis, el turnismo de los partidos conservador y liberal estaba totalmente debilitado, unas veces por divisiones internas, otras generadas por la falta de líderes “prohombres”, – pues a Cánovas y Sagasta les suceden Maura, (muerto políticamente tras los sucesos de la Semana Trágica) y Canalejas (muerto violentamente)- y principalmente por la falta de contenidos doctrinales, lo que fortalecíó a sus oponentes republicanos, socialistas, anarquistas y nacionalistas periféricos.
En 1917 la crisis se hizo más intensa que nunca. Desde tres años antes Europa se desangraba en una terrible contienda -la Primera Guerra Mundial-, mientras que España gozaba de una privilegiada neutralidad que permitíó un importante repunte de su economía (exportación de productos, básicamente, de primera necesidad a los países de Europa en guerra) si bien los beneficios no llegaron a todas las capas sociales españolas, especialmente a las menos favorecidas.
A partir de 1916 los efectos negativos de la contienda europea se empezaron a sentir en España, con problemas de abastecimiento de buena parte de los productos que necesitaban importar; este hecho, unido a la fiebre especulativa de acaparadores sin escrúpulos – el nuevo rico nacido al amparo de los negocios de la guerra- provocó un alza incontenida de los precios que no vino acompañada de subidas salariales proporcionadas.
Disminuyó el poder adquisitivo y se planteó una gravísima crisis de subsistencias que, como era lógico, afectó de lleno a los sectores más depauperados de la sociedad.
En el segundo y tercer párrafo se plantean dos ideas:
Por un lado la necesidad de la uníón de los dos sindicatos obreros UGT. Y CNT. “una lucha en común” contra el sistema de gobierno, al que denuncian como causante de su explotación.
Y por otro, una vez valorada la situación de miseria del proletariado y de la falta de actuación del Gobierno, las dos grandes formaciones sindicales unidas acuerdan por unanimidad un llamamiento a la huelga general de todos los trabajadores para exigir un cambio de sistema de gobierno que garantice al obrero unas condiciones de vida digna;
Al tiempo que acuerdan adoptar todas las medidas necesarias para que sea un éxito.
A partir de entonces proliferaron una serie de paros en los que a las protestas derivadas de los efectos de la carestía de la vida, se unieron los deseos de lograr un cambio de sistema político. Cualquiera de esos conflictos podría ser el detonante de un conflicto nacional a gran escala y ese detonante fue el conflicto ferroviario iniciado por la Compañía del Norte en Valencia a finales de Julio, conflicto que provocó el anuncio de una huelga general del sector por parte del Sindicato Ferroviario. Los dirigentes nacionales del sindicato socialista vieron en ese conflicto la ocasión esperada para la huelga nacional. Así, el manifiesto redactado por Julián Besteiro con la ayuda de Saborit y Anguiano, anunció el paro general para el 15 de Agosto de 1917.
La huelga general no dio los resultados apetecidos. Por un lado, la unidad de acción entre los dos grandes sindicatos no existíó en muchos lugares y, además, faltó muchas veces la adecuada dirección. Por otro lado, sin el apoyo de los políticos burgueses, salvo contadas excepciones, y con un ejército que olvidó sus veleidades reivindicativas para apoyar la represión antiobrera, la huelga general estuvo condenada al fracaso. Los miembros del Comité de la misma, con Besteiro a la cabeza, fueron detenidos y condenados en Consejo de Guerra a fortísimas penas. A su vez, muchos dirigentes obreros provinciales y locales acabaron en la cárcel. De momento, el Gobierno parecíó haber conjurado el peligro y la crisis tuvo todos los visos de desvanecerse. Sin embargo, los sucesos de 1917 marcaron el principio del fin del régimen nacido con la Restauración que siguió vigente.
Uno de los problemas del gobierno radicaba en la ignorancia con que se afrontaban los conflictos sociales. El mundo obrero, víctima de los inconvenientes derivados de la incipiente industrialización y del cambio de situación sufrido en el medio rural tras las desamortizaciones, fue desatendido por el régimen, lo que hizo que se marginara de la política oficial y que se fuera incorporando poco a poco a unos partidos y organizaciones obreras opuestos por completo a dicha política. Por ello, medidas como la libertad de asociación, aprobada bajo el gabinete liberal de Sagasta, y disposiciones realizadas a principios del reinado de Alfonso XIII con un cierto sentido regeneracionista, como la creación del Instituto Nacional de Previsión, el reconocimiento del derecho de huelga o el establecimiento de la jornada laboral de ocho horas, no fueron suficientes y en modo alguno sirvieron para satisfacer las demandas del proletariado agrícola e industrial
Las posibilidades de acción del movimiento obrero durante la Restauración eran pequeñas, pues las libertades de expresión, reuníón y asociación estaban limitadas. El régimen de la Restauración, además, no se preocupó de integrarlo en el sistema político. A esto hay que añadir la fuerte división interna que presentaba el movimiento obrero en España desde los años setenta, con la formación de una corriente anarquista y otra socialista.
La UGT. Se creó a raíz del Congreso socialista de Barcelona de 1888 y nacíó como la rama sindical del Partido Socialista Obrero Español pero independiente del mismo, aunque tanto su líder, Pablo Iglesias, como muchos de sus afiliados compartieran militancia con el partido. Sus fines fueron más económicos que políticos, utilizando para conseguirlos las clásicas armas de la negociación, las demandas al poder y la huelga.
La CNT, por su parte, fue la central sindical que recogíó la amplia y larga trayectoria anarquista española. Si en un principio los seguidores de la acracia defendían la revolución inmediata, poco a poco esas ideas se fueron matizando; así, en 1877 se preocupaban menos de la destrucción del Estado y más de lograr la jornada de las ocho horas.
En 1881, en el Congreso celebrado en Barcelona, los anarquistas representaban un buen número de organizaciones de oficios con un total de 50.000 afiliados y condenaban la política parlamentaria y a los partidos políticos, incluido el PSOE. A partir de 1885 la mayoría de los anarquistas españoles se mostraban propicios a constituir una organización sindical, dentro de la línea del anarco-sindicalismo, lo que finalmente se logró en 1910 al nacer el CNT. Desde entonces la acción estará mucho más organizada y empleará como arma más contundente la huelga revolucionaria.
Esta dualidad socialista-anarquista impidió casi siempre una acción unitaria del obrerismo español y en muchas ocasiones los afiliados de ambas organizaciones se enfrentaron con dureza a través de sus propios medios de comunicación, por medio de controversias públicas o, incluso, boicoteando las acciones del adversario y llegando a actitudes violentas.