Militarismo, Reformismo y Nacionalismos en la Restauración Española (1874-1931)

Militarismo y Reformismo en la Restauración

El militarismo en la Restauración y los proyectos de reforma desde arriba estuvieron en constante conflicto, ya que mientras algunos políticos intentaban modernizar el país, el ejército seguía teniendo mucho poder e influencia.

Antonio Cánovas del Castillo diseñó un sistema en el que los militares no gobernaban directamente, pero seguían siendo muy importantes, sobre todo en temas como la guerra en Marruecos. Sin embargo, las derrotas en África, especialmente el Desastre de Annual (1921), provocaron un gran descontento entre los militares. Para protegerse de las críticas, el gobierno aprobó la Ley de Jurisdicciones (1906), que permitía al ejército castigar cualquier ofensa contra la patria.

Mientras tanto, Antonio Maura (1907-1909) intentó reformar el país con leyes para reducir la corrupción política, pero su gobierno terminó después de la Semana Trágica de 1909, cuando el ejército reprimió violentamente unas protestas en Barcelona. Luego, José Canalejas (1910-1912) trató de mejorar los derechos de los trabajadores y reducir el poder de la Iglesia, pero su asesinato en 1912 dejó las reformas sin un líder.

En 1917, los militares formaron las Juntas de Defensa, grupos que protestaban por sus malas condiciones. La falta de soluciones políticas y la crisis social facilitaron que en 1923 el general Miguel Primo de Rivera, con el apoyo del rey Alfonso XIII, diera un golpe de Estado. Esto marcó el fracaso definitivo de los intentos de reforma y la consolidación del poder del ejército en España.

Militarismo y Nacionalismo durante la Restauración

Durante la Restauración (1874-1931), el militarismo y los nacionalismos catalán y vasco estuvieron en constante conflicto. El proyecto de Cánovas del Castillo estableció un Estado centralista, suprimiendo los fueros vascos (1876) y negando autonomía a Cataluña, lo que impulsó el crecimiento del nacionalismo en ambas regiones. La guerra de Marruecos intensificó el descontento, especialmente en Cataluña, donde el rechazo al reclutamiento forzoso desembocó en la Semana Trágica (1909), duramente reprimida por el ejército.

El conflicto se agravó con la Ley de Jurisdicciones (1906), que permitió a los militares juzgar delitos contra la unidad de España, utilizada para reprimir al catalanismo político. En 1917, mientras los militares formaban las Juntas de Defensa para exigir mejoras, los nacionalistas catalanes organizaron la Asamblea de Parlamentarios, reclamando mayor autonomía, pero el gobierno reprimió el movimiento.

El golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera (1923) consolidó la represión contra los nacionalismos, prohibiendo el catalán en la administración y disolviendo la Mancomunitat de Cataluña, además de eliminar los últimos restos de autonomía vasca. Así, el militarismo defendió un Estado unitario y centralista, mientras el nacionalismo creció en respuesta a la represión, intensificando el conflicto político hasta la caída del sistema en 1931.

Reformismo y Nacionalismo: Un Conflicto Constante

El proyecto de Cánovas del Castillo y los intentos de reformismo desde arriba de Antonio Maura y José Canalejas marcaron el desarrollo del nacionalismo catalán y vasco durante la Restauración. Mientras Cánovas diseñó un Estado centralista que negaba autonomía a las regiones, los reformistas intentaron modernizar el sistema sin romper con el modelo unitario, lo que generó tensiones con los movimientos nacionalistas.

El sistema de turno pacífico entre conservadores y liberales (Cánovas y Sagasta) consolidó un modelo político que excluía las demandas regionales. En el País Vasco, la abolición de los fueros en 1876 y la imposición de un sistema centralizado impulsaron el nacimiento del nacionalismo vasco, con Sabino Arana como principal referente. En Cataluña, el crecimiento económico e industrial fortaleció el catalanismo, que evolucionó desde un movimiento cultural hacia una demanda política con partidos como la Lliga Regionalista.

Los intentos de reforma desde arriba de Maura y Canalejas no lograron integrar a los nacionalismos en el sistema. Maura (1907-1909) intentó reformar la política local con la Ley de Administración Local, buscando dar más protagonismo a las élites regionales, pero su fracaso tras la Semana Trágica (1909) fortaleció el nacionalismo catalán, que vio al Estado como opresor. Canalejas (1910-1912) intentó reducir el poder de la Iglesia y promover reformas sociales, pero sin reconocer la autonomía regional, lo que generó desencanto en Cataluña y el País Vasco.

En resumen, mientras Cánovas creó un sistema que negaba el autogobierno y los reformistas intentaron modernizarlo sin romper el centralismo, los nacionalismos crecieron en respuesta a esta falta de reconocimiento, convirtiéndose en un desafío clave para la estabilidad del régimen de la Restauración.

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