Evolución de las mentalidades. La cultura
A) La represión cultural de la posguerra
Al término de la Guerra Civil, tras el exilio de intelectuales y artistas, la España franquista conocíó lo que se ha llamado el «páramo cultural» de la posguerra. A pesar de ello, es posible reconocer un conjunto de manifestaciones culturales inspiradas en los principios estéticos e intelectuales del franquismo: exaltación del nacionalismo español y de las virtudes militares, clasicismo en los gustos artísticos, catolicismo militante, hipervaloración de la época «dorada» del Imperio español y del Siglo de Oro, de la arquitectura herreriana y del pensamiento tradicional español desde Saavedra Fajardo a Marcelino Menéndez y Pelayo o Maeztu.
La política del régimen hizo que la censura afectara a todas las actividades intelectuales y a
los medios de comunicación. El cine y el teatro serían víctimas de una doble censura civil y
eclesiástica, siendo prohibidas obras de autores como García Lorca, Valle Inclán o Casona.
B) Renovación intelectual
La censura no evitó que algunos escritores criticaran la sociedad de posguerra y reflejaran
las míseras condiciones de vida de aquellos años cuarenta en obras como La familia de Pascual Duarte (1942) de Camilo José Cela, Los Hijos de la ira (1944) de Dámaso Alonso, Sombra del Paraíso (1944) de Vicente Aleixandre, Historia de una escalera de Buero Vallejo (1949) o La Colmena de Cela (1951). En 1944 nacía la revista Espadaña, que recogíó la «poesía social», representada, sobre todo, por Blas de Otero y Gabriel de Celaya, para quien la poesía era un»instrumento para transformar el mundo» o «un arma cargada de futuro».
En el mundo del pensamiento ya hubo intentos en los años cuarenta de recuperar la tradición liberal: Julio Caro Baroja o Ramón Carande en el campo de la historia;
Julián Marías. Zubiri, Laín Entralgo y Aranguren, en el pensamiento filosófico y el ensayo. Este impulso intelectual recibíó apoyo de Joaquín Ruiz Jiménez, ministro de Educación Nacional desde 1951. Muchos catedráticos depurados fueron readmitidos y los planes de enseñanza se modernizaron.
En aquellos años cincuenta la literatura y el cine produjeron algunas muestras de esa liberalización: El Jarama (1956) de Rafael Sánchez Ferlosio, las obras de Ignacio Aldecoa, Carmen Martín Gaite, o el cine de Bardem o Berlanga, el teatro de Mihura o Buera Vallejo, la poesía de Aleixandre o BIas de Otero. La historia tuvo en Jaume Vicéns Vives a su más preclaro renovador, abandonando los temas tópicos, destacando que la historia de España no era la historia de Castilla e incorporando los planteamientos económicosociales en el estudio de la historia. Esta liberalización fue interrumpida por los sucesos de 1956.
C) Intelectualidad y sociedad
Entre los intelectuales y la sociedad hubo un divorcio casi total, propiciado por la política del régimen de aislar a aquéllos. La sociedad española estaba inmersa en la «cultura de evasión»: el cine folklórico o de comedia intrascendente, que había sustituido al cine histórico o de exaltación militar de los años cuarenta y comienzos de los cincuenta (Raza, 1940; Leona de Castilla, 1951; Alba de América, 1951); el teatro, relegado a un segundo plano; la subliteratura (folletines o novela rosa); la radio y sus seriales o concursos; los toros y el fútbol, convertidos durante todo el franquismo como catalizador del nacionalismo español. Por último, la televisión, inaugurada en 1956, se convirtió en el medio por excelencia para difundir los valores del régimen.
Este divorcio entre intelectuales y sociedad movíó a una mayor politización de lo que se ha
dado en llamar «generación realista de la posguerra», surgida hacia 1955-56 (Celaya, Goytisolo o Martín Santos). El marxismo se convirtió en una ideología subyacente durante estos años con intelectuales como Sastre, Tuñón de Lara o Blas de Otero. La tolerancia de la etapa Fraga como ministro de Información y Turismo permitíó la difusión de la literatura marxista.
Desde 1968 hay un cierto cambio en el ambiente cultural español, con una mayor diversidad
de tendencias. Se difunde la literatura latinoamericana y los libros escritos en otras lenguas, como el catalán o el gallego. Los jóvenes escritores de la década de los setenta «entendían que la revolución estética y lingüística, y no la crítica social explícita, era la vía del escritor hacia la liberación», pero ello no les impedía ser antifranquistas y publicar sus ideas en revistas como Triunfo y Cuadernos para el Diálogo, que pagaron con suspensiones y sanciones su línea informativa.
El sistema educativo, que ya había sufrido reformas en los planes de estudio del Bachillerato y de la Universidad, se planteó con la aprobación en 1970 de la Ley General de
Educación del ministro Villar Palasí, la reforma de toda la educación, con escolarización obligatoria y gratuita hasta los 14 años.
Tema 15. 3. ELEMENTOS DE CAMBIO EN LA ETAPA FINAL DEL FRANQUISMO. LA OPOSICIÓN AL RÉGIMEN. EVOLUCIÓN DE LAS MENTALIDADES. LA CULTURA.
Evolución política y económica
La etapa final del franquismo o tardofranquismo va de 1969 a 1975. Aunque en estos años hubo desarrollo y apertura económica, no ocurríó lo mismo con la política. Por eso parecen síntomas de agitación. No obstante, el régimen aún era fuerte y contaba con el respaldo o con la indiferencia de una gran parte de los españoles, relativamente satisfechos con el reciente desarrollo económico.
A finales de la década de los sesenta culmina el proceso de institucionalización del régimen: Ley de Prensa de 1966, Ley orgánica del Estado de 1966, por la que Juan Carlos es proclamado sucesor tres años más tarde, Ley de Libertad religiosa, etc.
En Junio de 1973 se formó un nuevo gobierno y aparecíó por primera vez la figura del presidente de gobierno diferenciado de la de jefe del Estado. El designado por Franco fue el almirante Carrero Blanco, hombre de su confianza, que había permanecido a su lado desde 1940. Seis meses después, el mismo día que comenzaba el juicio contra un grupo de dirigentes de CCOO, un atentado de ETA hacía saltar por los aires el coche en el que viajaba Carrero Blanco (20 de Diciembre de 1973). Era un golpe duro, pues junto con Franco, Carrero era el único que podía mantener unidas las distintas familias del franquismo, por lo que con él desaparecía la última posibilidad de pervivencia del franquismo después de Franco. El régimen entraba en una crisis imparable.
La crisis política interior
Tras el atentado, Franco nombró presidente a Carlos Arias Navarro, quien anunció la intención de implantar medidas de liberalización política, entre ellas la regulación del derecho de asociación política. Esto generó una división interna entre los aperturistas- partidarios de una tímida reforma desde dentro- y los inmovilistas o intransigentes, popularmente conocidos como el búnker (organizados en torno a la organización ultraderechista Fuerza Nueva, dirigida por Blas Piñar).
Pero pronto se comprobó que se trataba de una nueva operación de maquillaje del gobierno, cuya actuación ordinaria seguía siendo represiva; de hecho, la ley de asociaciones ponía tales impedimentos que sólo podían acogerse a ella distintas tendencias del franquismo.
En Julio de 1974 Franco era hospitalizado, con un estado de salud muy delicado, por lo que se añadía un factor de incertidumbre para el régimen. Aprovechando esta circunstancia, el Partido Comunista impulsaba la creación de una Junta Democrática, que integraba a un conjunto de fuerzas de izquierdas –sin el PSOE- e, incluso, a personalidades de la derecha democrática; su programa era sentar las bases para el establecimiento de un nuevo sistema democrático.
El clima de inestabilidad política aumentaba y entraba en un círculo vicioso: ante el crecimiento de las protestas, fundamentalmente universitarias, se agudizaba la represión (brutalidad policial, detenciones, multas y cierres de periódicos críticos con el régimen). Ante la escalada de atentados terroristas (del FRAP, Frente Revolucionario Antifascista y Patriota y ETA sobre todo) se promulgó una ley antiterrorista que condenaba a la pena capital a sus autores. Las cinco últimas ejecuciones las firmó Franco en Septiembre de 1975, dos meses antes de su muerte.
La crisis política exterior
En concordancia con la situación interna que experimentaba la dictadura franquista en su último tramo, las relaciones exteriores también atravesaron dificultades. Entre ellas hay que destacar:
a) En Abril de 1974 la “Revolución de los claveles” terminaba con la dictadura de Portugal. Tres meses después caía la dictadura de los coroneles en Grecia. Así, España era la última dictadura que pervivía en Europa occidental.
b) La firma de las cinco sentencias de muerte generó numerosas peticiones de clemencia y gestiones de varios jefes de Estado y gobierno, incluso las del propio Papa Pablo VI. Finalmente, la ejecución provocó una oleada de protestas internacionales, la paralización de las negociaciones con la Comunidad Europea y una seria recriminación del Parlamento Europeo. El fantasma del aislamiento internacional reaparecía de nuevo.
c) La cuestión del Sáhara español, última colonia española en África, acabó de agudizar la crisis de la política exterior española. El gobierno había anunciado su intención de convocar un referéndum entre la población saharaui, para que decidiera sobre su futuro político. Sin embargo el rey Hassan II de Marruecos aprovechó las difíciles circunstancias que atravesaba España – con Franco muy enfermo desde Octubre de 1975- y organizó una marcha de 200.000 voluntarios hacia el Sáhara, la Marcha Verde, con la intención de presionar a España para que le entregara la zona. El gobierno accedíó a retirarse del territorio mediante el Acuerdo de Madrid firmado entre España, Marruecos y Mauritania el 14 de Noviembre de 1975, una semana antes de la muerte de Franco, que permitía el reparto del Sáhara español entre Marruecos y Mauritania y olvidaba el compromiso del referéndum adquirido con el pueblo saharaui.
El 20 de Noviembre de 1975 Franco moría.
Él y sus partidarios estaban convencidos de que todo quedaba “atado y bien atado”, y de que el nuevo rey, Juan Carlos I, continuaría aferrado a las líneas políticas franquistas. Los años venideros demostrarían que la dictadura franquista era inviable más allá de la muerte de su fundador.
La oposición al régimen
Cada vez eran más los sectores sociales que reclamaban el cambio político y se ampliaba el abanico ideológico de los grupos y partidos –ilegales- que se opónían al régimen (desde la izquierda hasta la democracia cristiana o liberal y grupos de la derecha monárquica o liberal). Aunque el régimen no dejó de aplicar en ningún momento los instrumentos de represión que tenía a su alcance, la oposición fue creciendo, aunque es cierto que fue incapaz de terminar con el régimen antes del fallecimiento de Franco.
Los principales frentes de oposición en esta etapa fueron:
La conflictividad laboral
Desde los años sesenta proliferaron las huelgas laborales, que a sus reivindicaciones básicas de carácter estrictamente profesional – salarios, condiciones de trabajo, etc- incorporaban reclamaciones de tipo político, en especial las libertades fundamentales, como el derecho de huelga, de manifestación o de libre sindicación. En este contexto nacieron las Comisiones Obreras (CCOO), sindicato impulsado por el Partido Comunista, pero que agrupaba a amplios sectores de la izquierda y a activistas católicos. A pesar de las persecuciones que sufrieron sus miembros, fue la organización más activa en la lucha obrera durante el franquismo. Los sindicatos históricos (CNT, UGT) quedaron en un segundo plano. Las zonas más conflictivas fueron, lógicamente, las áreas más industrializadas ( Madrid, Cataluña, País Vasco y Asturias).
La protesta universitaria
Continuó activa desde 1959, con una reivindicación explícita de las libertades democráticas.
La oposición de un sector de la Iglesia
Los papas Juan XXIII y Pablo VI y el Concilio Vaticano II, supusieron un cambio de planteamientos políticos y sociales. Existíó un alejamiento del Vaticano con respecto al estado franquista y una parte del clero también colaboró con organizaciones de oposición al franquismo e incluso los encierros, asambleas y reuniones de obreros se realizaron en parroquias.
Los partidos políticos ilegales
Desde la clandestinidad surgen partidos opuestos al régimen, que podemos englobar en cinco grandes grupos:
1) Partido Comunista de España (PCE). Evoluciónó hacia el denominado eurocomunismo, que implicaba un distanciamiento con la URSS. Fue muy combativo.
2) El Partido Socialista Obrero Español (PSOE), minoritario en el interior y de escasa implantación social. Empezó a aparecer a partir del Congreso de 1974 celebrado en Suresnes (Francia), que pasó del exilio al interior, con Felipe González como nuevo secretario general.
3) Nuevos grupos de extrema izquierda, más radicales que el PCE, que secundaron amplios sectores de la juventud más politizada (identificadas con el Mayo del 68 francés o con Mao Tse-Tung en China). Entre ellos estaban la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT) y el Partido del Trabajo de España (PTE), ambos maoístas, la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) –troskista- o el Frente Revolucionario antifascista y Patriota (FRAP), que adoptó la táctica de la lucha armada (terrorismo).
4) Nuevos partidos minoritarios de carácter moderado, que cubrían un amplio espectro ideológico (socialistas, socialdemócratas, liberales, monárquicos…), con dirigentes de prestigio (como el PSP, Partido Socialista Popular, de Tierno Galván; Izquierda Democrática, del ex –Ministro Joaquín Ruiz Jiménez).
5) Partidos nacionalistas: Además de la revitalización del PNV y de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), aparece en 1974 Convergencia Democrática de Cataluña (CDC), liderada por Jordi Pujol.