T 2.3. La Primera República francesa (1792-1799)
3.1. La República Democrática (1792-1794)
La oposición de la familia real y de los privilegiados a aceptar los cambios propuestos por la Asamblea Nacional se manifestó a raíz de la huida de París de Luis XVI para unirse al ejército austriaco, que planeaba invadir Francia y restablecer el absolutismo (Fuga de Varennes, Junio de 1791).
A pesar de que el rey fue descubierto y detenido, en Abril de 1792, los austriacos invadieron Francia y llegaron a las puertas de París.
La Convencíón girondina
La situación originó un clima de revuelta entre los sans-culottes, quienes, el 10 de Agosto de 1792, asaltaron el palacio real, encarcelaron al monarca y proclamaron la república (Septiembre de 1792).
La república quedó en manos de los girondinos*
Y se creó una Convencíón Nacional*
Elegida por sufragio universal masculino. La nueva asamblea inició un juicio contra Luis XVI y la reina María Antonieta, que fueron acusados de traición, condenados y ejecutados en la guillotina.
La muerte del rey provocó la alianza de las monarquías europeas, que formaron una coalición absolutista contra Francia, mientras en el interior del país estallaron revueltas contrarrevolucionarias y conspiraciones realistas.
La Convencíón jacobina
En Junio de 1793, ante las amenazas que se cernían sobre la Revolución, los jacobinos* se hicieron con el poder y la Revolución entró en su fase más radical. Se promulgó una nueva Constitución basada en la democracia social: soberanía popular, sufragio universal directo y derecho a la igualdad. El ejecutivo quedó en manos de un Comité de Salvación Pública, que otorgó todo el poder a Robespierre, un destacado dirigente jacobino.
Para hacer frente a la amenaza exterior se organizó un nuevo ejército (decretándose un reclutamiento forzoso de todos los hombres solteros entre 18 y 25 años) y para acabar con los contrarrevolucionarios se impulsó la política del Terror.
El Comité suspendíó las libertades y unos tribunales revolucionarios castigaron con prisión o muerte en la guillotina a los que se opónían al gobierno (Ley de sospechosos)
.
Para responder a las demandas de los sans-culottes, el Comité de Salvación Pública aprobó una serie de leyes sociales:
El control de los precios y salarios (Ley de máximum)
, la distribución de bienes de los contrarrevolucionarios entre los indigentes, la venta de las tierras del clero y la instrucción obligatoria. Además, se cerraron las iglesias, se inició un nuevo calendario y se establecíó el culto a la diosa razón (proceso de descristianización).
La caída de los jacobinos
En el verano de 1794 los peligros disminuyeron: las revueltas interiores habían sido sofocadas y los ejércitos franceses se impónían a los de la coalición extranjera. Pero la radicalización de la Revolución, el Terror y el gobierno dictatorial de los jacobinos provocaron la oposición de buena parte de la población, sobre todo de la burguésía que veía peligrar su hegemonía social.
Así, en Julio de 1794, en el mes Termidor según el calendario revolucionario, la alta burguésía propició un Golpe de Estado para poner fin a la radicalización de la Revolución. Robespierre y otros líderes jacobinos fueron derrocados y ejecutados.
3.2. La República burguesa (1794-1799)
Tras el Golpe de Estado, la burguésía conservadora volvíó a tomar el control de la Revolución con el propósito de retornar a los principios de 1791.
Para ello clausuró el Club de los jacobinos, derogó la Constitución de 1793, anuló las leyes jacobinas y promovíó el retorno de los exiliados a causa del Terror. Se elaboró una nueva Constitución (1795) que otorgaba el poder ejecutivo a un gobierno colegiado (Directorio), restablecía el sufragio censitario y confiaba el poder legislativo a dos cámaras: el Consejo de los Quinientos y el Consejo de los Ancianos.
El liberalismo de la nueva república se situaba entre el absolutismo y la democracia social de los jacobinos. Por ello, tuvo que hacer frente a la oposición tanto de la aristocracia, que pretendía instaurar de nuevo la monarquía y recuperar sus antiguos privilegios, como de las clases populares, que apoyaban el retorno de los jacobinos.
En ese contexto de crisis política y social, y en plena guerra contra las potencias absolutistas de Europa, el ejército fue la única institución capaz de imponer el orden en el interior del país y derrotar a los ejércitos invasores.
En 1799, un joven general, Napoleón Bonaparte, con el apoyo de la burguésía, protagonizó un Golpe de Estado que puso fin al Directorio. Su intención no era el regreso al Antiguo Régimen, sino la consolidación de la Revolución, aunque sólo en sus aspectos más moderados.