El imperialismo:
definición y causas
Conocemos con el nombre de imperialismo el proceso por el que, durante la segunda mitad del siglo
XIX, una serie de potencias europeas se lanzaron a colonizar y controlar política y económicamente
amplios territorios del planeta que hasta entonces no estaban occidentalizados, sobre todo en África
y Asía.
Este proceso responde a varias causas:
– Económicas. Aquí encontramos la necesidad de encontrar materias primas baratas,
producidas en lugares en los que la mano de obra era igualmente barata, y también la
necesidad de encontrar nuevos mercados, después de que los mercados tradicionales
(Europa, América) estuviesen ya saturados.
– Demográficas. La ocupación de territorios escasamente poblados fue una oportunidad para
enviar allí a parte del excedente demográfico fruto del importante crecimiento demográfico
que experimentaban los países europeos durante el Siglo XIX.
– Políticas. El colonialismo sirvió por una parte para demostrar el poderío militar de los países
colonizadores y también para afirmar el prestigio de los gobernantes de esos países ante su
opinión pública.
Causas ideológicas. Muchos vieron la ocasión de llevar la civilización y la cultura occidentales,
consideradas superiores, a zonas consideradas salvajes.
Formas de administración colonial
Los territorios adquiridos fueron administrados de diferentes maneras:
– Colonias. Territorios administrados por el país colonizador (la metrópoli) a través de
autoridades nombradas por sus respectivos gobiernos. Algunas fueron colonias de
poblamiento, destinadas a recibir a la emigración europea (Canadá, Australia) pero la mayoría
fueron colonias de explotación, en las que se utilizó la mano de obra local para la obtención
de materias primas. En este caso la presencia de población europea fue escasa (funcionarios,
militares, misioneros).
Protectorados. En zonas en las que existían gobiernos con anterioridad se adoptó esta
fórmula, en la que el gobierno anterior seguía existiendo, aunque totalmente controlado por
la metrópoli, que determinaba su política exterior y comercial. Fue el caso de los países del
norte de África (Egipto, Marruecos, etc.).
– Mandatos. Territorios del Imperio otomano que, después de la I Guerra Mundial fueron
tutelados por Francia o Gran Bretaña como paso previo a su independencia. Es el caso de
los países de Oriente Próximo (Siria, Líbano, Arabía Saudí, etc.).
La colonización de África y Asía
El proceso de colonización se puso en marcha a mediados del Siglo XIX, liderado por la
Gran Bretaña victoriana en la India y por el II Imperio francés de Napoléon III que, por razones de
prestigio, comenzó la ocupación del norte de África. Ambas potencias colaboraron en la construcción
del canal de Suez, inaugurado en 1869 y que supuso una revolución en la navegación a larga distancia
al tiempo que confirmaba su intromisión en el continente.
En 1885 tuvo lugar la Conferencia de Berlín, en la que se establecieron las zonas y
condiciones de ocupación de cada territorio para las distintas potencias. Así, Francia se establecíó en
el Magreb y el oeste del continente con otros territorios aislados (Congo, Madagascar). Gran Bretaña
ocupó una franja en sentido norte-sur desde Egipto hasta Kenia, así como en el sur del continente
(Rhodesia, Sudáfrica, etc.) y otros territorios aislados (Nigeria, Costa de Oro). Alemania ocupó
Camerún, África Occidental Alemana y África Oriental Alemana, aunque su colonización fue más
tardía por el desinterés de Bismarck.
Portugal se hizo con Angola y Monzambique; Italia, con Libia, Somalía y Eritrea y España
con parte de Marruecos, Sáhará y Guinea. Finalmente, el enorme Congo belga fue propiedad
particular del rey Leopoldo II hasta su muerte en 1908, cuando pasó al estado belga.
Cuando el proceso de colonización del continente terminó, hacia 1914, solo quedaban
independientes Liberia (bajo la influencia de EEUU) y Abisinia (Etiopía).
No fue un proceso pacífico y generó diferentes enfrentamientos entre las potencias europeas.
En 1898 tuvo lugar el incidente de Fachoda, en el que tropas francesas y británicas protagonizaron
una escaramuza por el control de este enclave situado en el sur de Egipto. Finalmente, Francia se
retiró del lugar. Entre 1899 y 1902 se desarrolló la Guerra de los Bóers, colonos holandeses que
habitaban en El Cabo (Sudáfrica) desde el Siglo XVII y que se resistieron al control británico.
Finalmente, serían derrotados y se integraron en el territorio inglés para formar la Uníón Sudafricana.
En el caso de Asía, hubo menos potencias en conflicto por dominar un territorio muy amplio.
En la India, la presencia inglesa databa del Siglo XVII y se desarrolló a partir de la revuelta de los
cipayos en 1857 con un control total del territorio estableciendo diferentes tratados y protectorados
con los gobernantes locales. En el caso de Francia, colonizó bajo el II Imperio la zona de Indochina,
mientras que Holanda dispónía de un Imperio en las Indias Orientales desde el Siglo XVII, así como
la presencia española en Filipinas, que había comenzado en el XVI.
Pero el territorio que más problemas ocasiónó fue China, cuya debilidad como estado y
amplias posibilidades como mercado provocaron la intervención de diferentes potencias europeas.
La resistencia China provocó las dos Guerras del Opio (1839-42 y 1856-60) que terminaron con la
derrota China y la obligación de abrir sus puertos y firmar tratados comerciales con Gran Bretaña y
Francia. A mediados del siglo, Rusia comenzó a expandirse hacia Oriente hasta llegar a las costas del
Pacífico, mientras que en 1895 China fue derrotada por Japón, que recibíó Taiwán y comenzó a
intervenir en el comercio con el Imperio manchú.
En 1901, la revuelta de los Boxers (campesinos que se opónían a la presencia europea)
terminó con una nueva derrota China y con la confirmación de la presencia europea. En 1905, la
guerra ruso-japonesa se libró por el control de Manchuria y Corea, terminando con la derrota de
Rusia y el Tratado de Portsmouth, por el que cedía ambos territorios a Japón, con el consiguiente
desprestigio para el gobierno del zar, derrotado por una potencia emergente.
Las relaciones internacionales entre 1870 y 1914
Coincidiendo con la época del imperialismo, se tejíó una compleja red de alianzas entre las
potencias europeas que, a la larga, sería una de las causas de la I Guerra Mundial.
Después de la derrota de Francia en 1870 y la proclamación del II Reich, Bismarck impulsó
una serie de tratados con distintos países con una doble finalidad: asentar el papel de Alemania como
potencia hegemónica en Europa y aislar diplomáticamente a Francia. Los principales aliados de
Alemania fueron las otras dos potencias del este del continente: Austria y Rusia. De los diferentes
tratados firmados en esta época, el más importante es la Triple Alianza, ratificada por Alemania,
Austria e Italia en 1882.
El nuevo emperador de Alemania, Guillermo II (reinó entre 1888 y 1918) era partidario de
una política colonial y exterior mucho más militarista y agresiva (la Weltpolitik o política mundial), lo
que chocó con los proyectos de Bismarck y propició su dimisión en 1890.
A partir de entonces comenzó un periodo conocido como la Paz Armada, en el que los
distintos países europeos, con Alemania al frente, comenzaron a aumentar sus inversiones en gasto
militar al tiempo que surgieron distintos focos de tensión:
– Los Balcanes, divididos en un mosaico de estados (Bulgaria, Serbia, Grecia, todos
independizados del Imperio otomano en el Siglo XIX) y territorios bajo la influencia de
Austria y Turquía en la que ambos estados pugnaban por la hegemonía junto con Rusia, que
veía a los pueblos eslavos (con Serbia al frente) como sus hermanos culturales y como una
oportunidad de intervenir en Europa. La situación derivó en las dos crisis balcánicas, entre
1908 y 1913, que se saldaron con las derrotas de Turquía y Bulgaria.
– Las dos crisis de Marruecos (1905 y 1911). Alemania intentó debilitar a Francia enviando
buques de guerra en apoyo de los independentistas marroquíes. La primera de ellas fue
solventada con la Conferencia de Algeciras (1906) que reguló la colonización del norte de
Marruecos con Francia y España como protagonistas, mientras que la segunda fue
solucionada con compensaciones territoriales para Alemania en el Congo.
Al mismo tiempo, se establecíó un nuevo sistema de alianzas paralelo al impulsado por
Alemania: en 1904, Gran Bretaña y Francia firmaron la Entente Cordial, a la que se uníó en 1907
Rusia para formar la Triple Entente.