El descontento procedía sectores privilegiados de la Iglesia y de la nobleza, algunos escritores y políticos, la oposición de algunas ciudades y pueblos al absolutismo, y por último el malestar popular. La monarquía comenzó el Siglo XIX inmersa en un proceso de pérdida de credibilidad y de crisis de legitimidad. Derrotada en las guerras, era incapaz de garantizar la defensa del territorio. En este contexto de crisis se impuso entre los sectores privilegiados la idea de que la solución a todos los problemas era la eliminación de Godoy, la abdicación de Carlos IV y la entronización de su hijo Fernando. Se produjo, así, una conspiración palaciega en 1807, que fracasó, y en Marzo de 1808 triunfó el motín de Aranjuez, Godoy fue encarcelado y Carlos IV fue obligado a renunciar a la Corona a favor del príncipe Fernando. España, sometida a las injerencias de Napoleón, firmaba el Tratado de Fontainebleau (1807), que prevéía el reparto de Portugal, aliado de Gran Bretaña, y autorizaba la entrada de los ejércitos napoleónicos en España. Carlos IV y su hijo Fernando se disputaban el favor de Napoleón, invicto y todo poderoso, en Europa; sus ejércitos ocupaban en 1808 Italia, Holanda y gran parte de Alemania. Ambos esperaban obtener el respaldo del francés en su pugna por el trono español; por ello, partieron hacia la ciudad francesa de Bayona, cercana a la frontera española.Allí el emperador francés obligó por la fuerza a Carlos IV y a Fernando VII a renunciar a sus derechos al trono español. Éstos abdicaron y cedieron sus derechos reales a Napoleón (abdicaciones de Bayona). El Emperador proclamó a su hermano José I rey de España y de las Américas. Sin embargo, Napoleón no dominaba el problema español por un doble error de apreciación, que le traería perniciosas consecuencias: creyó que los españoles deseaban reformas al estilo francés y consideró a los españoles tan pasivos y pusilánimes como a sus reyes. Ninguna de ambas apreciaciones era cierta, y el 2 de Mayo de 1808 comenzaron en Madrid los levantamientos populares contra el ejército invasor francés, estos levantamientos se extendieron pronto a toda España. La sociedad española reacciónó de forma diferente ante los hechos consumados de la invasión francesa y las renuncias de Bayona; distinguimos tres actitudes: La mayoría de los españoles, pertenecientes a distintos grupos sociales y opciones ideológicas, se opusieron a la ocupación participando más o menos activamente en la lucha contra el ejército napoleónico. Otro sector de la sociedad compuesto especialmente por funcionarios del Estado y empleados que vivían en las ciudades controladas por los franceses, adoptó una posición tibia e indecisa. Muchos de ellos prestarán, como se exigía, el juramento de fidelidad al Bonaparte sólo para conservar su situación. Un grupo numéricamente muy reducido de españoles, los llamados «afrancesados», apoyaron a José I, Estos colaboracionistas, en su mayor parte integrantes de los sectores sociales más altos, habían sido antes partídarios de las reformas ilustradas que la muerte de Carlos III y, sobre todo, la Revolución Francesa habían truncado. Las razones de los afrancesados para justificar su apoyo a los franceses se resumían en que consideraban inútil hacer frente a una armada hasta entonces invencible, no quería que España quedará destrozada y en parte porque necesitaba reformas que los franceses iban a realizar.Los afrancesados fueron considerados traidores a su patria por la mayoría del pueblo español. Al término de la guerra se vieron forzados a marchar al destierro por su colaboración con el enemigo; así, unos l 5.000 afrancesados pasaran a Francia en 1814.El nuevo régimen político monárquico de José I Bonaparte quedó diseñado en teoría por el denominado «Estatuto de Bayona», elaborado por el entorno del Emperador y dado en esa ciudad en Julio de 1808; esta ley fundamental, en realidad debe ser definida como una carta otorgada”, ya que no fue producto de acto soberano de la nacíón. El Estatuto de Bayona, que jamás fue aplicado en la práctica, era un texto parcialmente reformista pues incluía en su contenido el reconocimiento de ciertos derechos individuales, aunque también establecía la religión católica como única permitida. En 1808, Napoleón era el verdadero árbitro de la situación política española. El destronado Carlos IV (1788-1808) y el nuevo rey, Fernando VII (1814-1833), esperaban contar con su apoyo. Sin embargo, Napoleón obligó a una sucesión de abdicaciones y eligió a su hermano José como rey de España, quien reinó con el nombre de José I (1808-1813). A causa de estos hechos y de la ocupación francesa del territorio, dio comienzo la guerra de la Independencia (1808-1814). Paralelamente a la guerra se realizaron algunas propuestas para transformar las viejas estructuras políticas y sociales que habían dado forma a la monarquía absoluta. La guerra de la Independencia precipitó la crisis política interna de la monarquía absoluta y abríó el camino a propuestas de reforma de las viejas estructuras políticas y sociales. La guerra fue escenario de ensayos políticos diversos, que pugnaron por definir una salida a la situación de vacío de poder creada en 1808, tras el motín de Aranjuez y la salida a Bayona de la familia real.