1. La Regencia de María Cristina (1833-1840)
1.1. El Inicio de la Regencia
A la muerte de Fernando VII en 1833, su hija Isabel II, de tres años, fue proclamada reina. Su madre, María Cristina de Borbón, asumió la regencia con poderes absolutos y buscó el apoyo de los liberales para asegurar el trono de su hija frente a los partidarios de Carlos María Isidro.
1.2. La Primera Guerra Carlista (1833-1839)
Los Carlistas (o Apostólicos): Apoyados por pequeños propietarios rurales, parte del clero y opositores al liberalismo. Defendían a Carlos María Isidro, el catolicismo conservador y el foralismo. Su influencia se concentraba en el País Vasco, Navarra, norte de Cataluña y el Maestrazgo.
Los Liberales (o Isabelinos/Cristinos): Con apoyo en las ciudades, la burguesía y sectores de la nobleza. Defendían los derechos de Isabel II y la regente, los principios liberales y, en muchos casos, el centralismo.
El general carlista Zumalacárregui formó un ejército que controló gran parte del País Vasco y Navarra. Tras su muerte en 1835, la guerra cambió de rumbo. En 1839, el Convenio de Vergara puso fin al conflicto, con el reconocimiento de Isabel II por parte de los carlistas y el compromiso liberal de respetar los fueros vascos y navarros.
1.3. Los Gobiernos de María Cristina
Durante la regencia, se sucedieron gobiernos liberales moderados y progresistas. Destacan figuras como Francisco Cea Bermúdez (división territorial de 1833), Francisco Martínez de la Rosa (Estatuto Real de 1834) y Juan Álvarez Mendizábal (desamortización y reforma electoral).
El Estatuto Real de 1834 reflejó un liberalismo moderado, mientras que los progresistas se inspiraban en la Constitución de 1812. La guerra carlista impulsó el acercamiento de la regente a los progresistas.
2. El Reinado de Isabel II (1843-1868)
2.1. La Década Moderada (1844-1854)
El general Narváez, líder del Partido Moderado, inició la “Década Moderada” con el apoyo de la oligarquía terrateniente y financiera.
Consolidación del Estado Liberal: Se promulgó la Constitución de 1845, se centralizó la administración, se reformó la Hacienda y se restablecieron las relaciones con la Iglesia mediante el Concordato de 1851.
Centralismo: Se creó la Guardia Civil, se establecieron gobernadores civiles en las provincias y se unificó el sistema de pesas y medidas.
Hacienda: Se introdujeron la contribución territorial y el impopular impuesto de consumos.
2.2. El Bienio Progresista (1854-1856)
El descontento popular y la oposición progresista llevaron al Bienio Progresista, impulsado por el Manifiesto de Manzanares, las Jornadas de Julio y la Vicalvarada del general O’Donnell.
Espartero volvió a la presidencia, ampliando las libertades y la participación electoral. Se impulsó la Ley General de Ferrocarriles y la desamortización de Madoz (1855).
2.3. La Última Fase del Reinado (1856-1868)
Se alternaron en el gobierno la Unión Liberal de O’Donnell y el Partido Moderado de Narváez.
Estabilidad y Descontento: Coincidiendo con la expansión económica europea, se produjo un crecimiento económico en España, con desarrollo ferroviario e inversión extranjera. Sin embargo, la crisis de 1866 y la falta de representatividad del régimen generaron descontento.
Conflictos Exteriores: España intervino en Marruecos, México y Cochinchina.
Crisis Final: La crisis económica, la represión política y la oposición llevaron al Pacto de Ostende (1866), que buscaba derrocar a Isabel II.
3. Población, Sociedad y Economía
3.1. Las Transformaciones Económicas
Las Desamortizaciones: La desamortización de Mendizábal (1836) y la de Madoz (1855) convirtieron bienes de la Iglesia y los ayuntamientos en bienes nacionales. Buscaba sanear la Hacienda, crear una clase de pequeños propietarios y fomentar el capitalismo.
Consecuencias: Aumentó la superficie cultivable, pero no se creó una clase de pequeños propietarios. Se consolidaron los latifundios en algunas zonas. Se transformó la fisonomía de las ciudades y las relaciones laborales en el campo.
Los Comienzos de la Industrialización: La industrialización española se vio impulsada por la importación de tecnología y capital extranjero, así como por el crecimiento demográfico. La construcción del ferrocarril fue clave en este proceso.
Textil: La industria textil catalana se desarrolló, pero con limitaciones debido a la competencia extranjera.
Siderurgia: La siderurgia se localizó en la cornisa cantábrica, pero su desarrollo fue lento.
Minería: La Ley de Minas de 1868 liberalizó el sector y atrajo inversión extranjera, especialmente en la minería del plomo, cobre, mercurio y cinc.