Reinado de Alfonso XII: el sistem canovista y la constitución de 1876

3.MODELO 0 B

Explica los elementos fundamentales del sistema político ideado por Cánovas


El sistema político ideado por Cánovas e inspirado en el modelo inglés se apoyaba sobre tres soportes fundamentales:

• El rey y las Cortes, como instituciones fundamentales legitimadas por la historia.

• El bipartidismo, como sistema idóneo de alternancia en el poder.

• Una Constitución moderada, como marco jurídico del sistema.

El rey y las Cortes

La historia había convertido al rey y las Cortes en las dos instituciones fundamentales de la Constitución interna de la nacíón española.

Ambas formaban la columna vertebral de la nacíón y, por lo tanto, debían ejercer la soberanía conjuntamente. Cánovas retornaba así a los planteamientos del liberalismo doctrinario y su defensa de la soberanía compartida entre el rey y las Cortes, que constituían la base ideológica del antiguo Partido Moderado.

La Constitución moderada de 1876

Era de carácter moderado y basada en lo esencial en la de 1845, aunque con algunos derechos de la Constitución progresista de 1869, pero recortados.

Su gran ventaja radicaba en la elasticidad; es decir, en su articulado poco preciso, compatible con gobiernos de muy distinto signo político. Precisamente, uno de los factores de inestabilidad del liberalismo español había sido la rigidez de las Constituciones anteriores.

El bipartidismo

Siguiendo el modelo bipartidista inglés, la labor de gobierno debía recaer exclusivamente en dos partidos principales, que se alternarían en el poder y en la oposición:

• El Partido Conservador, liderado por el propio Cánovas y continuador de la tradición del Partido Moderado.

• El Partido Liberal, liderado por Sagasta y que aglutinaba a la izquierda moderada burguesa.

Los dos partidos principales (Conservador y Liberal) estaban más próximos entre sí de lo que aparentaban, incluso en el ámbito ideológico, y aceptaban el juego trucado en que se habían convertido los cambios de gobierno.

La alternancia pacífica en el poder de ambos partidos se convirtió, de hecho, en cambios de gobierno pactados de antemano entre ellos:

• Los dos partidos se relevaban en el poder de forma pacífica y se concedían mutuamente plazos razonables de gobierno.

• El partido en la oposición aceptaba los cambios de cierta importancia realizados por el partido en el poder y se comprometía a mantenerlos cuando le correspondiera gobernar.

• Cuando un partido consideraba que le había llegado el momento de gobernar, o de dejar el gobierno y pasar a la oposición, lo pactaba con el otro partido y con el rey.

• El rey, entonces, según el poder que le reconocía la Constitución, mandaba formar gobierno al nuevo partido, disolvía las Cortes y convocaba nuevas elecciones, que, debidamente manipuladas, proporcionaban la mayoría necesaria al partido que empezaba a gobernar.

• El partido saliente del gobierno se convertía en oposición y esperaba hasta que llegaba su nuevo turno.

Una vez acordado el cambio de gobierno, se convocaban nuevas elecciones y se amañaban para que arrojaran resultados favorables al partido que iba a gobernar.

Tanto el Partido Conservador como el Liberal tenían su propia red organizada para asegurarse los resultados electorales adecuados cuando les correspondiese el turno de gobernar. Se trataba de una red piramidal con la siguiente estructura y funcionamiento:

• Desde el Ministerio de la Gobernación en Madrid se comunicaba a los gobernadores civiles de las provincias los resultados electorales que se pretendía obtener en ellas.

• En cada capital de provincia, el gobernador civil elaboraba la lista de los candidatos («encasillado») que habían de salir elegidos en cada localidad y daba, a su vez, las instrucciones correspondientes a los caciques locales.

• Por último, en las comarcas, pueblos y aldeas, los caciques locales (personalidades con poder e influencias) se encargaban de que resultaran elegidos los candidatos de su circunscripción incluidos en el «encasillado», para lo cual recurrían a los más variados procedimientos: presiones, amenazas, extorsiones de todo tipo y, en caso necesario, al «pucherazo».

Evidentemente, la capacidad de manipulación y fraude era mucho menor en las ciudades que en el medio rural, donde las viejas formas de dominación feudal todavía pervivían, aunque modificadas, en los nuevos mecanismos de control de los terratenientes sobre los campesinos.

3.Junio A

Detalla las fases del conflicto entre liberales y absolutistas durante el reinado de Fernando VII

El retorno de Fernando VII y la anulación de la obra de las Cortes de Cádiz

En virtud del Tratado de Valençay (1813), Fernando VII regresó a España, en un clima de entusiasmo popular y aclamaciones.

Desde su entrada en España, los partidarios del absolutismo le incitaron a restaurar el viejo orden de cosas. Recibíó el documento conocido como Manifiesto de los Persas, un escrito redactado por sesenta y nueve diputados «serviles», en el que se animaba al monarca a ignorar las propuestas liberales y a restaurar la monarquía absoluta.

Fernando VII anuló la Constitución de Cádiz de 1812 y toda la obra legisladora de las Cortes gaditanas; restauró el absolutismo y todas las viejas instituciones e incluso la Inquisición. Solo confirmó la abolición de los derechos jurisdiccionales en los señoríos, que representaban un límite a su poder absoluto.

Los liberales fueron perseguidos y se vieron obligados a pasar a la clandestinidad y a formar sociedades secretas, siempre dispuestas a la conspiración. Muchos fueron arrestados, otros decidieron exiliarse a Francia o a Inglaterra. Y entre 1815 y 1820 se produjeron diversas conspiraciones protagonizadas por los liberales, que acabaron en pronunciamientos militares.

Pero el de mayor importancia fue el pronunciamiento del Comandante Riego en 1820, que consiguió imponer un giro político al reinado, con el que se inició el Trienio Liberal.

El Trienio Liberal (1820-1823)


El 1 de Enero de 1820, el comandante Riego se pronunció en Cabezas de San Juan (Sevilla) con parte de las tropas que iban a embarcar para sofocar los levantamientos independentistas que habían surgido en las colonias americanas y proclamó la Constitución de 1812, que Fernando VII se vio obligado a jurar, con lo que se inició el Trienio Liberal.

Durante este periodo, el rey utilizó todos los resortes que la Constitución de 1812 le proporcionaba para obstaculizar las reformas legislativas de las nuevas Cortes liberales. A pesar de todo, las nuevas Cortes liberales intentaron acelerar la obra iniciada por las de Cádiz para desmantelar definitivamente el Antiguo Régimen. Sin embargo, más allá de la elaboración de las leyes, apenas hubo tiempo u oportunidad para llevarlas a la práctica.

Los absolutistas manifestaron su oposición al gobierno liberal desde el comienzo del Trienio, pero a partir del verano de 1822 esta oposición fue fraguando en un poderoso grupo, conocido como los realistas, cuya intervención –en complicidad con el propio rey– fue apreciable en algunos acontecimientos encaminados a restablecer el viejo absolutismo: la sublevación de la Guardia Real (Julio de 1822), sofocada finalmente por la Milicia Nacional; la organización de fuerzas guerrilleras en Navarra y Cataluña; y la creación de la Regencia de Urgel, instalada en La Seo de Urgel, que hasta su disolución por el ejército pretendíó actuar como gobierno legítimo mientras durara la «cautividad» del rey por parte de los liberales.

Fracasados los intentos de restaurar el absolutismo mediante la rebelión armada interior, las potencias de la Santa Alianza, reunidas en el Congreso de Verona (1822), acordaron encargar a Francia –donde se había restaurado la monarquía– que interviniera en España con el ejército conocido como Los Cien Mil Hijos de San Luis. Apoyado por los realistas españoles, ese cuerpo de ejército invadíó la Península sin encontrar apenas resistencia.

La década absolutista (1823-1833)


Fernando VII restauró por segunda vez el absolutismo: declaró nulos todos los actos del Gobierno durante el Trienio Liberal y persiguió a los liberales, que huyeron en masa del país a Francia e Inglaterra.

Sin embargo, esta segunda restauración del absolutismo, aunque pretendía también restablecer el Antiguo Régimen y se iniciaba con una brutal represión contra los liberales, tuvo un carácter más moderado que la primera y se emprendíó una cierta modernización administrativa en la línea de la Ilustración dieciochesca. Hasta tal punto que, en esta última etapa de su reinado, Fernando VII se encontró con una doble oposición: la de los liberales, opositores naturales a un régimen absolutista; y la de los apostólicos, el grupo más exaltado de los realistas o absolutistas.

A la muerte de Fernando VII, los absolutistas más radicales, los apostólicos, encontraron en el infante Carlos María Isidro a un líder dotado de legitimidad dinástica y apoyaron sus pretensiones al trono.

3.Junio A

Especifica las carácterísticas esenciales de la Constitución de 1876


Establecía la soberanía compartida entre el rey y las Cortes, siguiendo la tradición moderada y la teoría canovista de la Constitución interna.

Aumentaba las prerrogativas del rey, que manténía el poder ejecutivo; nombraba y separaba libremente a los ministros; sancionaba y promulgaba las leyes; y convocaba, suspendía y disolvía las Cortes.

Las Cortes eran bicamerales y tenían un poder limitado:

• El Senado era muy elitista y conservador, compuesto por tres grupos de senadores: los vitalicios por derecho propio (magnates de la nobleza, el clero, la administración, etc.); los vitalicios nombrados por el rey; y los elegidos por los mayores contribuyentes y las Corporaciones, para lo cual debían tener una elevada fortuna o haber desempeñado altos cargos políticos.

• El Congreso era electivo, pero la Constitución no definía el tipo de sufragio.

La declaración de derechos era semejante en apariencia a la de 1869, pero se limitaba a reconocerlos con carácter general y dejaba la regulación concreta de su ejercicio a las leyes ordinarias. Esto supónía en realidad un serio recorte, ya que el gobernante de turno podía limitar o anular en la práctica cualquier derecho con una nueva ley sin necesidad de cambiar la Constitución.

El catolicismo se declaraba como religión oficial del Estado y se prohibían las manifestaciones públicas de cualquier otra religión, aunque se reconocía la libertad individual de culto.

En resumen, el régimen institucional resultante de esta Constitución, con un evidente predominio del papel del monarca frente a las Cortes, era muy similar al del reinado efectivo de Isabel II.

3.Junio B

Describe las carácterísticas de los partidos políticos que surgieron durante el reinado de Isabel II


Partido Moderado

El Partido Moderado (o Liberal Moderado) se identificaba con las concepciones del liberalismo doctrinario francés, partidario de la soberanía compartida entre el rey y las Cortes, así como de dotar al monarca de amplios poderes y de limitar los derechos individuales de los ciudadanos. En este sentido, representaba una continuidad con los doceañistas o moderados del Trienio Liberal (1820-1823).

Contaba con el apoyo de los sectores sociales de mayor nivel económico: los grandes terratenientes, la alta burguésía y la clase media alta. Su principal líder y representante era el general Narváez.

Partido Progresista

El Partido Progresista, siguiendo la tradición de los exaltados del Trienio Liberal, propugnaba la soberanía nacional, representada en las Cortes, cuyo protagonismo político debía limitar el poder del rey.

Su base social estaba en la pequeña y mediana burguésía y, en general, en las clases medias, empleados y artesanos, que aspiraban a llevar las reformas lo más lejos posible.

Su espadón y figura indiscutible fue el general Espartero, militar de gran carisma popular por su papel en la primera guerra carlista.

Partido Demócrata

El Partido Demócrata surgíó de una escisión del Partido Progresista en el contexto de agitación revolucionaria que recorríó Europa en 1848.

Integraba a progresistas radicales, republicanos e incluso simpatizantes del incipiente socialismo. Pero, por su oposición a la monarquía de Isabel II, no participó nunca en su sistema político.

Publicó su programa en un Manifiesto de 1849: defensa de la soberanía nacional y sufragio universal; libertad de conciencia; derecho de reuníón y asociación; instrucción primaria universal y gratuita; e intervención del Estado en otros ámbitos de la asistencia social.

Aspiraba a tener su base social en las clases populares, sin desdeñar a destacados intelectuales.

Uníón Liberal

La Uníón Liberal se constituyó en los años cincuenta como partido de centro: se nutría principalmente del ala derecha del Partido Progresista y, sobre todo, del ala izquierda del Partido Moderado.

Como todo partido con vocación centrista, aspiraba a ser una alternativa política tan distante del progresismo radical como del moderantismo reaccionario.

Su espadón y líder fue el general O’Donnell.

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