República Española (1931-1939): Constitución, Reformas y Guerra Civil

La Proclamación de la República, la Constitución de 1931 y el Bienio Reformista

Proclamación de la República

Las Elecciones Municipales del 12 de abril de 1931 mostraron en las ciudades más importantes una fuerte tendencia antimonárquica. El rey se dio cuenta de que el ejército no estaba dispuesto a salvarle como en otras ocasiones, por lo que decide abandonar España. Se encaminó discretamente hacia Cartagena donde embarcó rumbo a Marsella, camino del exilio definitivo. Primero en Eibar, después en Barcelona y finalmente en Madrid se proclamó la II República el 14 de abril. Dos días después, el Comité Revolucionario se convirtió en Gobierno Provisional, formado por todos los partidos que habían firmado el Pacto de San Sebastián.

Desde el extranjero el rey aconsejó a sus seguidores que aceptaran la nueva situación, reconociendo que era la voluntad del pueblo. La Iglesia aconsejó respeto por las autoridades constituidas, pero entre estas dos instituciones las relaciones no serían nada fáciles (entre el 10 y el 11 de mayo comenzó la quema de conventos en Madrid, el gobierno no hace nada por detenerlo y se extiende el fenómeno a otras ciudades), y por su parte, el Vaticano, no imitó el ejemplo de la mayoría de los gobiernos del mundo que reconocieron rápidamente a la República: se basaban en que el gobierno se llamaba así mismo “provisional” y que el rey había abandonado el país sin abdicar.

Constitución de 1931

De acuerdo una vez más con el pacto de San Sebastián, el gobierno convocó las elecciones a Cortes Constituyentes para el 28 de junio. Las Cortes que nacieron de estas elecciones estaban muy inclinadas hacia la izquierda e incluían a todos los partidos políticos, también a los regionalistas, y muchos hombres sin experiencia política e intelectuales (Ortega y Gasset, Unamuno, Gregorio Marañón…). Fueron 19 partidos diferentes los que las formaron destacando los 116 diputados del PSOE.

La nueva constitución fue democrática, laica y autonomista, inspirada en la Constitución de Weimar (la más democrática de Europa en aquel momento) y la mexicana de 1917. Los principales puntos fueron:

  • Aunque el artículo 1 declare a España como un Estado Integral, concedía los Estatutos de Autonomía a aquellas regiones que lo solicitasen.
  • Cortes Unicamerales (el Senado “era recuerdo de antaño que el tiempo borrará”).
  • Se limitan los derechos del presidente de la República, pero no debía ser sólo una figura decorativa.
  • Además de recoger los derechos individuales de las constituciones del siglo XIX, incorpora los de asociación política y sindical.
  • Reduce la mayoría de edad de 25 a 23 años.
  • Sufragio Universal: las mujeres pueden votar.
  • Respeta el derecho de propiedad privada, pero se añade que podrían ser expropiadas cuando los intereses comunes fueran primordiales.
  • Separación entre Iglesia y Estado: se aprobó la libertad de culto, el matrimonio civil, el divorcio, la supresión de la Compañía de Jesús y se prohibió la enseñanza a las congregaciones religiosas.
  • Se juzgó a Alfonso XIII, sobre todo por la complicidad con el golpe de Estado de Primo de Rivera. Como también habían abolido la pena de muerte, sentenciaron al rey al destierro perpetuo.

La votación para la aprobación de la constitución tuvo lugar el 9 de diciembre con 8 votos en contra. A la semana siguiente, Niceto Alcalá-Zamora fue nombrado presidente de la República y Manuel Azaña fue nombrado presidente del Gobierno.

El Bienio Reformista

El nuevo gobierno actuó en los siguientes ámbitos:

Estado y Autonomías

La Generalitat ya había sido aprobada el 21 de abril, organizada antes con la elaboración del Estatuto de Nuria, su estatuto de autonomía que no fue aprobado hasta 1932. A partir de ese momento comenzaron a funcionar las instituciones autonómicas con Macià como presidente de la Generalitat y Lluis Companys como presidente del Parlament de Catalunya.

La autonomía vasca (Estatuto de Estella) siguió un rumbo bastante distinto, sobre todo por el carácter foralista y católico y la falta de acuerdo entre las sociedades vasca y navarra. El estatuto de autonomía logró ser aprobado cuando ya había comenzado la Guerra Civil, por lo que nunca llegó a funcionar. Exactamente ocurrió lo mismo con la autonomía gallega, aunque aquí si había sido aprobado por todos los ayuntamientos gallegos.

Disolución de la Compañía de Jesús

Una de las medidas más importantes fue la disolución de la Compañía de Jesús en 1932 y la confiscación de sus propiedades. Las causas eran su influencia educativa (regentaban dos escuelas de ingenieros que eran las más equipadas del Estado y sus alumnos ocupaban los mejores puestos en las empresas), su tremenda riqueza oculta (acciones de Telefónica que no estaban a su nombre) y el poder económico que les daba tal riqueza.

El objetivo del gobierno republicano era crear un sistema de escuelas laicas: los municipios proporcionarían los solares y ayudarían económicamente a la construcción de los edificios. El gobierno central contribuiría con el 50% o el 75% de los gastos de construcción y pagaría el sueldo al maestro. Pero el intenso ritmo de construcciones escolares no iba a extenderse más de finales de 1932.

Modernización del Ejército

Se continuó aplicando la Ley del Retiro, por la que todo general que no hubiera recibido ningún nombramiento en seis meses pasaría a la reserva. Dejó fuera al 40%, entre ellos algunos de los que luego participarían en el levantamiento de 1936 como Mola o Millán Astray.

La reforma del ejército estaba unida al orden público que dependía de la Guardia Civil, cuyo jefe era José Sanjurjo, figura clave en el golpe de Primo de Rivera y en el abandono de España de Alfonso XIII. Los dirigentes republicanos querían adoptar métodos más suaves para mantener el orden público que los empleados por la Guardia Civil. Por eso decidieron crear una nueva fuerza urbana para la seguridad: la Guardia de Asalto, que en un principio no tendrían que ir armados, siendo entrenados para disolver manifestaciones sin atacar.

Reforma Agraria

Había dos grandes objetivos: llevar a cabo una reforma técnica para lograr una mayor productividad y lograr una mejor redistribución de las tierras, muy concentradas en manos de una minoría de propietarios que no las cultivaban. Se buscaba la reforma en el campo al igual que muchas reformas agrarias en Europa Central o América Latina en esta misma época. La Ley de Reforma Agraria causó un enorme debate en el Parlamento y no fue aprobada hasta 1932 en un contexto favorable producido por el fracaso de la sublevación del general Sanjurjo.

De su puesta en práctica se encargó el Instituto de Reforma Agraria (IRA) apoyado financieramente por el Banco Nacional Agrario. Se autorizó la expropiación de millones de hectáreas pertenecientes a la nobleza. Pero la ley no satisfizo a nadie y durante sus dos años de vigencia, sólo 12.200 familias recibieron tierras.

Anarcosindicalismo

Los anarquistas estaban en manos de su sector más radical, la FAI (Federación Anarquista Ibérica), y desde el principio le declaran la guerra a la República (huelgas y ocupaciones de tierras). En 1933 se produce un levantamiento generalizado de la FAI que sólo triunfó en algunas localidades del sur de Andalucía, como Casas Viejas (Cádiz): su población había perdido la esperanza en la reforma agraria y proclamó el comunismo libertario. Cuando llegó la Guardia de Asalto, algunos huyeron, pero un grupo de campesinos, liderados por Seisdedos se refugiaron en una choza y la guardia le prendió fuego.

El Bienio Radical-Cedista y el Triunfo del Frente Popular

El suceso de Casas Viejas provoca la convocatoria de elecciones el 19 de noviembre de 1933 (las primeras en las que pueden votar las mujeres) que son ganadas por la CEDA (unión de todos los grupos de derechas), siendo elegido presidente del Gobierno Alejandro Lerroux, líder del Partido Radical Centrista. Prácticamente todas las medidas aprobadas en el anterior bienio fueron paralizadas.

Los problemas comenzaron en 1934. Las Cortes aprobaron la amnistía al general Sanjurjo y sus compañeros que organizaron el golpe de Estado. El presidente de la República, Alcalá-Zamora, estaba convencido de que la amnistía crearía un peligroso precedente, pero él no era libre de vetar una ley, por lo tanto, la firmó. Lerroux dimitió siendo sucedido por Ricardo Samper, también del Partido Radical Centrista, aunque duró poco, pues debido a los problemas con la Generalitat y los campesinos, dimite y Lerroux vuelve.

A principios de octubre de 1934, Lerroux confió tres ministerios (Justicia, Agricultura y Trabajo) a miembros de la CEDA. La reacción de todos los partidos de izquierdas fue negativa, al entender que se había entregado el gobierno de la República a sus más directos enemigos. Esta situación condujo a los sucesos de octubre de 1934. Los socialistas convocaron la huelga general para el 5 de octubre, pero ésta obtuvo un seguimiento muy desigual, pues sólo triunfó en Asturias y Cataluña.

En Asturias el éxito inicial de los revolucionarios fue total, llegando incluso a asediar Oviedo, pero las unidades de elite del ejército traídas de África, efectuaron una total represión con más de mil muertos. Y en Cataluña se había evitado la aprobación de una Ley de Cultivos que favorecía a los arrendatarios de las comarcas vitícolas. Por eso, Companys, proclamó el 6 de octubre desde el balcón de la Generalitat la Republica Catalana, rompiendo con el Estado español. Esta rebelión fue abortada por el ejército en pocas horas y los principales dirigentes fueron hechos prisioneros suspendiendo las instituciones autonómicas.

En 1935 el Partido Radical se vio afectado gravemente por dos grandes escándalos de corrupción que salpicaron a algunos de los miembros más destacados del gobierno, el Estraperlo y el Asunto Nombela. Tras esto, el presidente de la República convocó nuevas elecciones para el 16 de febrero de 1936 y nombró nuevo presidente del Gobierno: Portela Valladares, centrista que debía evitar el triunfo de la izquierda o la derecha, demasiado radicalizadas.

En estas elecciones la antigua coalición republicano-socialista dejó de lado sus diferencias, presentándose bajo una nueva alianza, el Frente Popular, que además contaban con el apoyo de la CNT. El resultado de las elecciones fue muy ajustado y sólo venció el Frente Popular por unos 200.000 votos. De nuevo Manuel Azaña fue elegido presidente del Gobierno formándose un nuevo gobierno estrictamente republicano, sin participación de los socialistas.

Lo que en general se trataba era de recuperar la política del primer bienio, incluyendo una posición más favorable a los estatutos de autonomía del País Vasco y Galicia.

Entre sus medidas destacan:

  • Libertad para los presos políticos de la revolución de 1934 y la restitución del Estatuto de Autonomía de Cataluña.
  • Regreso a la política y educación del Bienio Reformista.
  • Regreso y aceleración de la Reforma Agraria: unas 110.000 familias campesinas se asentaron sobre medio millón de hectáreas expropiadas.

En la primavera de 1936 las Cortes decidieron la destitución de Alcalá Zamora como presidente de la República, dando el cargo a Manuel Azaña. Este nombró a Casares Quiroga como nuevo presidente del gobierno. A pesar de la agitación política existente, el nuevo gobierno hizo grandes esfuerzos para llevar a cabo el programa del Frente Popular. Pero ya se estaba preparando una conspiración contra la República.

Un grupo de generales formaron una Junta Militar, cuya presidencia encomendaron al exiliado general Sanjurjo. El gobierno tuvo noticias de lo que se estaba preparando y Azaña decidió enviar a los generales a destinos periféricos: Franco a Canarias, Goded a Baleares y Mola a Pamplona. Pero esto no acabó con la conjura, sino que se trasladó a Navarra donde Mola, llamado “el Director” era el eje de los conspiradores.

El deterioro del orden público, ampliamente difundido por la prensa, contribuyó a agravar la situación. Según la denuncia de Calvo Sotelo, diputado del grupo monárquico Bloque Nacional (y principal representante de la coalición antirrepublicana), en sólo tres meses de gobierno del Frente Popular, se habían producido más de 250 asesinatos, la quema de 170 iglesias y casi 1.300 heridos.

Sólo faltaba el chispazo que encendiera el conflicto: el 12 de julio fue asesinado el teniente Castillo, de la Guardia de Asalto y esa misma noche se produjo el secuestro y asesinato de Calvo Sotelo por miembros de la Guardia de Asalto.

Esto coincidió con las últimas etapas de los planes del general Mola y adelantó el alzamiento. El 17 de julio las tropas de Melilla se sublevaron declarando el estado de guerra en Marruecos. El 18 de julio la sublevación se extendió ante el desconcierto de Casares Quiroga, comenzando la Guerra Civil.

¿Fracasó entonces la II República por su ineficacia? Es probable que así fuera en algunos aspectos, pero no olvidemos que no dispuso de tiempo suficiente para llevar a término sus planes y tampoco supo detener la conspiración que se iba fraguando en las fuerzas armadas contra el gobierno democrático. Desde su instauración, la República encontró muchas trabas para desarrollar sus iniciativas reformistas que, junto con la victoria de la derecha en las elecciones de 1933, se bloqueó todo lo reformado por la izquierda desde 1931, y en ese ambiente, comenzó a moverse la idea de la abolición de la República.

Por todo esto, más que de un proyecto fracasado deberíamos hablar de un proyecto interrumpido por un golpe de Estado que pudo llevarse a la práctica gracias la aportación económica de parte de la alta sociedad, que había perdido su inicial entusiasmo republicano. Habían atacado de manera directa su estabilidad, sobre todo desde la aprobación de la Ley de Reforma Agraria.

Los valores adquiridos por la sociedad, como el voto femenino o la igualdad de oportunidades sociales en la educación, tendrán que esperar a que pase la Guerra Civil (1936-1939) y el Franquismo (1939-1975).

La Sublevación Militar. Desarrollo de la Guerra Civil, Primeras Acciones e Internacionalización del Conflicto

Sublevación Militar

El 17 de julio de 1936 se inició la rebelión militar en Melilla, Ceuta y el protectorado español en Marruecos. El general Franco declaraba el estado de guerra en Tenerife y se dirigió a la radio a explicar los motivos del alzamiento: la nación estaba siendo destruida por la anarquía, las huelgas revolucionarias y el regionalismo, además consideraba que no se respetaba la Constitución.

En la mañana del 18 de julio Azaña propuso un Gobierno de Concentración Nacional que fue aceptado por todos aquellos contrarios a lo que estaba ocurriendo. Esa noche Casares Quiroga presentó la dimisión y Azaña pidió a Martínez Barrio, que representaba al ala más conservadora del Frente Popular, que formara un nuevo gobierno, pero sin conseguirlo. Finalmente fue José Giral el que formó un gobierno completamente republicano.

A los cuatro días, los sublevados controlaban un tercio del territorio nacional (Zona Nacional) incluyendo las principales zonas trigueras de Castilla, por lo que estaban en buenas condiciones de alimentar a sus tropas y a la población civil. Pero las principales ciudades industriales y las zonas económicamente más adelantadas estaban en manos republicanas (Zona Republicana).

Internacionalización

Ambos bandos recurrieron inmediatamente a la ayuda extranjera, porque ninguno de los dos tenía el equipo y las armas necesarias para llevar a cabo ni siquiera una guerra civil breve. Los países democráticos occidentales, como Francia y Gran Bretaña, firmaron el Comité de No Intervención (Londres, septiembre de 1936), con el objetivo de impedir que la guerra se internacionalizara. Aun así, la República vivió hasta el final de sus días esperando la ayuda de las democracias occidentales, una ayuda que no llegó nunca.

Los sublevados contaron con la siguiente ayuda:

  • La Alemania Nazi de Hitler ofreció la ayuda más determinante, con la participación de la Legión Condor, esencial para el desarrollo de la guerra y responsable del bombardeo de Guernica.
  • Italia ayudó económicamente y con el envío de hombres (los “camisas negras”). Destacar el papel de la marina italiana que hundió barcos de diferentes nacionalidades que transportaban armas y alimentos con destino a la España republicana.
  • El Estado portugués de Oliveira Salazar envió una división de apoyo, los Viriatos. Pero su colaboración más importante fue el control de la frontera, que abría para los rebeldes y cerraba a los republicanos.
  • Los Católicos Irlandeses enviaron la Legión San Patricio.
  • El Vaticano proporcionó ayuda diplomática. Alentó a todos los católicos del mundo a apoyar la cruzada española. Reconoció el régimen franquista en el verano de 1937.
  • Estados Unidos, a pesar de su neutralidad, colaboró con los insurrectos, ya que la Texaco abasteció abundante petróleo y fueron numerosos los camiones vendidos por la Ford o la General Motors.

Hay que tener en cuenta que, sin toda esta ayuda, la guerra no habría sido lo mismo, pues los nacionales no tenían ni la marina, ni la aviación ni la industria para fabricar armamentos.

De los Estados potencialmente aliados de la República, sólo México y la URSS de Stalin acudieron sin vacilar en su auxilio. La ayuda de la URSS adquirió grandes proporciones y el gobierno le pagó con el oro del Banco de España. Francia suministró, casi siempre de forma clandestina, armas para combatir a los sublevados. Además, unos 60.000 voluntarios extranjeros reclutados por la Internacional Comunista lucharon en las Brigadas Internacionales, donde había soldados de sesenta países diferentes.

Desarrollo de la Guerra Civil

Tras cruzar el Estrecho de Gibraltar, el ejército sublevado se adueñó de toda Andalucía (salvo Jaén) y sólo en Badajoz encontró una fuerte resistencia que reprimió con extrema crueldad. Ocupada la ciudad, Franco consigue enlazar con el ejército del norte, dirigido por Mola. Éste desde Navarra había ocupado Irún y San Sebastián y ante la resistencia de las milicias en Bilbao, se orientó hacia la ocupación de Madrid que era el objetivo prioritario.

Las tropas franquistas que venían llenas de entusiasmo tras la liberación del Alcázar de Toledo se encontraron en Madrid con una defensa muy organizada. Con la ayuda de las Brigadas Internacionales, se convirtió en el símbolo internacional de la lucha contra el fascismo. Por precaución, y ante el avance nacional, el gobierno se había trasladado a Valencia quedando Madrid bajo el mando de la Junta de Defensa, al cargo del general Miaja. Se produjeron dos batallas alrededor de la capital: la Batalla del Jarama y la Batalla de Guadalajara para intentar cortar el abastecimiento de la ciudad.

Frente Norte (Abril- Octubre de 1937)

La ofensiva contra Vizcaya contó con el apoyo de la Legión Condor, que bombardeó Guernica en abril de 1937. Cae Bilbao y Franco anula el concierto económico y el Estatuto de Autonomía (aprobado por las Cortes el 1 de octubre de 1936).

Para aligerar la presión de los nacionales sobre el frente norte, en julio los republicanos contraatacaron y el lugar elegido fue la villa de Brunete: la Batalla de Brunete fue ganada por los nacionales y sólo hizo a los republicanos perder efectivos humanos y materiales. Tras esto cae Gijón, última zona republicana del norte.

Frente Este (Octubre 1937-Abril 1939)

Tras la batalla de Teruel, comenzó la ofensiva hacia el Mediterráneo, conquistando Vinaroz y dividiendo el territorio republicano en dos: Cataluña al Norte y Madrid y Levante al sur. Franco derogó el Estatuto de Autonomía de Cataluña. Tras esto, Vicente Rojo volvió a buscar un campo de batalla en el que se diera un duro golpe a las comunicaciones del ejército nacional: la Batalla del Ebro se cobró 55.000 bajas republicanas y mostró al mundo que la guerra iba camino de terminar.

Cae Tarragona sin resistencia alguna y en Barcelona se aguardaba la llegada del general Yagüe que comenzó a ocupar la ciudad a finales de enero de 1939. Las carreteras que llevaban a Francia eran bombardeadas por la aviación nacional.

El Fin de la Guerra

En febrero, la principal preocupación del presidente del Gobierno, Juan Negrín, era acabar con la guerra sin que hubiera represalias pero pidiendo algunas condiciones como la independencia e integridad de España (contra el posible control italiano de las Baleares y el control alemán de las minas), el pueblo habría de tener libertad para escoger la futura forma de gobierno y la más importante era que los soldados y los oficiales republicanos habrían de recibir garantías de que no sufrirían represalias.

El general Franco comunicó a los representantes británicos y franceses que la guerra estaba terminada y que no tenía intención de negociar con Negrín ni con nadie. Manuel Azaña dimitió y nadie quiso tomar la sucesión, aunque Negrín se resistía a rendirse. Durante los días 28 al 30 de marzo, los nacionales recibieron la rendición de las guarniciones republicanas de la zona centro-sur sin incidentes (Madrid, Jaén, Ciudad Real, Albacete, Valencia, Murcia, Alicante). El 1 de abril de 1939 el Cuartel General del Generalísimo en Burgos comunicaba el fin de la guerra con la victoria completa e incondicional del general Franco.

A lo largo de la Segunda República se habían producido grandes divisiones entre las fuerzas de izquierdas: anarquistas y comunistas, cuyas aspiraciones excedían en mucho las reformas que podía ofrecer la República, protagonizaron diversas revueltas con centenares de muertos contra la política de los gobiernos del primer bienio republicano.

Con el estallido de la Guerra Civil, las fuerzas de izquierdas se proclamaron unidas contra las derechas manteniendo el espíritu del Frente Popular de 1936, pero las diferencias no tardaron en aflorar de nuevo y esto, es considerado por la mayor parte de los historiadores, como una de las causas de la derrota republicana. Esto dificultó la organización de un Ejército eficiente con el que combatir, además de la forma de funcionar, pues esto provocó pequeñas guerras civiles dentro de la propia Guerra Civil.

En cambio, en el bando nacional, todo era unidad en torno a un mando único, y no se ponían en duda ninguna de las órdenes y mandos que daban en todos los frentes españoles. Actuaron como un único bloque, que contó, además, con la importantísima ayuda exterior de Alemania e Italia. Esto, también, es otra de las causas más aceptadas para entender el resultado de la guerra.

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