La Restauración Borbónica y el Ascenso de Alfonso XII
La Restauración Borbónica fue un proceso orquestado por Cánovas del Castillo durante el Sexenio Democrático y el gobierno de Serrano. El objetivo principal era instaurar en el trono a Alfonso XII, hijo de Isabel II, quien había abdicado en 1870.
Cánovas fundó el partido alfonsino, que, tras la integración de los moderados, adoptó un programa más conservador. Cánovas buscaba que el ejército se subordinara al poder civil, por lo que no vio con buenos ojos el pronunciamiento de Martínez Campos, a pesar de que este proclamó rey a Alfonso XII. Su estrategia contó con el respaldo de grandes terratenientes y propietarios de esclavos en Cuba, quienes se oponían a las reformas del Sexenio.
En diciembre de 1874, Cánovas redactó el Manifiesto de Sandhurst, firmado por Alfonso XII. Este documento delineaba el sistema político deseado: una monarquía parlamentaria conservadora y católica. Se crearon partidos al servicio del rey: el Partido Conservador, liderado por Cánovas y compuesto por antiguos moderados, y el Partido Liberal, encabezado por Sagasta e integrado por progresistas y unionistas avanzados.
Bases del Sistema Canovista
Las bases del sistema de la Restauración eran:
- Pragmatismo político.
- Defensa de la constitución histórica de España.
- Soberanía compartida entre el rey y las Cortes.
- Pesimismo basado en la historia de la decadencia española.
- Exclusión del ejército de la vida política.
En 1876, se promulgó una nueva Constitución de carácter pactista. Esta establecía la soberanía compartida, pero dejaba sin definir aspectos cruciales como el derecho al sufragio y la cuestión religiosa. Se declaraba un Estado confesional, pero se permitía la libertad religiosa. La Constitución situaba a la monarquía como el eje central del sistema: la monarquía era el Estado.
El Turnismo y el Caciquismo
El sistema de la Restauración estaba controlado por la burguesía y la aristocracia, dejando a las clases medias y populares al margen de las decisiones políticas. Se fundamentaba en el patronazgo y el clientelismo. El analfabetismo, el atraso económico y la desmovilización política también contribuyeron al desarrollo de este sistema.
Se impuso un sistema bipartidista, dominado por los partidos Conservador y Liberal. Ambos partidos carecían de una ideología claramente definida, coincidiendo en muchos aspectos. Otros partidos quedaron excluidos de la política, como los republicanos (divididos en radicales, unitarios y federales), los carlistas, los movimientos obreros (socialistas y anarquistas) y los movimientos nacionalistas.
Se estableció la alternancia pacífica en el gobierno entre los partidos Conservador y Liberal para evitar pronunciamientos y revueltas. Esto se lograba mediante el fraude electoral. El rey encargaba la formación de gobierno al partido correspondiente, se disolvían las Cortes y se convocaban elecciones. El Ministerio de Gobernación elaboraba el «encasillado»: una lista de diputados provinciales que debían ser elegidos. Esta lista se imponía a través de presiones, amenazas y compra de votos por parte de los caciques. Si esto no era suficiente, se manipulaban directamente los resultados, práctica conocida como pucherazo.
El Reinado de Alfonso XII (1876-1885)
El reinado de Alfonso XII comenzó en 1876 con el predominio del Partido Conservador. El objetivo de Cánovas era consolidar la monarquía restaurada y establecer un sistema político centralizado. El recorte de libertades se manifestó en el control de la libertad de expresión, de imprenta y de reunión, así como en la instauración del sufragio censitario en 1878.
Durante este gobierno, finalizó la tercera guerra carlista (1872-1876), con la abolición de los fueros vascos y la aprobación de conciertos económicos. La Paz de Zanjón (1878) puso fin a la guerra de Cuba, reconociendo algunas libertades, pero sin conceder a Cuba el estatus de provincia española.
En 1881, Sagasta formó gobierno, ante la necesidad de un cambio en el poder. Durante este periodo, se modernizaron el ejército y la marina. Sagasta también promovió el librecambismo, que fue criticado por sectores proteccionistas, y mejoró el sistema monetario. En la administración local, se reorganizaron las finanzas de ayuntamientos y diputaciones, pero no se implantó el sufragio universal. En cuanto a la reforma educativa, no se logró eliminar el control de la Iglesia.
En 1883, Sagasta dejó el gobierno debido a un conflicto diplomático con Francia y a un intento de sublevación militar republicana. Cánovas volvió al poder, enfrentándose a un conflicto con Alemania por las islas Carolinas, una epidemia de cólera y una grave situación social, que fue analizada por la Comisión de Reformas Sociales. El 25 de noviembre de 1885, el rey falleció, y su viuda, María Cristina, asumió la regencia.
La Regencia de María Cristina (1885-1902)
La regente gobernó hasta la mayoría de edad de su hijo, Alfonso XIII. Para asegurar la corona al heredero, se alcanzó un acuerdo de turno pacífico en el poder, conocido como el Pacto del Pardo, por el cual Cánovas cedía el gobierno al Partido Liberal.
Durante este gobierno de Sagasta, se llevaron a cabo diversas reformas legislativas de corte liberal: la ley de asociaciones (1887), que legalizó los sindicatos; la ley del jurado (1888); la ley del sufragio universal (1890); el código civil y la reforma del ejército. En política exterior, el ministro Segismundo Moret intentó aumentar la influencia de España en el exterior, pero sin éxito. En 1890, Sagasta abandonó la presidencia debido a divisiones internas en su partido.
Al final de esta década, surgieron tres problemas que conducirían a la crisis de 1898: la situación de las colonias, la cuestión social y el auge de los nacionalismos.
La Restauración en Castilla-La Mancha
Durante la Restauración, en Castilla-La Mancha se eligieron candidatos sin vínculos con el distrito, impuestos por los partidos dinásticos. Estos eran los llamados «cuneros», como S. Moret, gaditano y elegido por Ciudad Real y Orgaz. Casi todos los elegidos pertenecían a los partidos monárquicos, predominando los propietarios y hacendados. Durante la regencia de María Cristina, la situación se mantuvo, pero la crisis de Cuba de 1898 provocó motines de subsistencia.