La Romanización de la Península Ibérica: Un Legado Cultural Perenne
Se denomina romanización al largo proceso, que se extiende desde finales del siglo III a.C. hasta el siglo V d.C., durante el cual la sociedad autóctona de la Península Ibérica se fue transformando, integrándose económica y culturalmente en el mundo romano.
La Conquista Romana (218-19 a.C.)
La conquista romana se enmarca en el contexto de las Guerras Púnicas, enfrentamientos entre Roma y Cartago por la hegemonía del Mediterráneo occidental. La Península Ibérica, que suministraba víveres al ejército cartaginés liderado por Aníbal, se convirtió en un objetivo estratégico para Roma. La conquista se inició para cortar esta ruta de suministro.
En el año 218 a.C., varias legiones romanas, al mando de Publio Cornelio Escipión, desembarcaron en Ampurias. Hasta el año 202 a.C., las tropas romanas derrotaron a los cartagineses y conquistaron la costa mediterránea, el valle del Guadalquivir y parte del valle del Ebro.
Entre los años 197 y 31 a.C., Roma conquistó ambas mesetas y la zona noroccidental y nororiental, donde la oposición de los pueblos celtíberos y lusitanos fue más intensa. El sometimiento de la cornisa Cantábrica se logró con las llamadas Guerras Cántabras, entre el 29 y el 19 a.C., que culminaron con el control romano de toda la península.
Instrumentos de la Romanización
La victoria militar romana abrió el camino a la colonización de la Península Ibérica. Los instrumentos de romanización fueron muchos y variados, destacando:
- Colonos, funcionarios y el ejército romano: Su presencia fue fundamental para la implantación de la cultura y administración romanas.
- El latín: Inicialmente aceptado como lengua de cultura y poder, el latín se convirtió en la base de las lenguas romances que se formarían entre los siglos VII y IX.
- El derecho romano: Además de regular las relaciones sociales y económicas, como el derecho de propiedad, simbolizaba las relaciones de tipo público entre los habitantes del Imperio y el Estado, incluyendo el derecho de ciudadanía, con sus derechos civiles y políticos.
- La religión: Se difundió a través del contacto con el ejército y la población itálica asentada en Hispania. El estado romano fue tolerante y permitió la práctica de las religiones indígenas, produciéndose una síntesis entre las creencias prerromanas y las romanas. El cristianismo comenzó a difundirse por la Península desde el siglo III. Con la declaración del cristianismo como religión oficial del Imperio por el emperador Teodosio en el año 380, la iglesia cristiana se organizó en todas las provincias del Imperio.
Las Invasiones Germánicas y el Reino Visigodo: Instituciones y Cultura
Desde mediados del siglo III, el Imperio Romano entró en una crisis que se manifestó en el declive de las ciudades, la ruralización de la sociedad, la disminución del número de esclavos, el debilitamiento de las tradiciones culturales clásicas y la sustitución de las relaciones de tipo público entre los súbditos y el imperio por otras de carácter privado y personal, un proceso conocido como feudalización.
El Asentamiento Visigodo en Hispania
A comienzos del siglo V, la crisis interna del Imperio se agravó por la entrada de los pueblos germánicos. En el año 409, vándalos, suevos y alanos cruzaron el paso de Roncesvalles y penetraron en la Península. Las autoridades romanas establecieron un pacto con los visigodos para pacificar el territorio. En el año 416, los visigodos entraron en la península, expulsaron a los vándalos y alanos hacia el norte de África, redujeron a los suevos al noroeste y regresaron a la Galia. A mediados del siglo V, regresaron a Hispania, derrotaron nuevamente a los suevos, recortaron su territorio e incorporaron el resto de la península al reino de Tolosa. En el 476, con la caída del Imperio Romano de Occidente, Hispania quedó dividida entre el reino de los suevos al noroeste (hasta el 585, cuando fue anexionado al reino de Toledo por Leovigildo) y el reino de los visigodos.
El Reino de Toledo y la Unificación de la Península
A principios del siglo VI, los visigodos abandonaron la Galia y se instalaron en la península, donde crearon el reino de Toledo. La monarquía era electiva, lo que generó una continua inestabilidad política. La institución de gobierno más importante era el Aula Regia, una asamblea consultiva formada por la aristocracia visigoda. La debilidad de la monarquía visigoda permitió a los bizantinos establecerse en el sur de la península entre el año 554 y 654. Leovigildo, con el objetivo de crear un reino fuerte, intentó unificar el territorio (anexionando el reino suevo) e integrar a los dos grupos de población autorizando los matrimonios mixtos, lo que fracasó debido a la división religiosa. Tras la unificación religiosa bajo el reinado de Recaredo (III Concilio de Toledo en 589), los Concilios de Toledo adquirieron protagonismo político y asumieron funciones legislativas, con la participación de obispos, nobleza y el rey. El proceso de unificación culminó con Recesvinto y la publicación en 654 de un código judicial para todos los habitantes, el Liber Iudiciorum.
Características del Reinado Visigodo
El reinado visigodo se caracterizó por el mantenimiento y difusión de la herencia romana y por la acentuación del fenómeno de ruralización y feudalización.