Segunda Oleada de Industrialización: Alemania, Italia, Rusia y Japón

1. Unificación Económica e Industrialización: Alemania e Italia

Italia

Estancada en la economía premoderna, dividida y dominada por potencias extranjeras, Italia había perdido el control de sus asuntos económicos. Hasta 1850, su industria se limitaba a la torsión de seda y una modesta industria metalúrgica. Gracias a la iniciativa de algunos terratenientes, su agricultura se modernizó, convirtiéndose en la más próspera de la península.

Las contradicciones económicas entre las regiones italianas eran marcadas. El norte, con mayor productividad agrícola y algo de industria, inició el movimiento de unificación. Con ayuda franco-sarda, el Reino de Cerdeña venció al Imperio Austrohúngaro, iniciando la unificación que culminó en 1861 con el Reino de Italia. Las exportaciones aumentaron y las importaciones se triplicaron, compensadas por la inversión francesa en ferrocarriles, bancos y deuda pública.

La unificación solucionó la fragmentación del mercado, pero requería mejoras en transporte y comunicaciones. La dependencia del capital francés continuó, con consecuencias desastrosas para ambas economías. A finales del siglo XIX, con nueva inversión alemana, Italia experimentó un pequeño despegue industrial hasta la Primera Guerra Mundial.

Alemania

Contexto histórico de Alemania (agregar información relevante sobre la unificación y desarrollo económico alemán similar al análisis de Italia).

2. Industrializaciones Dirigidas: Rusia y Japón

Rusia

A principios del siglo XX, el Imperio Ruso era una gran potencia en territorio, población y economía, pero seguía siendo eminentemente agrario. La productividad agrícola era baja debido a la escasa tecnología y capital.

La industrialización rusa fue una iniciativa estatal. Los primeros avances se dieron en la primera mitad del siglo XIX en las industrias del algodón y el azúcar de remolacha. Surgieron grandes fábricas modernas y talleres metalúrgicos.

El gran despegue industrial llegó con la construcción de ferrocarriles y la expansión de las industrias minera y metalúrgica, gracias a la inversión extranjera. El gobierno fomentó la industrialización con capital extranjero para ferrocarriles, altos aranceles a la importación de productos siderúrgicos y facilitando la compra de equipos modernos.

A la prosperidad industrial de finales del siglo XIX, siguió un retroceso a principios del siglo XX, desembocando en guerra y revolución. En los 50 años previos a la Primera Guerra Mundial, Rusia modernizó su sistema económico, pero seguía rezagada respecto a Occidente, especialmente Alemania.

Japón

Japón fue la primera nación no occidental en industrializarse. Tras cambios políticos, el gobierno introdujo industrias occidentales: astilleros, arsenales, fundiciones, fábricas de maquinaria, textiles, vidrio, productos químicos, cemento, azúcar, cerveza, etc.

Pobre en recursos naturales, Japón contaba con yacimientos de cobre y carbón que contribuían a las exportaciones. El sector agrario aportaba ingresos para importaciones industriales.

Las industrias textiles tradicionales (seda y algodón) se basaban en materia prima local. La maquinaria moderna importada de Francia aumentó la producción de seda, pero los aranceles de los compradores frenaron su desarrollo.

El té y el arroz eran importantes para la exportación. La importancia del té disminuyó, y el arroz, inicialmente exportado, se volvió insuficiente para el consumo interno debido al crecimiento demográfico.

La industria del algodón progresó rápidamente con mano de obra barata (mujeres y niñas). La industria pesada tuvo un desarrollo más lento, impulsado por subsidios y protección arancelaria.

La transición de Japón de sociedad tradicional en 1850 a potencia industrial en la Primera Guerra Mundial fue un logro significativo.

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