Segunda República Española: Elecciones, Constitución de 1931 y Guerra Civil

La Segunda República Española: Elecciones, Constitución de 1931 y Guerra Civil

En junio de 1931 se celebraron elecciones constituyentes. Se produjo una clara victoria de los partidos que integraban el gobierno provisional, en especial de los de izquierdas. El partido que obtuvo más escaños fue el PSOE (116), seguido del Partido Radical de Lerroux (90). La Constitución sería finalmente aprobada en diciembre de 1931. Sus características fueron las siguientes:

  • En su preámbulo establece la soberanía popular y define al Estado español como una “República de trabajadores de toda clase que se organizan en régimen de Libertad y de Justicia y donde los poderes de todos sus órganos emanan del pueblo”.
  • El Estado se configuraba de forma “integral”, pero se aceptaba la posibilidad de constituir gobiernos autónomos en algunas regiones, al tiempo que reconocía las lenguas nacionales.
  • Establecía la división de poderes de la siguiente manera:
    • El poder legislativo residía plenamente en las Cortes, unicamerales (Congreso de los Diputados), cuyas atribuciones estaban por encima de las demás instituciones. Sus miembros eran elegidos cada 4 años por sufragio universal para mayores de 23 años, incluyendo por 1ª vez en la historia de España a las mujeres.
    • El poder ejecutivo recaía en el Consejo de Ministros y en el presidente de la República, elegido por el Congreso de los Diputados por 6 años. Entre sus competencias, se encontraba la de nombrar al jefe del gobierno.
    • El poder judicial se confiaba a unos jueces independientes, al tiempo que establecía el jurado popular.
  • Amplia declaración de derechos y libertades: libertad de expresión, de reunión, de asociación, de circulación, de libre residencia, de correspondencia, de inviolabilidad del domicilio; obligatoriedad (y gratuidad) de la enseñanza primaria; derecho a la propiedad individual; igualdad de ambos sexos en la admisión de cargos públicos y ante el derecho a la educación y el trabajo.
  • Preveía la posibilidad de expropiación forzosa de cualquier tipo de propiedades por causa de utilidad pública, mediante indemnización, así como la opción de nacionalizar los servicios públicos.
  • Establecía nuevos símbolos: bandera tricolor (morada, roja y amarilla) y escudo.
  • El Estado español declara que no tiene religión oficial (laico), estableciendo la separación entre la Iglesia y el Estado. Los artículos referidos a este tema fueron los más debatidos. Al considerar a España un Estado laico, la Constitución estableció, con la oposición de las fuerzas conservadoras y católicas, la libertad de conciencia y culto, la desaparición del presupuesto de culto y clero, el matrimonio civil, el divorcio, los cementerios civiles, la prohibición a las órdenes religiosas de impartir enseñanza, entre otras.

La Constitución del 31 recogía fundamentalmente las aspiraciones de la conjunción republicano-socialista ganadora de las elecciones del 31, y sentó las bases para las grandes reformas que formaban parte de su programa político (tierra, educación, cuestión religiosa, etc.)

Pero no fue aceptada por todos los grupos políticos, lo que sin duda le hubiese otorgado más estabilidad. El texto, aprobado por amplia mayoría pero sin un consenso total, puso de manifiesto las profundas discrepancias entre la izquierda y la derecha, sobre todo en lo referente a la cuestión religiosa y la autonómica. Los sectores católicos se opusieron a la no confesionalidad del Estado, por lo que Manuel Azaña sustituyó a Alcalá Zamora en la jefatura del Gobierno. La derecha no tardaría tiempo en conspirar contra ella al no ver recogido su ideario católico-conservador. Pero tampoco satisfacía a la extrema izquierda revolucionaria, que veía en ella una muralla contra la revolución social.

El Bienio Conservador (1933-1936)

Las elecciones celebradas en noviembre de 1933 dieron la victoria a los partidos de centro-derecha (en concreto al Partido Radical de Alejandro Lerroux y a la CEDA de Gil Robles).

La CEDA, que consiguió algunos diputados más que el Partido Radical, necesitaba de éste para llevar adelante su programa “rectificador”, consistente en revisar la constitución y una “reforma” de las reformas azañistas. Por ello, cuando el presidente de la República, Alcalá Zamora, nombra presidente de gobierno a Alejandro Lerroux para evitar un mayor desplazamiento hacia la derecha (en una coyuntura europea de auge de los fascismos, identificados por muchos con la CEDA), Gil Robles decidió apoyarlo a cambio del compromiso de desactivación de las grandes reformas del primer bienio y a la “espera de obtener todo el poder”.

La labor del nuevo gobierno del partido Radical fue la siguiente:

  • Frenó la reforma agraria
  • Contrarrestó la reforma religiosa
  • Aprobó una amnistía para los sublevados en la Sanjurjada de 1932 y para los colaboradores de la dictadura de Primo de Rivera.
  • Se enfrentó con la Generalitat (gobernada por republicanos de izquierda) a raíz de la promulgación en Cataluña en 1934 de la “Ley de Contratos de cultivos”.
  • Se enfrentó con los nacionalistas vascos
  • En materia educativa, siguió vigente la ley de Azaña, pero se redujo su presupuesto.

El viraje conservador, la política contrarreformista y el autoritarismo del gobierno provocaron una radicalización en las filas del PSOE y la UGT, cuya ala izquierdista, liderada por Largo Caballero, proponía no colaborar más con las fuerzas burguesas y propiciaba la revolución social.

El sector radical del PSOE y los anarquistas declararon una guerra abierta contra el nuevo gobierno, que se materializó en la proliferación de huelgas y conflictos. La CEDA endureció su posición y reclamó una acción contundente en materia de orden público, exigiendo participar directamente en el gobierno. El presidente Lerroux accedió y en octubre de 1934 otorgó tres carteras ministeriales (Justicia, Agricultura y Trabajo) a la CEDA, que había mantenido siempre una cierta ambigüedad respecto de la legalidad republicana y no escondía sus simpatías hacia el fascismo.

Consecuencias de la Revolución de Octubre

Las consecuencias inmediatas de la revolución de octubre no se dejaron esperar, y durante 1935:

  • La derrota obrera envalentonó a la patronal, que ejerció la represión económica: se rebajaron salarios, se aumentaron las horas de trabajo, se despidió a obreros sindicados y se controlaron estrechamente los sindicatos obreros, prohibiendo sus publicaciones.
  • La influencia de la CEDA en el gobierno aumentó al conseguir 5 carteras (Gil Robles fue nombrado ministro de la Guerra y Franco Jefe de Estado Mayor). El Partido Radical se vio afectado por una serie de escándalos de corrupción, por lo que estaban completamente deslegitimados para gobernar y se hacía imprescindible un relevo en el poder. Gil Robles intentó que le nombraran presidente del gobierno, pero Alcalá Zamora, temiendo que eso significase la aparición de una dictadura de derechas, se negó y decidió convocar nuevas elecciones para febrero de 1936, las últimas elecciones democráticas hasta 1977.

El Frente Popular y el Camino Hacia la Guerra Civil

Para la nueva convocatoria electoral la izquierda decidió unir sus fuerzas, por lo que en estas elecciones desaparece el multipartidismo anterior y se forman dos bloques antagónicos:

  • Los partidos de izquierda (republicanos, socialistas y comunistas) y algunos grupos de la burguesía se agruparon en torno al Frente Popular, para el que incluso los anarquistas pidieron el voto. La idea de una coalición electoral semejante no era española, había surgido en Europa como solución para parar el avance fascista en las urnas y que no se repitiera un triunfo como el nazi en Alemania en 1933, que llevó a Hitler al poder y al desmantelamiento de la democracia alemana. Un Frente Popular triunfará en Francia.
  • La mayor parte de los partidos de derecha se coaligaron en el llamado Bloque Nacional (CEDA, monárquicos y tradicionalistas), llegando a acuerdos parciales con la Lliga Regionista de Catalunya, los radicales y los centristas, pero fracasando en su intento con la Falange Española de José Antonio Primo de Rivera. No lograron confeccionar una candidatura única para toda España ni redactar un programa electoral consensuado.

Mientras tanto, en 1935 en las filas del ejército tomó cuerpo una organización dispuesta a derribar la República, la UME (Unión Militar Española).

El resultado de las elecciones dio el triunfo al Frente Popular, que se alzó con la victoria debido en parte a que los anarquistas no hicieron campaña a favor de la abstención, ante la promesa de una amnistía para los presos de 1934, y a que las masas moderadas, que antes habían votado al Partido Radical, ahora le habían vuelto la espalda y votado a la izquierda. La CEDA prácticamente conservaba los mismos votos. Los partidos de centro sufrieron una gran derrota.

Tras el triunfo del Frente Popular, el 19 de febrero de 1936, el nuevo Parlamento vota y decide la destitución de Alcalá Zamora y su sustitución por Manuel Azaña como Presidente de la República, con la oposición de la derecha y de buena parte de los militares. Casares Quiroga es nombrado presidente de gobierno. El nuevo ejecutivo, compuesto por republicanos de izquierda pero apoyado parlamentariamente por los socialistas, puso rápidamente en marcha el programa pactado en la coalición electoral. Así:

  • Se decretó una amnistía para los presos de 1934 (fueron excarcelados unos 30.000 presos políticos, entre ellos Dolores Ibárruri, que había sido elegida diputada por Asturias).
  • Se obligó a las empresas a readmitir a muchos obreros despedidos a raíz de las huelgas del 34
  • Se restableció el Estatuto de Autonomía de Cataluña y Companys es reelegido presidente.
  • Se inician las negociaciones para la aprobación de los estatutos para el País Vasco y Galicia.
  • Se reanudó el proceso reformista interrumpido por el bienio anterior: reforma agraria (reanudándose los asentamientos de campesinos), educativa etc.
  • Se apartó del poder a algunos generales proclives al golpismo contra la Repúblicas y se les trasladó a otros destinos (Franco a Canarias, Mola a Navarra, Goded a Baleares etc.)

En los meses siguientes, la tensión aumentó mucho en España:

  • Por una parte, los sectores más conservadores de la sociedad reaccionaron negativamente a los proyectos reformistas: muchos propietarios de tierras se opusieron a las nuevas medidas, algunos empresarios industriales cerraron sus fábricas y expatriaron capitales, la Iglesia temía el retorno a una política que consideraba anticlerical (rechazaba el cierre de los colegios religiosos, el aumento de maestros en la enseñanza pública y la enseñanza de niños y niñas juntos en el aula).
  • Por otra parte, esperanzados ante unas expectativas de cambio, los partidos de izquierda y los sindicatos se lanzaron a una movilización popular: en las ciudades se convocaron huelgas; en el campo la impaciencia de los jornaleros les llevó a ocupar las tierras sin esperar los trámites de la expropiación prometida por el gobierno, a lo que los propietarios respondían con las armas y la Guardia Civil intervenía, casi siempre apoyando a los patrones (con una actitud revanchista éstos se negaban a contratar jornaleros, prefiriendo perder la cosecha).

En poco tiempo el Gobierno del Frente Popular se vio cogido entre dos fuegos:

  • Una derecha que pasó abiertamente a la conspiración, la provocación y el enfrentamiento.
  • Una extrema izquierda obrera que, en vez de apoyar al Gobierno, se dejó arrastrar a la radicalización y a responder a las provocaciones. En las ciudades ardieron de nuevo algunas iglesias, como en 1931.

La tensión se extendió a las ciudades, donde la violencia callejera se agravó con el choque entre las organizaciones paramilitares sindicalistas y los grupos falangistas y cedistas. Los carlistas también organizaron su milicia armada, el requeté. Esta alteración del orden público fue el problema más grave que tuvo el gobierno republicano, y es la excusa que pusieron los sectores más conservadores para empezar a preparar un golpe de estado militar contra la República.

El 8 de marzo de 1936, en una reunión mantenida en Madrid, generales como Mola, Varela y Franco acordaron derribar mediante un pronunciamiento al gobierno del Frente Popular, contando para ellos con la colaboración de las organizaciones civiles (Falange y requetés), que estarían subordinadas a su mando. Se establecieron unos claros objetivos:

  • Suspender la Constitución, disolver las Cortes y encarcelar y, en su caso, fusilar a políticos y sindicalistas considerados peligrosos.
  • Instaurar un Directorio Militar presidido por Sanjurjo, exiliado en Portugal, con 5 generales más.
  • El general Mola diseñaría los planes militares y logísticos adecuados para garantizar el levantamiento

El asesinato de Calvo Sotelo el día 14 de julio, como represalia por el del teniente Castillo, miembro de la Guardia de Asalto e instructor de las milicias socialistas, es el detonante que acelera los preparativos para la insurrección. En la mañana del 17 de julio cada uno había recibido la consigna, a través de un telegrama enviado por Mola, pero algo falló. Muchos mandos militares no se sumaron a la rebelión y las masas populares se lanzaron a las armas para defender los logros de la República.

Fracasado el golpe se iniciaba una guerra civil que se prolongaría durante tres largos años.

Causas de la Guerra Civil Española

En 1936 las profundas contradicciones de la sociedad española desembocaron en un enfrentamiento armado que constituyó la mayor tragedia de la historia reciente de España, no sólo por lo que supuso de ruptura de la vía democrática, iniciada en la II República, sino también por sus consecuencias: la instauración de un régimen dictatorial durante casi 40 años y el consiguiente aislamiento frente a las democracias europeas. Las causas que dieron lugar a la guerra fueron:

Causas Remotas

  • La forma en que se llevó a cabo la revolución liberal en España (guerra entre liberales y absolutistas). En la Restauración se dejó fuera del sistema a nacionalistas, republicanos y obreros.
  • La frecuente intervención del Ejército en la vida política.
  • La escasa modernización del país, con predominio de una economía agraria con un injusto reparto de la tierra, generador de tensión social; una industria atrasada, generadora de una burguesía débil; y un movimiento obrero cada vez más radicalizado.

Causas Próximas

  • Las conspiraciones militares contra la República. Existieron desde el principio y dieron lugar a algunos intentos de golpe de Estado como el de Sanjurjo. Tras el triunfo del Frente Popular, generales como Mola, Varela, Goded y Franco se mostraron favorables al pronunciamiento. El Gobierno alejó a estos generales (Franco a Canarias; Goded a las Baleares). Pero el general Mola desde Navarra logró el apoyo de todos los grupos antirrepublicanos y de sus milicias armadas. Mola pretendía establecer una dictadura militar que eliminara el peligro de una revolución comunista.
  • La tensión social de los últimos meses de la República: el gobierno puso en marcha de nuevo el programa reformista del primer bienio, pero de nuevo se encontró con una amplia oposición de los que se consideraban afectados (terratenientes, Iglesia, militares, etc.). La izquierda revolucionaria volvió a actuar por su cuenta, sin esperar las reformas del gobierno, y campesinos de la CNT-FAI ocuparon latifundios, a la vez que aumentaron las huelgas industriales. Los empresarios cerraron fábricas y pistoleros fascistas sembraron el pánico en las calles enfrentándose a los huelguistas.

El detonante de la sublevación fue un doble asesinato el día 12 de julio. Como respuesta al asesinato del teniente Castillo, socialista, por un grupo de falangistas, sus compañeros de la guardia de asalto asesinaron al dirigente monárquico José Calvo Sotelo, que había pronunciado duros ataques y amenazas contra el gobierno del Frente Popular en el Parlamento. Este asesinato desencadenó el pronunciamiento militar, cuyo plan ya estaba diseñado, y que consistía en organizar un levantamiento simultáneo en todas las guarniciones militares para lograr un triunfo rápido.

La Internacionalización del Conflicto

Aunque la Guerra Civil comenzó como un conflicto interno español, al tener raíces ideológicas muy definidas, no resultó indiferente en un contexto internacional marcado por la creciente oposición entre las democracias occidentales, el fascismo y el comunismo.

A favor de la República estuvo la opinión democrática progresista mundial, que identificó la lucha por la República con la defensa de la democracia y de la libertad frente al fascismo. Fue el caso de Francia, que tenía entonces un gobierno de Frente Popular, y de Gran Bretaña, aunque aquí el gobierno conservador veía en el alzamiento un buen freno frente al avance comunista. También apoyaron a la República los partidos obreros del todo el mundo y la URSS.

A favor de los sublevados estaban las potencias fascistas europeas (la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini), el régimen filofascista portugués de Oliveira Salazar, el catolicismo tradicional y el Papado, que tardó en pronunciarse, pero que al final apoyó a Franco.

El aspecto internacional de la guerra se manifiesta en dos vertientes:

  • La creación del Comité de No Intervención: en el complicado panorama internacional de la época se pretendía evitar que la intervención militar en la guerra española desencadenara una guerra mundial. Gran Bretaña promovió la creación de un Comité de No-Intervención, constituido en agosto de 1936 en Londres, al que acabaron uniéndose 27 países. El comité prohibía la exportación a España de armas, municiones y todo tipo de material de guerra. El Comité no pudo evitar que ambos bandos recibiesen ayuda y todo fue una farsa que dejó a la República en clara desventaja frente a los militares sublevados.
  • Las ayudas exteriores recibidas por ambos bandos: la República tuvo dificultades para adquirir material militar por la política de No-Intervención de las democracias occidentales. El único país que la abasteció fue la URSS, quien también envió consejeros militares. Además, la República recibió el apoyo de las Brigadas Internacionales, integradas por más de 60.000 voluntarios del todo el mundo.

Los sublevados recibieron ayuda militar de Alemania e Italia. Alemania envió carros de combate, artillería, fusiles, municiones y la Legión Cóndor. Italia envió tanques y 120.000 hombres. También combatieron a su lado decenas de miles de mercenarios marroquíes, voluntarios portugueses e irlandeses.

Desarrollo de la Guerra Civil Española

El desarrollo de la guerra se puede dividir en tres grandes fases:

Desde julio del 36 hasta marzo del 37

Después de trasladar el ejército de África a la Península en los aviones de transporte alemanes, el objetivo prioritario del bando rebelde era la toma de Madrid. Así, Franco desde el sur (ocupación de gran parte de Andalucía y Extremadura) y Mola desde el norte (Galicia y Navarra) intentaron conquistarlo, pero fracasaron. Madrid resiste organizada por la Junta de Defensa de Madrid, presidida por el general Miaja (el gobierno se traslada a Valencia) y por la ayuda de las columnas de voluntarios y de las Brigadas Internacionales (“no pasaran”).

En esta fase los ejércitos se regularizan: los republicanos con la creación del Ejército Popular de la República y la militarización de las milicias, y el sublevado con la militarización de los voluntarios (requetés, falangistas…). Franco intenta aislar Madrid, pero fracasa en los dos intentos: Batalla de Jarama y Guadalajara. Así el interés se centra en el Norte.

De abril de 1937 a noviembre de 1938: de la campaña del norte a la batalla de Ebro

Desde abril las fuerzas de Mola, con la ayuda de la Legión Cóndor, atacan Bilbao (bombardeo de Guernica) que cae el 19 de junio, en agosto Santander y en octubre Asturias.

El ejército republicano se decantó por la ofensiva y logran tomar Teruel, pero la contraofensiva de Franco en la Campaña de Aragón logró retomar Teruel y dividir la zona republicana en dos partes: Cataluña por un lado y la parte sur oriental desde Madrid, por otro. En ese momento, Franco decidió avanzar hacia el sur para conquistar Castellón y Valencia (sede del gobierno de la República).

La Batalla de Ebro (julio-noviembre 38) fue la más sangrienta de toda la guerra y supuso la derrota casi definitiva del ejército republicano, que además vio cómo se esfumaba a corto plazo la posibilidad de la guerra en Europa.

De diciembre de 1938 a marzo del 39: la ofensiva de Cataluña y el final de la guerra

Ante la debilidad y el desánimo de la resistencia republicana, la ofensiva franquista en Cataluña fue rápida: Cae Barcelona y días después el gobierno republicano se exilia a Francia.

En febrero de 1939 a la República solo le quedaba la zona centro y una franja en el Mediterráneo. Negrín y los comunistas querían resistir, pero ya no tenían opciones. Francia y Gran Bretaña habían reconocido el gobierno de Franco y Manuel Azaña había dimitido como presidente de la República. En Madrid, el Coronel Segismundo Casado, ante las discrepancias sobre si buscar una paz negociada o resistir (aguardar a una posible guerra en Europa), se subleva contra el gobierno de Negrín y controla Madrid. Formó un Consejo Nacional de Defensa (presidido por el general Miaja) para conseguir una capitulación pactada que Franco rechazó. El día 28 de marzo de 1939 las tropas de Franco entraron en Madrid sin resistencia.

Después ocupan la franja mediterránea y, el 1 de abril de 1939, Franco firmó el último parte de guerra: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. El Generalísimo Franco. Burgos 1o abril 1939”.

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