La Proclamación de la República
Desde la dimisión de Primo de Rivera en enero de 1930 hasta la proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931, se intentó volver al régimen liberal, constitucional y parlamentario de la Restauración, sucediéndose los gobiernos Berenguer, al que el rey encargó la formación de un gobierno que debía preparar la restauración del sistema parlamentario, y Aznar. Este periodo fue conocido popularmente como la Dictablanda.
Fueron pocos los partidos dinásticos que apoyaban a la monarquía, pues la mayoría de los partidos se habían unido firmando el Pacto de San Sebastián en agosto de 1930 que favorecía la proclamación de la República. En el pacto participaron políticos republicanos, socialistas y catalanistas de izquierdas. Los firmantes del pacto buscaban impulsar un movimiento político revolucionario que, mediante una insurrección armada apoyada por movilizaciones populares, derrocase la monarquía e instaurase la República. Este movimiento fracasó, puesto que la sublevación militar de Jaca fue reprimida y la huelga general no llegó a convocarse, pero esto no evitó el malestar general contra el régimen.
Un importante grupo de intelectuales se muestra también adicto al republicanismo e incluso el ejército pierde su cohesión monárquica (sublevación de Jaca), mientras la cuestión social se complica de nuevo.
Desbordado por la situación política, el gobierno no atiende convenientemente la cuestión económica, en la que se advierten los primeros síntomas de la crisis económica mundial iniciada en 1929.
Como era imprescindible convocar elecciones para salir de la situación creada por el estado de excepción de la Dictadura, se decide comenzar por las municipales y dejar las más comprometidas elecciones generales para otro momento. El 12 de abril de 1931 se celebraron elecciones municipales, que fueron ganadas mayoritariamente por los partidos monárquicos en la España rural, pero en las grandes ciudades, donde el voto era más libre, la victoria correspondió a los partidos que habían firmado el Pacto de San Sebastián. Ante estos resultados y para evitar una confrontación civil, Alfonso XIII abandonó el país y se inició un nuevo régimen, la Segunda República, que fue recibido con entusiasmo y esperanza por amplias capas de la población.
Ante la falta de un partido que claramente hubiese vencido en las elecciones, se determinó crear un gobierno provisional apoyado por un alto número de partidos y presidido por Niceto Alcalá-Zamora, que representaba a la opción republicana conservadora. Este gobierno, además de solucionar problemas inmediatos como los de orden público provocados por los levantamientos anticlericales o los intentos independentistas de Cataluña, convocó elecciones constituyentes que fueron ganadas por la coalición republicano-socialista.
El Bienio Reformista (1931-1933)
Una vez aprobada la Constitución, Alcalá Zamora fue confirmado por las Cortes como Presidente de la República y encargará formar gobierno a Manuel Azaña, que durante dos años permanecerá en el poder ejecutivo apoyado por su partido en coalición con el Partido Socialista. Se inicia así un bienio marcado por una política izquierdista cargada de profundas reformas que intentaron abordar los principales problemas del país, aunque en ocasiones sólo quedaron en proyectos.
El objetivo del Gobierno era transformar las viejas estructuras de la España de la Restauración basadas en el centralismo, el caciquismo y el gran peso de las fuerzas conservadoras (Iglesia, Ejército, grandes terratenientes…).
Reformas Clave del Bienio Reformista
- Reforma Agraria: Pretendía dar solución a uno de los principales problemas sociales de España transformando la estructura agraria española. El principal objetivo era acabar con los latifundios poco productivos, que serían expropiados mediante indemnización, y propiciar el crecimiento de pequeños propietarios. Se creó el Instituto de Reforma Agraria para llevar a cabo la redistribución de las tierras, pero los resultados reales fueron modestos, en parte por falta de dinero para cubrir los planes de expropiación y por la complejidad burocrática del sistema.
- Problema Autonómico: Alcanzó solución dentro del marco constitucional cuando en 1932 Cataluña alcanza una amplia autonomía gracias al Estatuto de Cataluña. Cataluña contaba con su propio Gobierno y Parlamento que controlaba importantes sectores como la educación, hacienda, transportes etc., quedando en manos del Gobierno central el orden público, las relaciones internacionales y el ejército.
- Problema Religioso: Se agravó durante todo el periodo, llegándose a una clara hostilidad entre Gobierno e Iglesia. Ejemplos del enfrentamiento se dieron ante la prohibición a las órdenes religiosas de ejercer la enseñanza, la eliminación del presupuesto para culto y clero por parte del Estado, la ley de divorcio etc. Todo ello derivó en la politización de la Iglesia y la radicalización de los sectores anticlericales.
- Reforma Militar: Buscaba crear un ejército fiel al régimen y más eficaz. Se buscó disminuir el número de oficiales facilitando el retiro en buenas condiciones de aquellos que fuesen hostiles a la República y potenciar el cuerpo de suboficiales.
- Política Social: Se encaminó a paliar los efectos de la crisis económica con una legislación laboral (derecho de huelga, seguro de paro, seguridad social…) que mejorase las condiciones de vida de la clase obrera.
Al gobierno de Azaña pronto le empezaron a surgir opositores, tanto desde el ejército y las fuerzas monárquicas (pronunciamiento del General Sanjurjo en Sevilla, 1932), como desde las fuerzas obreras más radicales que consideraban insuficientes las reformas alcanzadas (levantamiento anarquista en Casas Viejas, Cádiz, en 1933). Ante la suma de dificultades y la agudización de las tensiones el gobierno dimitió y el presidente de la República disolvió las Cortes y convocó elecciones en noviembre de 1933.
El Bienio Derechista (1934-1936)
En las elecciones de 1933 salieron victoriosos el Partido Radical de Lerroux y la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) de Gil Robles y se abre un periodo caracterizado por la puesta en práctica de una política conservadora que se encargó de limitar, cuando no de suprimir, el alcance de las reformas planteadas en el bienio anterior.
La nueva orientación de centro-derecha que caracterizó a los sucesivos gobiernos presididos por Lerroux suavizó las tensiones que existían entre la República y la Iglesia y el Ejército, pero crecen las discrepancias con las fuerzas nacionalistas y los conflictos sociales.
En este contexto debe entenderse la revolución de octubre de 1934, que se inició con una convocatoria de huelga general por parte de la UGT (sindicato socialista) en protesta a la labor contrarreformista del ejecutivo y a la entrada en el mismo de tres ministros de la CEDA.
El Presidente de la Generalitat de Cataluña, Companys, aprovechó para proclamar el Estado Catalán dentro de la República Federal Española. Este movimiento no fue apoyado por el movimiento anarquista, muy fuerte en Cataluña, y fue fácilmente sofocado por el gobierno republicano que suspendió el Estatuto de Cataluña.
La Revolución triunfó en Asturias por la unión de las tres principales fuerzas obreras (socialistas, comunistas y anarquistas), que llegaron a crear una comuna revolucionaria que controló la cuenca minera y Oviedo. Para sofocar la revuelta se movilizó el ejército dirigido por el General Francisco Franco y se organizó una dura represión.
El Bienio finalizó por el desprestigio que envolvió al Partido Radical a consecuencia de una serie de escándalos por corrupción. Ante las inminentes elecciones los partidos republicanos de izquierda se unieron a socialistas y comunistas formando una coalición electoral conocida como el Frente Popular. Los partidos de derechas no se unieron ante la convocatoria a las urnas: CEDA, Falange Española, de marcado carácter fascista, y el Bloque Nacional de Calvo Sotelo, que aglutinaba a diversos sectores monárquicos y conservadores, eran las principales fuerzas tradicionalistas.