El sistema político de la restauración:
Antonio Cánovas del Castillo defendíó los derechos de la dinastía borbónica durante el Sexenio Revolucionario. Contrario al regreso de la monarquía en la persona de Isabel II, logró la abdicación de esta en su hijo Alfonso. De esta manera e inspirado por Cánovas del Castillo, Alfonso de Borbón firmó el 1 de Diciembre de 1874 el Manifiesto de Sandhurst, que restablecía una monarquía constitucional e integradora.
A continuación, debería producirse la designación de Alfonso XII como soberano por las Cortes, pero el general Martínez Campos, apoyado por Serrano y el Ejército adelantó su proclamación con un pronunciamiento en Saugunto el 29 de Diciembre de 1874.
Cánovas se encargaba de dirigir el país y para ello consideraba necesario el éxito concreto de las ideas, y principios como la patria, la monarquía, la dinastía histórica, la libertad, la propiedad y el gobierno conjunto del rey con las Cortes. A todo esto es llamado“constitución interna”.
Gracias a la posibilidad de debate político que ofrecía Cánovas, el nuevo régimen aglutinó, a excepción de aquellos sectores que se mostraban contrarios, a la mayor parte de la clase política en la elaboración de la constitución, que fue redactada por una comisión de Notabilidades, resultante de la convocación de una Asamblea, compuesta por treinta y nueve personalidades.
Así, este breve proyecto de constitución se presentó a las Cortes Constituyentes, elegidas por sufragio universal masculino, el 30 de Junio, proclamándose así la constitución de 1876.
Los rasgos principales de la constitución de 1876 fueron: la soberanía y la iniciativa legislativa residía en el rey y las Cortes; el rey, por encima de todos y con atribuciones muy amplias, nombraba al presidente del Consejo de Ministros y a los miembros del gabinete, ejercía como jefe supremo del Ejército y poseía el poder legislativo de la iniciativa, sanción y promulgación de las leyes, así como el derecho deveto. Además, podía disolver las Cortes. Estas seguían un modelo bicameral: el Congreso de los Diputados (1 diputado cada 50.000 habitantes) se eligió primero por sufragio censitario, y después por universal masculino. El Senado estaba compuesto por senadores de derecho propio, senadores vitalicios nombrados por la Corona y senadores elegidos por corporaciones del Estado y por los mayores contribuyentes.
Gran parte de sus derechos reproducían los de la constitución de 1869, y aunque la religión era la católica se permitían otras confesiones sin cultos ni manifestaciones públicas. Otras cuestiones, como la administración pública o la articulación de la vida municipal se remitieron en leyes posteriores.
Los partidos políticos y la dinámica del sistema:
En la dinámica política de la Restauración existieron, primero el Partido Conservador, ala derecha del régimen y presidido por Cánovas del Castillo, el cual recogíó su programa en el Manifiesto de Manzanares en 1854.Este partido estaba formado por un grupo minoritario pertenecientes a la aristocracia y a los grandes propietarios.
Segundo y en oposición, el Partido Liberal, representando la izquierda del régimen con Práxedes Mateo Sagasta. Estaba formado por grupos unidos por la personalidad de Sagasta (progresistas, constitucionalistas, etc del Sexenio).
Ambos partidos se alternaron pacíficamente el poder, siguiendo las reglas del llamado “turnismo”. Hasta el final del siglo se distinguieron dos etapas separadas por la muerte de Alfonso XII en el año 1855.
En la primera etapa (1875-1885), los gobiernos conservadores con Cánovas afianzaron el régimen gracias a : su aceptación social al querer normalizar el país tras una agitación política durante el Sexenio, a una favorable coyuntura económica, al fin de la guerra carlista en el norte y de la insurrección cubana, y a la enorme popularidad de Alfonso XII tras su boda con la reina Mercedes y su temprana viudedad.
La segunda etapa (1885-1902) se inició tras la muerte del rey. La segunda esposa de este, María Cristina de Habsburgo-Lorena, fue Reina regente. Así, Cánovas cedíó a Sagasta la jefatura, el llamado Pacto de El Pardo.
Aunque se renaudó el conflicto cubano y vino una desfavorable economía, el régimen se consolidó con la aprobación de la Ley de Prensa que regulaba la libertad de expresión (1883), la Ley de Asociaciones (1887), la Ley de Jurados (1889) o el sufragio universal masculino (1890).
Los problemas de la Restauración: oligarquía y caciquismo:
Para gobernar en el sistema canovista se necesitaba tanto la confianza de las Cortes como de la Corona, además de tener mayoría electoral en las Cámaras.
Pero en realidad, el turnismo de los partidos consistía en que los partidos consevador y liberal se cedían el poder periódicamente el uno al otro por un acuerdo mutuo o por desgaste interno. En consecuencia, la previsión anticipada del «turno» sin haber contado con las elecciones engendraba un fraude en estas: siempre salía ganador el partido encargado de formar gobierno y convocar las elecciones.
De esta manera, una vez convocadas, el ministro de la Gobernación realizaba el «encasillado», es decir, seleccionaba a los diputados para cada distrito. Después, el gobernador civil de cada provincia compraba los votos de los caciques comarcales y municipales a cambio de puros y vino, o mediante la coacción. Si todo esto fracasaba, se recurría al pucherazo, apareciendo así más votos que electores al votar en nombre de fallecidos.