9.1.- Alfonso XIII y la crisis del sistema político de la Restauración: los partidos dinásticos. Las fuerzas políticas
de oposición: republicanos, nacionalistas, socialistas y anarcosindicalistas
Introducción:
En 1902, Alfonso XIII fue declarado mayor de edad. La vida política funcionaba sobre la base de la constitución
canovista de 1876, con el sufragio universal masculino introducido en 1890. El sistema estaba viciado por el
caciquismo, que alimentaba a los dos partidos políticos dinásticos que se habían turnado en el Gobierno, el
partido Conservador y el partido Liberal. Otras fuerzas políticas (republicanos, nacionalistas y socialistas) tenían
grandes dificultades para acceder al Parlamento.
Así pues, en los primeros años del reinado, asistimos a un proceso lento de descomposición política y social que
culminó en 1923 con el Golpe de Estado de Primo de Rivera.
En el ámbito internacional, coincide con la llamada “carrera de armamentos” que desembocó en la Primera
Guerra Mundial (1914-1918), la cual tuvo consecuencias profundas en la vida política y económica española.
También coincidíó con el inicio y auge del fascismo.
1. La primera etapa del reinado de Alfonso XIII (1902-1914) estuvo marcada por el espíritu regeneracionista. A la
nueva actuación seguida desde el poder se denominó revisionismo, ya que se pretendía revisar el sistema,
modificando lo necesario y adaptándolo a las nuevas demandas sociales y políticas. No obstante, fue un periodo de
inestabilidad política y de fracaso de este revisionismo político:
A) Intervencionismo constante de Alfonso XIII en la vida política, debido al protagonismo político que le otorgaba
la Constitución de 1876. La oposición al sistema derivó en gran medida en un rechazo a su persona, que acabaría
con su caída y la de la institución monárquica.
B) La división de los partidos dinásticos. Esta etapa de revisionismo político será protagonizada por Maura
(sucesor de Cánovas en el partido Conservador, en el poder desde 1907 a 1909) y por Canalejas (sucesor de
Sagasta en el partido Liberal, en el poder desde 1909 a 1912).
Los principales intentos de reforma los impulsaron gobiernos conservadores (según Maura, era emprender la
“revolución desde arriba” para evitar la “revolución desde abajo”) hasta la crisis de 1909:
– Ley de Jurisdicciones (1906): otorgaba a los tribunales militares la jurisdicción sobre cualquier ofensa
al ejército.
– Plan de reconstrucción naval.
– Regulación del descanso dominical y creación del Instituto Nacional de Previsión.
– Ley electoral de 1907 que, aunque no democratizaba el sistema político, sí dificultaba el fraude
electoral.
– Ley de Administración Local: concedía más autonomía a los ayuntamientos y diputaciones.
La Semana Trágica de Barcelona (1909) truncó la labor del gobierno de Antonio Maura. La ejecución de cinco
penas de muerte levantó una ola de protesta internacional, provocando la dimisión de Maura y la caída de su
gobierno.
Desde 1910 a 1912 dirigíó el gobierno Canalejas con un programa regeneracionista:
– Suprimíó los impuestos de consumos.
– Reformó el sistema de reclutamiento por quintas (servicio militar obligatorio).
– Aprobó la Ley del candado que prohibía la instalación en España de nuevas comunidades religiosas si
antes no habían recibido autorización del gobierno.
– Tramitó la Ley de Mancomunidades con la que pretendía canalizar las reivindicaciones autonomistas
catalanas.
José Canalejas fue asesinado en Madrid en un atentado terrorista llevado a cabo por los anarquistas. Con su
muerte se inicia una etapa de crisis permanente en los dos partidos turnistas.
C) Fracaso de la reforma del sistema
Crisis del bipartidismo y del turno de poder: a partir de 1912, Maura, enfrentado a Dato- jefe de su partido-, proclamó la
imposibilidad de mantener el turnismo con el partido Liberal (Romanones), al que consideraba demasiado inclinado hacia
la izquierda. Comenzará así un enfrentamiento real entre los dos partidos.
Fracaso de la experiencia de gobiernos de concentración (presididos por el liberal García Prieto y por Maura) debido a la
incapacidad del sistema para renovarse e integrar a las nuevas fuerzas sociales.
2. Las fuerzas políticas de oposición: republicanos, nacionalistas, socialistas y anarcosindicalista
Los republicanos representaban la principal fuerza de oposición al régimen, dentro de las Cortes y en el ámbito
extraparlamentario. En este periodo surgieron dos nuevos partidos republicanos:
– El Partido Radical, fundado por Lerroux en 1908, izquierdista y anticlerical, se definía como
autonomista en lo político y socialista en lo social, que unido a su discurso populista, le permitíó
ampliar sus apoyos sociales.
– El Partido Reformista, fundado en 1912 por Melquiades Álvarez y Gumersindo de Azcárate,
representaba un republicanismo más moderado. Su preocupación por la cultura y la educación atrajo
a destacados intelectuales, pero tuvo menos implantación social que el partido Radical.
Dentro de los partidos republicanos, seguía creciendo el Partido Socialista Obrero Español, dispuesto a
participar en la política parlamentaria, sin renunciar por ello a la revolución. En las elecciones de 1910 se presentó
dentro de la llamada Conjunción Republicano-Socialista, que permitíó por primera vez el acceso a las Cortes de un
socialista (Pablo Iglesias, fundador del partido).
En cuanto a los nacionalismos, el que tuvo una mayor implantación social era el catalán. El desastre del 98
produjo un incremento del nacionalismo en el País Vasco, pero fue sobre todo en Cataluña donde la pérdida de las
colonias y su efecto económico ayudaron a fortalecer el sentimiento nacional.
El principal representante en la vida política fue la Lliga Regionalista, de ideología conservadora, cuyo principal
objetivo era conseguir la autonomía para Cataluña.
En 1906 se fundó Solidaritat Catalana, que integraba a todas las fuerzas políticas catalanas (excepto partidos
dinásticos y republicanos de Lerroux) con el fin de defender los derechos de Cataluña.
La izquierda catalanista tardó en organizarse, y no tuvo un papel destacado hasta la creación, de Estat Català,
en 1922, bajo la dirección de Francesc Macià. Se convertirá en la expresión del nacionalismo radical no
conservador.
Muy distinto era el nacionalismo vasco, de carácter arcaizante y esencialmente vizcaíno. Su única expresión
seguía siendo el Partido Nacionalista Vasco, que se apoyaba en la pequeña burguésía bilbaína, ultraconservadora y
recelosa del progreso y la industrialización.
Sin embargo, con la paulatina incorporación al PNV de elementos menos radicales respecto al
independentismo y de espíritu algo más moderno, se ensanchó la base social del partido, aunque pervivirá el
tradicionalismo de su fundador, Sabino Arana.
El anarquismo siempre mantuvo su negativa a participar en política y rechazaba el reformismo social. Estaba
arraigado en las zonas industriales de Cataluña y entre el campesinado andaluz y extremeño. En su seno persistían
dos tendencias: los partidarios de la acción terrorista y los sectores proclives al sindicalismo. En 1907 se forma el
sindicato Solidaridad Obrera y en 1910, bajo el impulso de las sociedades obreras catalanas se funda la
Confederación Nacional del Trabajo, CNT, que reafirmó la acción directa mediante la huelga general como
estrategia frente a la lucha política. Tras la huelga general de 1911, la CNT fue declarada ilegal hasta 1915.
9.2.- La intervención en Marruecos. Repercusiones de la Primera Guerra Mundial en España. La crisis de
1917 y el trienio bolchevique
En 1902, Alfonso XIII fue declarado mayor de edad. La vida política funcionaba sobre la base de la constitución
canovista de 1876, con el sufragio universal masculino introducido en 1890. El sistema estaba viciado por el
caciquismo, que alimentaba a los dos partidos políticos dinásticos que se habían turnado en el Gobierno, el partido
Conservador y el partido Liberal. Otras fuerzas políticas (republicanos, nacionalistas y socialistas) tenían grandes
dificultades para acceder al Parlamento. En los primeros años del reinado, asistimos a un proceso lento de
descomposición política y social que culminó en 1923 con el Golpe de Estado de Primo de Rivera. En el ámbito
internacional, coincide con la llamada “carrera de armamentos” que desembocó en la Primera Guerra Mundial
(1914-1918), la cual tuvo consecuencias profundas en la vida política y económica española. También coincidíó con
el inicio y auge del fascismo.
1. La intervención en Marruecos
Ante el “problema militar” ocasionado por la derrota del ejército español en 1898, el estamento militar atribuía
toda la responsabilidad de esta derrota a los políticos y reclamaba el papel protagonista que el Ejército había
tenido antaño. Se enfrentaban a sectores antimilitaristas y a una prensa liberal hostil que acusaba a los militares
de la derrota.
Tras la Conferencia de Algeciras (1906), celebrada para resolver los conflictos sobre Marruecos entre Francia y
Alemania, España obtuvo el reconocimiento de sus “derechos” sobre el norte del territorio. Un sector del ejército
veía la oportunidad de recuperar el prestigio perdido tras el desastre, además de capitalistas interesados en la
explotación de las minas del Rif.
En los años siguientes compañías españolas comenzaron a explotar las minas del Rif y a construir un ferrocarril
que uniera las minas con Melilla. Este territorio era muy accidentado y habitado por cabilas o tribus bereberes,
muy celosas de su independencia, hostiles a la presencia extranjera y que no estaban sometidas al sultán, lo que
dificultaba su dominio militar.
En Febrero de 1909 España comienza la ocupación militar del norte de Marruecos. El 9 de Julio los rifeños atacaron
una línea de ferrocarril y mataron a cuatro trabajadores españoles, por lo que el gobierno de Maura decidíó
reforzar militarmente la zona. La movilización de reservistas dará lugar a una huelga general y a la denominada
“Semana trágica” de Barcelona (26-31 Julio), duramente reprimida.
Barcelona vivía un clima de tensión por las fricciones con los militares, la intervención en Marruecos, el malestar
ante el sistema de quintas, las reivindicaciones anarquistas entre los obreros, el creciente anticlericalismo y el éxito
de las consignas de Alejandro Lerroux (jefe del partido Radical) entre las clases medias.
Los disturbios se iniciaron por el envío de reservistas al Protectorado de Marruecos, donde se habían producido
ataques de las tribus rifeñas. Se convocó una huelga general que derivó en una revuelta popular con sucesos muy
violentos, en las que se manifestaron todas las tensiones sociales acumuladas. Las autoridades declararon el
estado de guerra y el ejército acabó con la revuelta.
La represión fue dura y arbitraria: más de mil detenciones, casi doscientas penas de destierro, más de cincuenta
cadenas perpetuas y diecisiete penas de muerte, de las cuales se ejecutaron cinco, entre ellas la del pedagogo
anarquista Ferrer y Guardia, fundador de la Escuela Moderna.
La oleada de protestas provocó la caída del gobierno de Antonio Maura, quien presentó su dimisión, mandando
el rey formar nuevo gobierno al partido Liberal.
Por otra parte, la experiencia de la Semana Trágica hizo ver a los anarquistas la necesidad de una organización
sindical propia, por lo que en 1910 se fundó el sindicato anarquista Confederación Nacional del Trabajo (CNT).
A la impopularidad de esta guerra se añadía la división dentro del propio ejércitos entre un sector “africanista”,
que aspiraba a beneficiarse con los ascensos por méritos de guerra, y los no africanistas, que rechazaban este
sistema de promoción.
Después de la Primera Guerra Mundial, 1914-1918, Francia y España empezaron una política de expansión para
controlar a las tribus rifeñas.
El nuevo alto comisario, el general Dámaso Berenguer, inició la ocupación del sector occidental, mediante la
combinación de la acción militar y la política de alianzas, y ordenó al general Silvestre, comandante general de
Melilla, que detuviese su ofensiva en el Rif hasta someter al caudillo indígena El Raisuni que dominaba el sector
occidental.
Sin embargo, el ejército español mal pertrechado y mal dirigido por el general Silvestre, reanudó un avance
precipitado sobre el corazón del Rif con el objetivo de ocupar la bahía de Alhucemas, y penetró por un territorio
extenso y de difícil orografía, muy alejado de los centros de aprovisionamiento y defendido por una línea débil y
dispersa de fuertes militares. Abd-el-Krim organizó una rebelión rodéó a las tropas españolas en Annual. El
desastre de Annual, 1921, se cobró 13000 vidas y se exigíó responsabilidades por la derrota.
El expediente fue instruido por el general Picasso. Las compañías que explotaban los recursos mineros con
importantes intereses en la regíón y el Gobierno entorpecieron su trabajo, lo que ocasiónó fuertes críticas por
parte del PSOE y los republicanos que propusieron el abandono de Marruecos. También la opinión pública pedía el
fin de la guerra.
2. El impacto de la Primera Guerra Mundial (1914-1918)
El gobierno español mantuvo la neutralidad y la no intervención en el conflicto, a pesar de que dividiera a los
españoles en dos bandos (aliadófilos y Germánófilos) y produjera una alteración económica: el aumento de la
demanda exterior produjo una inflación y una carestía que afectó de modo especial a las clases obreras, las cuales
apoyaron la radicalización del sindicalismo. Los grandes beneficios de las empresas no repercutieron en aumentos
salariales, sino todo lo contrario: el espectacular enriquecimiento empresarial vino acompañado del
empobrecimiento general de los trabajadores, a consecuencia de la subida de los precios de los productos básicos
y de la especulación industrial y comercial.
3. La crisis de 1917 y el trienio bolchevique
El triunfo en 1917 de la Revolución bolchevique en Rusia originó un notable entusiasmo en las organizaciones
obreras, que imaginaron inicialmente a la Uníón Soviética como un paraíso de los trabajadores. En este contexto de
presión de un movimiento obrero cada vez más fuerte, el gobierno se vio obligado a adoptar algunas medidas de
carácter social, como la tradicional reivindicación de la jornada de ocho horas en la industria (1919), o la creación
del Ministerio de Trabajo (1920).
Este triunfo también supuso una nueva división ideológica dentro del socialismo. En 1919 se fundó en Moscú la
Tercera Internacional o Internacional Comunista, que pretendía agrupar a todas las organizaciones obreras. Al año
siguiente, un grupo de las Juventudes Socialistas fundó el Partido Comunista de España (PCE).
En 1917 tres problemas pudieron haber acabado con el régimen si los objetivos de sus protagonistas hubieran
sido coincidentes
Rebelión de las Juntas Militares de Defensa: los oficiales de infantería y caballería se organizaron para
reforzar su influencia en el estado y mejorar sus ingresos. Sus objetivos eran oponerse al ascenso por
méritos de guerra de los africanistas; solicitar una subida de sueldos; enfrentarse a los políticos
parlamentarios, quienes aparecían como responsables de las medidas, y exigir que los gobiernos y el
pueblo tuvieran más respeto al ejército. En Junio publicaron un manifiesto y se negaron a disolverse. El
gobierno conservador de Eduardo Dato tuvo que reconocer a las Juntas de Defensa como portavoces del
ejército.
Rebelión de la burguésía: las Cortes estaban cerradas por miedo del Gobierno a que se plantearan los
problemas. Cambó, jefe de la Lliga Regionalista y de la burguésía catalana, decidíó solicitar su apertura
para tratar el tema de las Juntas de Defensa. El Gobierno de Eduardo Dato no atendíó a la petición y el
político convocó una Asamblea de Parlamentarios en Barcelona, el día 19 de Julio, para imponer un
gobierno de concentración y convocar a Cortes Constituyentes con las fuerzas más representativas y así
salvar al país.
El gobierno conservador de Eduardo Dato disolvíó la Asamblea tachándola separatista, disolvíó las Cortes
y suspendíó las garantías constitucionales.
Las Juntas Militares y la derecha política no aceptaron colaborar con la Asamblea de Parlamentarios por
miedo a una revolución social al estallar la huelga general.
Rebelión del proletariado: la UGT y la CNT iniciaron los contactos para pedir al gobierno respuestas para el
malestar social. Romanones, sucesor de Dato en el gobierno, no se consideró en la obligación de cumplir
las promesas de su predecesor. Los sindicatos decidieron ratificar la huelga general, que sería pacífica y se
extendería por todo el país.
Los huelguistas se enfrentaron al ejército y hubo muertos y heridos en Valencia, Barcelona, Madrid,
Vizcaya y Asturias. El factor decisivo fue la colaboración del Ejército con el Gobierno para sofocarla. Los
miembros del comité de huelga fueron sometidos a consejo de guerra y varios resultaron condenados a
cadena perpetua.
A partir de 1918 y hasta 1921 se produjeron en España una serie de huelgas y disturbios, siendo especialmente
graves en Andalucía y en Cataluña. Algunos historiadores lo llaman el “trienio bolchevique”.
En Andalucía se vivíó una fase de actividad revolucionaria provocada por la situación de miseria de los jornaleros
agrícolas, la carestía de la vida y la influencia de la Revolución rusa. Bajo la dirección de los dos grandes sindicatos
(UGT y CNT), se sucedieron las huelgas, se ocuparon fincas, se repartieron tierras y se tomaron ayuntamientos. La
declaración del estado de guerra y una dura represión pusieron fin a esta revuelta.
En Cataluña el crecimiento de la CNT continuó de forma ininterrumpida, y se impuso como corriente mayoritaria
la anarcosindicalista, más violenta y partidaria de la acción directa, frente a la sindicalista, de carácter más
moderado y pragmático. En consecuencia, las huelgas, sabotajes y atentados se sucedieron continuamente.
La patronal catalana respondíó con igual dureza: frente a la huelga, el lock-out o cierre temporal de la empresa; y
frente a la acción directa o “terrorismo rojo”, el “terrorismo blanco” o contratación de pistoleros y bandas
armadas para asesinar a dirigentes obreros y sindicales.
En este clima de enfrentamiento, las autoridades civiles y militares de Barcelona practicaron también un
auténtico terrorismo de Estado, con la aplicación de la conocida como “ley de fugas”, que autorizaba a los cuerpos
armados a disparar contra un detenido que intentara huir…
En definitiva, la violencia sufrida en Cataluña adquiríó una intensidad alarmante, en aumento con el paso del
tiempo.
Por todo ello, en Septiembre de 1923, Miguel Primo de Rivera, capitán general de Cataluña dio un Golpe de Estado.