Tradiciones que trajeron los españoles a América

En 1700 murió sin descendencia Carlos II de Habsburgo. Tanto Luis XIV, como Leopoldo I, tenían un parentesco muy similar con el monarca, pues las madres de ambos, eran hijas de Felipe III y, por tanto, ellos eran primos de Carlos II. Además, los dos se habían casado con infantas españolas, las hijas de Felipe IV y hermanas de Carlos II , lo que reforzaba los derechos de sus descendientes. En su último testamento, firmado el 3 de Octubre de 1700, Carlos II nombraba como heredero al duque de Anjou, que fue proclamado rey como Felipe V. Sin embargo, la casa de Habsburgo se opuso, dando lugar al inicio de la guerra.
El nombramiento del nuevo monarca también provocó un grave conflicto de intereses para el equilibrio entre las potencias europeas. Como su acceso al trono fortalecía el poder de la casa de Borbón en Europa, las potencias enemigas del Rey Sol formaron la Gran Alianza, que agrupaba a Inglaterra, Provincias Unidas, Austria, Dinamarca, la mayoría de príncipes del Sacro Imperio Romano Germánico, Saboyá y Portugal, apoyando los derechos dinásticos del archiduque Carlos. Por último, la guerra también dividíó a los territorios peninsulares. La Corona de Castilla apoyó a Felipe V, pero en los reinos de la Corona de Aragón cundíó el miedo a que el centralismo borbónico suprimiese las tradicionales instituciones autonómicas que conservaban , por lo que apoyó al candidato de la casa de Austria. Entre 1701 y 1704 la guerra tiene por escenario toda Europa. Ese año, Carlos de Austria jura como rey de España ante las Cortes de Cataluña, convirtiendo a Barcelona en su capital, mientras una escuadra inglesa toma Gibraltar. A partir de 1707 la guerra vuelve a ser favorable a Felipe d’Anjou, que, tras la decisiva victoria de Almansa, entra de nuevo en Madrid, recuperando gran parte del Reino de Valencia. En 1711 fallecíó sin descendencia el emperador José I, hermano de Carlos, con lo cual éste pudo acceder al trono imperial. El fin de la guerra y sus consecuencias. En 1714 se firmaron otros pactos con Austria poniendo fin definitivamente a la Guerra de Sucesión española.

LAS GRANDES REFORMAS DEL Siglo XVIII

La casa de Borbón introdujo en la monarquía española importantes novedades en el terreno político, económico, social y cultural, facilitando la entrada en España de las corrientes de pensamiento que por entonces se estaban desarrollando en Europa. Felipe V intentó unificar políticamente todo su reinado. 


Conforme recuperó los diferentes reinos de la Corona de Aragón tras la Guerra de Sucesión, el monarca aprobó los Decretos de Nueva Planta para Valencia y Aragón , Mallorca y el Principado de Cataluña . Sin embargo, sí se mantuvieron las autonomías de Navarra y las provincias vascas, por su apoyo a Felipe V durante la guerra. Con la Nueva Planta, se integraron los consejos territoriales en el de Castilla, que pasó a ser el centro del gobierno interior de España. Eran nombrados por el monarca o por el secretario de Estado. En la administración municipal se extendíó la figura del corregidor, nombrado por el monarca. Por otra parte, las protestas de los campesinos en relación a los arrendamientos agrarios, las roturaciones de tierras incultas, las disputas con los ganaderos o la falta de tierras para cultivar, empujaron a los gobiernos del Siglo XVIII a plantearse los problemas de la agricultura española. El Consejo de Castilla se encargó de recoger todo el material necesario para emprender reformas en el campo, elaborando varios informes al respecto, como los de Floridablanca, Campomanes y Jovellanos. Las medidas reformistas de los Borbones españoles también trataron de reorganizar el territorio americano, con el objetivo de explotar de modo más racional sus enormes riquezas. Por último, el rey Carlos III decretó la libertad de comercio con América en 1778, poniendo fin al monopolio del que había disfrutado la monarquía hispánica. El término despotismo ilustrado se acuñó durante el Siglo XIX para aludir a una práctica política del siglo anterior, cuando numerosos soberanos europeos intentaron proyectar en sus actuaciones la figura el rey-filósofo de la que hablaban Voltaire y otros pensadores. Dos de sus principales representantes fueron Federico II de Prusia y Carlos III de España.
Carlos III pretendíó aplicar un programa de reformas para modernizar el país siguiendo los principios de ese despotismo ilustrado, aunque tuvo que hacer frente a una oposición que acabó derivando en revueltas contra su acción de gobierno. Éstas se unieron al malestar popular por la carestía y el precio de los alimentos, fruto de una mala cosecha en 1765 y de la liberalización del precio del trigo, la oposición al excesivo poder de los altos cargos extranjeros, y la oposición de los privilegiados a las reformas, que veían menguar su influencia. Ante la extensión de la revuelta, Carlos III destituyó al ministro, frenó algunas reformas y bajó el precio de los productos de primera necesidad. La política reformista adoptó carácterísticas más moderadas. Esta política se acentuó durante el reinado de Carlos III con la expulsión de los jesuitas en 1767. Las reformas de carácter social. Se persiguió abolir algunos privilegios propios del Antiguo Régimen mediante una serie de medidas legales.

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