Transformaciones Económicas: De la Autarquía al Desarrollismo
Durante los años cuarenta y cincuenta, España apostó por la economía autárquica. Esta política situó a la economía al borde del colapso, haciendo necesario el racionamiento.
En 1957, Franco remodeló el Gobierno, dando entrada a Mariano Rubio y Alberto Ullastres.
Estos aplicaron el “Plan de Estabilización” de 1959, diseñado según las indicaciones del FMI y del Banco Mundial, quienes aceptaron financiarlo con créditos. El plan buscaba liberalizar la economía permitiendo la importación de capitales y frenar la inflación, estabilizando los precios y salarios. Se devaluó la peseta y se impulsó una tímida reforma fiscal.
Este plan era un conjunto de acciones destinadas a corregir las deformaciones de la autarquía e iniciar una nueva etapa de crecimiento económico. Se pretendía pasar rápidamente de una economía cerrada, con el comercio exterior reglamentado, a una economía abierta con gran parte del comercio exterior liberalizado.
Las principales líneas de actuación del plan fueron:
- Nuevas normas de carácter fiscal y monetario.
- Progresiva liberalización del comercio exterior.
- Medidas para favorecer las inversiones extranjeras.
- Nueva paridad de la peseta: 1 dólar = 60 pesetas.
Durante los primeros meses, los resultados fueron bastante negativos: los sueldos bajaron, la productividad de las empresas cayó, el coste de la vida aumentó y el número de parados se incrementó.
A partir de 1961, las medidas del “Plan de Estabilización” comenzaron a dar resultados: desarrollo industrial, crecimiento de las ciudades y aumento del nivel de vida. En esta renovación industrial tuvieron gran importancia las inversiones de capital extranjero (el 18% de las inversiones entre 1961 y 1971). Esta presencia de capital extranjero, motivada por las condiciones de inversión favorables que el Estado español ofrecía (bajo coste de la mano de obra, escasa conflictividad social, baja presión fiscal…), acentuó la dependencia del exterior. La entrada masiva de bienes extranjeros posibilitó la renovación del equipo industrial y la adopción de nueva tecnología, mientras que la posibilidad de exportar mano de obra liberaba al país de la presión que un alto índice de paro habría supuesto para la economía española. El aumento de la producción y la productividad industrial incidió sobre la estructura de las exportaciones: los productos agrarios tradicionales perdieron peso y lo ganaron los productos manufacturados. Los sectores protagonistas fueron el químico, el energético, la maquinaria y el sector servicios, gracias al turismo. La expansión industrial se basó en los bajos salarios y en las inversiones extranjeras; la tecnología, los bienes de equipo y la energía (sobre todo el petróleo) eran importados masivamente, por lo que la economía española pasó a depender por completo del exterior.
El crecimiento de la industria produjo una intensa emigración de mano de obra campesina hacia las grandes ciudades. Otros muchos buscaron trabajo en Europa. El resultado fue la disminución de mano de obra en el campo, lo que produjo a su vez un alza de salarios en el campo e impulsó la mecanización de las tareas agrícolas y la demanda de bienes industriales por parte del sector agrario. Así, la modernización en el campo y el despoblamiento de las zonas rurales fueron fenómenos paralelos.
La balanza de pagos dejó de ser deficitaria, en gran parte por la entrada masiva de turistas. A las divisas de los turistas se sumaron las aportaciones de los emigrantes, que enviaban buena parte de sus ganancias para el mantenimiento de sus familiares. Además, la salida de los trabajadores españoles contribuyó a reducir el índice de paro.
También se pusieron en marcha “los planes de desarrollo”, impulsados por el ministro López-Rodó, que fueron tres de duración cuatrienal, entre 1963 y 1975. El Estado estimulaba al capital privado a invertir en determinados sectores mediante subvenciones, créditos baratos y facilidades fiscales. El Estado invirtió también en los llamados “polos de desarrollo” en nuevas ciudades industriales: Valladolid, Huelva, Vigo, etc. Se trataba de promocionar la instalación de nuevas industrias y generar así empleo en zonas deprimidas. Sin embargo, no se cumplieron los objetivos previstos.
En conjunto, el crecimiento económico entre 1961 y 1973 fue elevado y constante, pero hay que señalar que este crecimiento fue posible gracias a la expansión de la economía mundial. Por ese motivo, la crisis de 1973, derivada del alza de los precios del petróleo, detuvo bruscamente el crecimiento español.