La Expansión de la Industrialización en el Mundo Occidental
La industrialización no se expandió de manera uniforme en el mundo occidental. Durante la primera mitad del siglo XIX, alcanzó a Estados Unidos y gran parte de Europa occidental, destacando Bélgica, Holanda y Francia. Esta Revolución Industrial también trajo consigo cambios políticos que pusieron fin al absolutismo monárquico y dieron lugar al liberalismo. Este sistema defendía la iniciativa individual, los derechos ciudadanos consagrados en una Constitución, el sufragio y la separación de poderes para evitar el abuso de la autoridad.
El liberalismo económico, promovido por Adam Smith en “La riqueza de las naciones” (1776), abogaba por la no intervención estatal en asuntos económicos y sociales, beneficiando a la burguesía. Aunque el término Revolución Industrial fue usado inicialmente por autores franceses, fue Arnold Toynbee quien lo popularizó en sus “Conferencias sobre la Revolución Industrial en Inglaterra” (1884).
Factores Clave en el Desarrollo Industrial
Desde el siglo XVIII, Europa experimentó un crecimiento demográfico que impulsó la producción agrícola e industrial para satisfacer la demanda. La creación de fábricas atrajo a trabajadores rurales a las ciudades. Además, factores como la acumulación de capital, avances tecnológicos y una revolución agrícola previa fueron esenciales en este proceso.
El Caso Británico: Pioneros de la Industrialización
En el siglo XVIII, Gran Bretaña contaba con un vasto imperio colonial y una demanda elevada de productos. Disponía de materias primas como carbón y hierro, además de una eficiente red de transporte fluvial. La escasez de madera fomentó el uso temprano de combustibles fósiles. El sector textil fue clave para el despegue industrial. Inventos como la lanzadera volante de John Kay (1733), la spinning-jenny de James Hargreaves (1763) y la water frame de Richard Arkwright impulsaron la producción textil. En 1779, Samuel Crompton perfeccionó estos avances. Manchester se consolidó como el centro textil.
El uso del vapor revolucionó la industria. Thomas Newcomen patentó en 1705 un modelo de máquina de vapor que James Watt perfeccionó posteriormente. La producción siderúrgica también avanzó al sustituir el carbón vegetal por coque. Gracias a estas innovaciones, una red ferroviaria avanzada y su poderosa marina, Gran Bretaña lideró la industrialización. Entre 1800 y 1850, su población se duplicó y la renta per cápita aumentó un 20 por ciento.
Expansión Fuera de Gran Bretaña
Fuera de Gran Bretaña, la Revolución Industrial comenzó a mediados del siglo XIX. Pese a los intentos británicos por mantener el monopolio tecnológico, otros países importaron maquinaria y técnicos británicos. Bélgica aprovechó sus recursos de hierro y carbón para industrializarse rápidamente. Francia, en cambio, enfrentó un proceso más lento debido a la Revolución Francesa y una menor densidad demográfica. En Francia, Napoleón III impulsó el desarrollo ferroviario y el sector siderúrgico.
Alemania, con abundantes recursos naturales y población creciente, creó el Zollverein en 1834 para facilitar el comercio. Tras su unificación en 1870, superó a Gran Bretaña en producción de acero y lideró la industria química hacia finales del siglo XIX. España tuvo dificultades debido a la inestabilidad política. La mecanización textil comenzó en 1844 y el primer ferrocarril se inauguró en 1848, aunque su expansión fue lenta. Estados Unidos, en cambio, desarrolló rápidamente sectores agrícolas e industriales, especialmente tras la guerra con Inglaterra (1812-1815). El ferrocarril fue clave para la colonización del Oeste y la integración económica.
La Revolución Agrícola: Un Precursor Necesario
La revolución agrícola precedió a la industrial. Innovaciones como nuevos cultivos, maquinaria y técnicas mejoraron la producción en Gran Bretaña y los Países Bajos. Sistemas de rotación y cultivos como la patata aumentaron el rendimiento, aunque el cercado de tierras afectó negativamente a pequeños agricultores. En España, la desamortización de 1836 permitió vender tierras, pero la falta de inversión retrasó la modernización. Italia enfrentó problemas por sus latifundios improductivos. Rusia mantuvo métodos tradicionales y la servidumbre, mientras que en Francia, los campesinos se beneficiaron del reparto de tierras tras la Revolución Francesa.
Crecimiento Demográfico y Migraciones
La población europea creció rápidamente, pasando de 110 millones en 1700 a más de 400 millones en 1900, gracias a mejoras en alimentación, higiene, alcantarillado y avances médicos como la vacuna contra la viruela (1796). Las migraciones hacia América, principalmente a EE.UU., Canadá, Argentina y Brasil, fueron significativas.
El Sistema Fabril y los Avances Tecnológicos
La aplicación de la energía a través del carbón y el hierro consolidó el sistema fabril. En 1771, Richard Arkwright fundó Cromford Mill, marcando el inicio de este modelo industrial. No obstante, los talleres artesanales coexistieron durante años con las fábricas mecanizadas. Gran Bretaña mejoró su red fluvial desde 1761, complementada por el desarrollo ferroviario. En 1825, Stephenson creó la primera locomotora de vapor, inaugurando líneas como la Liverpool-Manchester (1830). Alemania, EE.UU y Francia adoptaron rápidamente el ferrocarril. En el transporte marítimo, los barcos de vapor reemplazaron a los veleros, facilitando el comercio internacional y la integración de mercados.
Consecuencias Sociales de la Industrialización
La Revolución Industrial transformó la sociedad, creando dos grupos principales: la burguesía industrial y el proletariado. La migración masiva a las ciudades generó barrios obreros con condiciones de vida y trabajo precarios. Los bajos salarios, el trabajo infantil y femenino, y la falta de servicios básicos agravaron los conflictos sociales, dando lugar al movimiento obrero y a luchas por mejoras laborales. Este periodo también sentó las bases para nuevas ideologías políticas como el socialismo y el comunismo.