Introducción: El Fin de una Era Económica
La Primera Guerra Mundial (1ª GM) tuvo efectos económicos muy profundos y duraderos. A partir de agosto de 1914, las bases de funcionamiento del capitalismo decimonónico se alteraron radicalmente. Esto llevó a la suspensión inmediata del patrón oro por parte de todos los países beligerantes. Las transacciones financieras pasaron a estar controladas por los gobiernos y los tipos de cambio fueron fijados administrativamente. Las mercancías tuvieron que salvar entonces grandes barreras arancelarias debido a la intensificación del proteccionismo. La era del libre movimiento de la mano de obra y del cruce de fronteras sin pasaporte quedó definitivamente en el pasado.
Efectos Demográficos Devastadores
El elevado número de enfrentamientos durante la 1ª GM ocasionó millones de víctimas: aproximadamente 8,5 millones de bajas militares, superando las cifras de todas las guerras del siglo XIX juntas. Relativamente, esta cifra representó «solo» el 15% de los hombres movilizados. Además de los fallecidos, unos 7 millones de hombres quedaron permanentemente incapacitados y aproximadamente 15 millones sufrieron heridas muy graves. Esta mortandad fue consecuencia de la generalización de la guerra total y las innovaciones tecnológicas bélicas (como ametralladoras, artillería pesada, gases tóxicos).
Las mayores pérdidas absolutas se produjeron en Alemania (dos millones) y Rusia (1,7 millones). Otros países como Francia, Austria-Hungría, el Reino Unido e Italia tuvieron pérdidas similares, perdiendo en torno al 2-3% de su población total. Sin embargo, algunos países más pequeños, como Serbia y Montenegro, perdieron cerca del 10% de su población. Cualitativamente, el impacto fue enorme debido a la gran pérdida de hombres jóvenes en edad de trabajar, que representaban cerca del 10% de la fuerza laboral activa en países como Francia y Alemania.
Hay que considerar también las bajas civiles debidas a enfermedades (como la mal llamada «gripe española»), hambrunas y otras causas indirectas relacionadas con la guerra. Aldcroft estima que las muertes civiles ascendieron hasta los 5 millones en Europa, siendo Serbia y Montenegro los países con mayor impacto relativo. A esto se suma el importante déficit de nacimientos durante los años del conflicto. La cifra total de déficit de población en Europa (sumando muertes directas, indirectas y déficit de nacimientos) asciende a unos 22-24 millones de personas, equivalente al 7% de la población europea de antes de la guerra. Como resultado, a principios de 1920, la población europea era prácticamente la misma que al inicio de la guerra, evidenciando un grave estancamiento demográfico.
Las mayores pérdidas demográficas totales (muertes más déficit de nacimientos) en términos absolutos se dieron en Alemania y Austria-Hungría (más de 5 millones cada una), mientras que Serbia y Montenegro experimentaron el mayor déficit relativo, cercano a un tercio de su población de preguerra. Si se suman las muertes ocasionadas por la epidemia de gripe (1918-1919) y los conflictos fronterizos posbélicos (1919-1921), especialmente en el Sureste de Europa, el número total de víctimas relacionadas directa o indirectamente con la guerra pudo rondar los 26 millones. Fue, sin duda, una tragedia humana de proporciones inmensas.
Destrucción Física y Pérdidas de Capital
El valor del stock de capital europeo se deterioró significativamente durante la guerra como consecuencia del daño físico directo en las zonas de combate, la venta forzada de activos en el extranjero para financiar la guerra, el drástico freno a la inversión productiva y el descuido generalizado en el mantenimiento de infraestructuras y equipos.
El economista Stamp calculó que la guerra destruyó el equivalente al crecimiento económico normal de unos tres o cuatro años en Europa. Bélgica y el norte de Francia soportaron la carga principal de la destrucción física, al ser escenarios de prolongados combates.
- Bélgica: Sufrió una devastación generalizada. Un 6% de sus edificios, la mitad de sus acerías y las tres cuartas partes de su parque móvil ferroviario fueron destruidos o dañados irreparablemente. Miles de hectáreas de tierra agrícola quedaron inservibles y la cabaña ganadera fue diezmada.
- Francia: Las pérdidas se concentraron en las regiones del norte y este, las más industrializadas y ricas del país, siendo extremadamente severas.
En términos relativos, las pérdidas también fueron muy significativas en países como Polonia, Serbia, y en algunas zonas de los imperios Austrohúngaro y Ruso (aunque en este último caso, gran parte del daño material se produjo durante la posterior guerra civil).
Alemania perdió pocos activos físicos en su territorio nacional (ya que la guerra no se libró allí, salvo en Prusia Oriental al inicio), pero la mayor parte de sus considerables activos exteriores (inversiones, propiedades) fueron vendidos durante la guerra o confiscados por los aliados tras ella.
Las principales pérdidas físicas de Gran Bretaña consistieron en buques mercantes hundidos por los submarinos alemanes, aunque también liquidó una parte significativa de sus inversiones ultramarinas para financiar el esfuerzo bélico.
Tras la guerra, la tarea de reconstrucción era ingente y tuvo que afrontarse en circunstancias económicas muy difíciles, marcadas por la enorme deuda acumulada por los estados y una galopante inflación.
El Pesado Legado Financiero de la Guerra
Coste y Financiación del Conflicto
Aldcroft estima que el coste directo de la guerra fue colosal, alcanzando unos 260.000 millones de dólares de la época para el conjunto de los beligerantes. Los mayores gastos correspondieron a Gran Bretaña, Estados Unidos y Alemania. Este desembolso fue de una magnitud sin precedentes históricos.
Para afrontarlo, los gobiernos abandonaron precipitadamente la ortodoxia financiera liberal del siglo XIX. Esto implicó dos medidas clave:
- El abandono generalizado del patrón oro, que permitía a los bancos centrales emitir más billetes sin respaldo metálico.
- El recurso masivo a la financiación con déficit presupuestario.
Las operaciones de crédito (emisión de deuda pública interna y externa, préstamos intergubernamentales y, sobre todo, la creación de dinero por los bancos centrales) fueron la principal fuente de financiación, mucho más que el aumento de impuestos. Por ejemplo, a finales de 1918, la oferta monetaria alemana se había multiplicado por nueve y el déficit presupuestario por seis respecto a los niveles de preguerra. Este método de financiación, basado en la expansión monetaria y el endeudamiento, provocó inevitablemente un crecimiento acelerado de la inflación y la consiguiente depreciación del valor de las monedas en casi todos los países beligerantes. Tarde o temprano, tras el conflicto, se hicieron necesarias duras políticas de estabilización para intentar controlar la inflación y sentar las bases de la reconstrucción económica.
Desequilibrios Comerciales y Deuda Exterior
La guerra alteró drásticamente los flujos comerciales y financieros internacionales. Estados Unidos, que entró tarde en la guerra y no sufrió destrucciones en su territorio, se convirtió en el gran beneficiado económico. Aumentó considerablemente sus reservas de oro y pasó de ser un país deudor a ser el principal acreedor mundial.
Durante el conflicto, los bancos norteamericanos concedieron enormes líneas de crédito que permitieron a los aliados europeos (principalmente Gran Bretaña y Francia) financiar la compra masiva de armamento, materias primas y alimentos en Estados Unidos.
Al finalizar la guerra, los países aliados europeos se encontraron con una doble carga financiera: una enorme deuda interna y una importante deuda externa, que ascendía a un total de unos 23.000 millones de dólares. Las principales naciones vencedoras (Gran Bretaña, Francia, Italia) estaban fuertemente endeudadas con Estados Unidos (por un importe total cercano a los 12.000 millones de dólares), mientras que Estados Unidos apenas tenía deudas con otros países. Esto creó una compleja y problemática red de deudas interaliadas.
Alemania, como principal potencia derrotada, se vio en una situación financiera especialmente crítica. A la deuda generada por la propia guerra se sumaron las enormes exigencias de los aliados en concepto de reparaciones de guerra, establecidas en el Tratado de Versalles. Esta doble carga dificultó enormemente el restablecimiento del equilibrio financiero interno y externo de Alemania en los años de posguerra.
Cambios en la Economía Internacional: El Declive Relativo de Europa
La Primera Guerra Mundial marcó un punto de inflexión en la posición de Europa en la economía mundial. Como continente, Europa sufrió una clara disminución de su peso relativo en la producción y el comercio mundiales, así como un retroceso en su crecimiento económico y su renta per cápita en comparación con otras regiones, especialmente Estados Unidos y Japón.
Muchos países europeos pasaron a depender de fuentes exteriores para el suministro de bienes manufacturados, materias primas y alimentos, así como para la financiación. Se vieron obligados a liquidar gran parte de sus activos en el extranjero acumulados durante décadas. Aldcroft indica que, en promedio, la guerra supuso un retraso de unos ocho años en el crecimiento de la producción industrial europea, aunque es crucial insistir en que el retroceso fue muy desigual entre países. Los más afectados fueron Rusia (sumida además en la guerra civil y la revolución) y los nuevos estados surgidos en Europa central y oriental tras la desmembración de los imperios Alemán, Austrohúngaro y Ruso, así como las propias potencias centrales derrotadas (Alemania, Austria, Hungría, Bulgaria, Turquía) y otros países balcánicos como Rumanía.
En el sector agrario, la guerra también tuvo consecuencias duraderas. Durante el conflicto, la producción agrícola europea cayó drásticamente, lo que fue compensado por un aumento de la producción en países extraeuropeos (Estados Unidos, Canadá, Argentina, Australia). Finalizada la guerra, la producción europea tendió a recuperarse, pero la producción extraeuropea se mantuvo elevada. Esto llevó a una situación de sobreproducción mundial y a una fuerte caída de los precios agrarios internacionales en la década de 1920.
Ante esta situación, los agricultores europeos presionaron a sus gobiernos para aumentar las barreras arancelarias y otras formas de proteccionismo, buscando protegerse de la competencia exterior y de la caída de precios. La agricultura europea, especialmente el sector cerealista, tuvo que afrontar, al igual que la industria, una difícil y dolorosa readaptación a las nuevas y más competitivas condiciones de la economía internacional de posguerra.
Consecuencias Políticas y Territoriales con Repercusiones Económicas
La guerra y sus resultados desencadenaron profundas transformaciones políticas y sociales con importantes repercusiones económicas.
- Revolución Rusa: En Rusia, el colapso del régimen zarista, agravado por las derrotas militares, el sufrimiento de la población y el descontento social acumulado, derivó en un proceso revolucionario que culminó en octubre de 1917 con la toma del poder por los bolcheviques y la instauración del régimen soviético. Esto supuso la salida de Rusia del sistema capitalista mundial y la creación de un modelo económico radicalmente diferente.
- Remodelación del Mapa Europeo: Los tratados de paz (Versalles con Alemania, Saint-Germain con Austria, Trianon con Hungría, Neuilly con Bulgaria, Sèvres con el Imperio Otomano) redibujaron completamente el mapa de Europa central y oriental. Las potencias centrales derrotadas sufrieron importantes pérdidas territoriales y la desintegración de los imperios multinacionales (Austrohúngaro, Ruso, Otomano) dio lugar al surgimiento (o resurgimiento) de nuevos estados-nación (como Polonia, Checoslovaquia, Yugoslavia, Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania, Austria, Hungría). En total, se crearon unos 20.000 kilómetros adicionales de fronteras terrestres en Europa.
Esta fragmentación política, especialmente en Europa central y oriental, provocó graves trastornos económicos:
- Se rompieron unidades económicas y mercados integrados que habían funcionado durante décadas o siglos dentro de los antiguos imperios.
- Los nuevos mercados nacionales resultantes eran, en muchos casos, más reducidos y menos eficientes.
- Los nuevos estados tuvieron que afrontar costosas inversiones para adaptar o crear infraestructuras nacionales (ferrocarriles, carreteras, administraciones).
- Se establecieron nuevas monedas, lo que complicó las transacciones.
- La mayoría de los nuevos estados adoptaron políticas comerciales fuertemente proteccionistas, levantando barreras arancelarias y de otro tipo que obstaculizaron los antiguos vínculos económicos y dificultaron el comercio intrarregional.
Este proceso de segmentación económica contribuyó a agravar los ya difíciles problemas de la reconstrucción económica de posguerra. Además, las fuertes tensiones sociales, políticas y étnicas dentro y entre los nuevos estados generaron una considerable inestabilidad institucional, lo que representó un obstáculo adicional para la recuperación económica y sentó las bases para futuros conflictos.