En este documento se abordan las transformaciones económicas y sociales que tuvieron lugar en Europa durante el siglo XIX y el primer tercio del siglo XX. Estos cambios fueron fundamentales para la consolidación del capitalismo y la configuración de una nueva sociedad de clases.
Transformaciones económicas
En el siglo XIX, la industria se convirtió en la principal actividad económica en varios países europeos, desplazando a la agricultura. Esto trajo consigo un crecimiento sin precedentes en la producción y el intercambio de bienes. La mecanización y el uso de energía inanimada transformaron las formas de producción y consolidaron la propiedad privada, inaugurando la era del capitalismo.
En el caso de España, si bien experimentó importantes transformaciones económicas, no logró industrializarse por completo. A finales del siglo XIX, España seguía siendo una economía agraria, con un sector industrial limitado y poco competitivo en el mercado exterior. A pesar de esto, la sociedad española presentaba características propias de una sociedad capitalista, aunque con un nivel de riqueza per cápita inferior al de los países industrializados, especialmente a Gran Bretaña, conocida como la «fábrica del mundo».
Transformaciones sociales
El proceso de reforma agraria y el desarrollo de la industrialización dieron lugar a nuevas relaciones sociales y a la desaparición progresiva de los estamentos. Surgió una nueva sociedad de clases basada en el derecho de propiedad, la igualdad ante la ley y la fiscalidad. Esta nueva sociedad permitió una mayor movilidad social, tanto por el éxito en los negocios como por la carrera administrativa y militar.
La supresión de los privilegios señoriales y de las categorías jurídicas hizo que las desigualdades y los enfrentamientos de clase se manifestaran en el ámbito económico. La riqueza se convirtió en la categoría básica de la jerarquización social. Junto a la burguesía propietaria, surgieron grupos sin riqueza o propiedad, como los obreros, campesinos, pobres y jornaleros. La toma de conciencia de los trabajadores de pertenecer a una clase social distinta a la de sus patronos y la necesidad de mejorar su situación dio origen al movimiento obrero y a nuevas ideologías, como el socialismo utópico, el marxismo y el anarquismo, que criticaban las desigualdades económicas del capitalismo y proponían un modelo social más igualitario basado en formas de propiedad colectivas.
El sistema político de la Restauración
Tras el fallido intento de instaurar un régimen democrático durante el sexenio (1868-1874), se restauró la monarquía borbónica y España volvió al liberalismo censitario. El nuevo sistema político, ideado por Cánovas, se basaba en la alternancia en el poder de dos grandes partidos: el conservador y el liberal. Durante más de 50 años, se consolidó un régimen constitucional y parlamentario, aunque no plenamente democrático.
A pesar de la instauración del sufragio universal masculino en 1890, el régimen político de la Restauración estuvo dominado por una burguesía oligárquica apoyada en un capitalismo de base agraria. Los dos partidos hegemónicos se fueron descomponiendo y no fueron capaces de dar cabida a las nuevas fuerzas emergentes, como el obrerismo y el republicanismo, para ampliar la base social del régimen y brindarle estabilidad.
En 1898, la pérdida de las últimas colonias españolas sumió a la Restauración en una gran crisis política y moral, conocida como el «desastre». Esto planteó la necesidad de iniciar un proceso de reformas que modernizara la vida social y política del país (regeneracionismo).
Conclusiones
En resumen, las transformaciones económicas y sociales del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX marcaron un antes y un después en Europa. El surgimiento del capitalismo, la consolidación de una sociedad de clases y los cambios en el sistema político fueron procesos fundamentales que sentaron las bases de la sociedad moderna.