Cambios Sociales y Demográficos
En el siglo XIX se produjo el triunfo de la sociedad de clases, con un «aburguesamiento» de la nobleza y «ennoblecimiento» de la burguesía. Esta sociedad, fundamentalmente rural hasta bien entrado el siglo XX, mantenía el peso de las élites: nobleza (poseedora de tierras), ejército e Iglesia.
A la alta burguesía de terratenientes e industriales, en la Restauración se añade una nueva burguesía: grupos de banqueros y financieros, comerciantes y especuladores. Madrid, Cataluña y País Vasco se convirtieron en los centros de estos nuevos ricos, quienes fomentaron el asociacionismo patronal para la protección y fomento de la producción nacional.
Se consolidan las clases medias urbanas, vinculadas al comercio, la administración (funcionarios) y las nuevas industrias y servicios. El grueso de la población lo formaban las clases trabajadoras urbanas y rurales. El proletariado industrial incrementó su número: la industrialización favoreció la aparición de concentraciones de obreros fabriles, mineros y trabajadores de la construcción en las zonas más industrializadas (Cataluña, Vizcaya y Asturias).
Entre los campesinos, había que distinguir entre los propietarios en Castilla y León, Galicia y Cantabria; y por otro lado los jornaleros de las zonas de latifundio, sometidos al trabajo estacional en cortijos o dehesas. Su problema era la falta de una verdadera reforma agraria.
Crecimiento Demográfico y Migración
En comparación con otros países europeos, la población española creció a un ritmo lento en el siglo XIX: de unos 10,5 millones en 1800 a 18,6 millones en 1900. Este crecimiento moderado se debió a una alta tasa de mortalidad, producto del atraso económico: malas condiciones sanitarias, baja productividad agrícola, etc. A esto se sumaban las epidemias: fiebre amarilla y cólera, además de enfermedades endémicas como la tuberculosis, viruela, sarampión… Su impacto se relaciona con el subdesarrollo económico, la escasez y la mala calidad de los servicios médicos, y la deficiente política de higiene pública.
Conectado con esto, estaba la alta tasa de mortalidad infantil, la falta de vacunas y la práctica de obstetricia muy primitiva (sin médicos).
Durante la segunda mitad del siglo XIX, España tuvo un considerable saldo migratorio. Desaparecen las trabas legales y las repúblicas latinoamericanas estimulan el establecimiento de extranjeros. De 1830 a 1880 hay una respetable corriente migratoria hacia Argelia y comienza la emigración a ultramar. Entre 1830 y 1900, la emigración total española fue de 1,4 millones de personas.
Distribución Geográfica de la Población
Los movimientos migratorios internos y externos, junto a las diferentes tasas de crecimiento vegetativo, ocasionaron un desigual crecimiento por regiones. Continuó el desplazamiento de la población española de norte a sur, concentrándose en la costa mediterránea y atlántica meridional, y abandonando la Meseta.
Urbanización
Hubo un movimiento migratorio del campo a la ciudad, pero lentísimo. El desarrollo pleno del proceso de urbanización tendría lugar en España en el siglo XX. Al acabar el siglo XIX, solo Madrid y Barcelona tenían unos 500.000 habitantes y, aunque algunas ciudades crecieron a fines del siglo, el nivel del que se partía era muy bajo. El caso catalán es excepcional, pues la proporción de población agrícola descendió constantemente desde mediados del XIX, incrementándose la industria y el comercio, sobre todo este último.
Inicios del Movimiento Obrero
En el primer tercio del siglo XIX, la industrialización produjo una respuesta violenta: la quema de fábricas y destrucción de máquinas (los movimientos luditas). Las primeras organizaciones obreras surgieron en Cataluña; eran Sociedades de Socorro Mutuo y trataban de cubrir las necesidades de los afiliados en caso de pérdida del empleo, despido, cierres, accidentes… En 1840 se creó en Barcelona la Asociación Mutua de Tejedores. Estas primeras asociaciones vieron la importancia de la coordinación solidaria para conseguir mejoras laborales y salariales, desarrollándose las primeras huelgas. En la Década Moderada, fueron disueltas e ilegalizadas; reaparecieron en 1854 en la revolución que inició el Bienio Progresista.
Influencia del Socialismo Utópico
A través de algunos periodistas, se introdujeron en España las ideas del socialismo utópico, conectando con el republicanismo. En 1849 se funda el Partido Democrático.
Movimiento Campesino
En cuanto al movimiento campesino, las desamortizaciones acentuaron los desequilibrios en el reparto de la propiedad de la tierra. De ahí los levantamientos de Utrera y El Arahal, y la sublevación de Loja, dirigida por Pérez de Álamo, de carácter republicano y democrático. Fracasaron, pero demostraron el sustrato insurreccional entre los jornaleros andaluces.
Asociación Internacional de Trabajadores (AIT)
A partir de la Revolución Gloriosa, la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT, fundada en Londres en 1864) aprovechó la concesión de derechos democráticos en España.
Expansión del Anarquismo
En un primer momento, fue el anarquismo el que más se introdujo en España, gracias a la llegada de un colaborador de Bakunin, Fanelli, quien dio a conocer el ideario anarquista. Su difusión fue rápida: en 1870 se fundaba en Barcelona la Federación Regional Española de la Internacional, muy influida por las ideas de Bakunin. Cataluña será, junto con Andalucía, el centro del anarquismo español, y sus más reconocidos exponentes, Farga Pellicer y Anselmo Lorenzo.
Los anarquistas eran partidarios de la destrucción del Estado y cualquier otra forma de autoridad. Pretendían organizar la sociedad en base a la libre federación de comunas autónomas, en las que existiría la propiedad colectiva. Eran contrarios a los partidos políticos y, por tanto, a la participación en elecciones. Sus promesas de justicia, expresadas en un lenguaje claro y sencillo, con un alto componente ético, eran acogidas con esperanza por una población mayoritariamente rural, analfabeta y decepcionada de la política.
Represión y Resurgimiento del Anarquismo
Con la Restauración, la FRE fue duramente reprimida, reapareciendo en 1881 con el nombre de Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), cuyos dirigentes insistían en la moderación y la legalidad. Mientras los dirigentes moderados estaban en Barcelona, en Andalucía proliferaban las sociedades obreras y campesinas que consideraban la insurrección como método para conseguir sus reivindicaciones. Hubo motines e incendios de cosechas, y los anarquistas transmitían entre los campesinos la «buena noticia» de que el día de la justicia social estaba cerca. Esa propaganda y la inseguridad y miedo entre los propietarios movieron al gobierno, a las fuerzas del orden y a los terratenientes a perseguir el anarquismo. Surge aquí el oscuro asunto de la Mano Negra, implicada en el incendio de cosechas y el asesinato de propietarios, en Cádiz y Jerez. La FTRE acabaría disolviéndose en 1888.
Dos Vías del Movimiento Anarquista
El movimiento anarquista avanzó siempre por dos vías: una organización de tipo asociativo sindical, que federaría a las sociedades obreras en torno a objetivos reivindicativos; y una organización de tipo ideológico, que agruparía a los más «conscientes», centrada en la propaganda doctrinal.
Violencia y Atentados
En la última década del siglo XIX, la imposibilidad de mantener organizaciones de tipo legal dio fuerza a los partidarios de la tendencia violenta, como también en el anarquismo europeo eran favorables a la «propaganda por el hecho». En años de clandestinidad, de marginación provocada por la brutalidad e intransigencia del poder, triunfaban los partidarios de la acción violenta. Atentados sonados fueron: contra Martínez Campos, la bomba del Liceo, la bomba contra la procesión del Corpus, y el asesinato de Cánovas del Castillo. Muchos fueron por venganza.