1.
El sistema político de la restauración 1.1. Un nuevo sistema político
:Cánovas no pretendía el regreso a los tiempos de Isabel II, sino la vertebración de un nuevo modelo político que superase algunos de los problemas endémicos del liberalismo precedente. Para conseguir su propósito, se propuso dos objetivos: elaborar una constitución que vertebrase un sistema político basado en el bipartidismo y pacificar el país poniendo fin a la guerra de Cuba y al conflicto carlista. La primera medida política de importancia fue la convocatoria de elecciones para unas Cortes constituyentes. Pese a que Cánovas no era partidario del sufragio universal, dispuso que las primeras elecciones del nuevo régimen se hiciesen por ese sistema, aunque posteriormente debería volverse al sufragio censitario.
La constitución de 1876.:
La Constitución elaborada en 1876 es una clara muestra del liberalismo doctrinario, caracterizado por el sufragio censitario y la soberanía compartida entre las Cortes y el rey. Era de carácter marcadamente conservador e inspirada en los valores históricos tradicionales de la monarquía, la religión y la propiedad. La Constitución consideraba a la monarquía como una institución superior. Constituía un poder moderador que debía ejercer como árbitro en la vida política. Se concedían amplios poderes al monarca: derecho de veto, nombramiento de ministros y potestad de convocar las Cortes, suspenderlas o disolverlas sin contar con el gobierno. Las Cortes eran bicamerales. Se establecíó el voto censitario, limitado a los mayores contribuyentes. Sin embargo, en 1890, cuando estaba en el poder el partido libera, se aprobó el sufragio universal masculino. La Constitución también proclamaba la confesionalidad católica del Estado, aunque toleraba otras creencias. Se restablecíó el presupuesto del culto y clero para financiar a la Iglesia. Se contaba con una amplísima declaración de derehos, pero su concreción se remitía a leyes ordinarias posteriores.:
Bipartidismo y turno pacífico
Antonio Cánovas del Castillo introdujo un sistema de gobierno basado en el bipartidismo y en la alternancia en el poder de los dos grandes partidos dinásticos, el conservador y el liberal, que renunciaban a los pronunciamientos. Se aceptaba, por tanto, que habría un turno pacífico de partidos que aseguraría la estabilidad institucional. El ejército, que constituía uno de los grandes pilares del régimen, quedó subordinado al poder civil. Como contrapartida se otorgaba a los militares una cierta autonomía para sus asuntos internos y se dotaba al ejército de un elevado presupuesto
2.
La vida política y la alternancia en el poder2.1. Los partidos dinásticos
Cánovas tras el regreso de Alfonso XII lo transformó en el Partido Liberal-Conservador, que aglutinaba a los grupos políticos más conservadores y que acabó llamándose simplemente Partido Conservador. Sagasta con el Partido Liberal. A ambos partidos les correspondía la tarea de aunar a los diferentes grupos y facciones, con el único requisito de aceptar la monarquía alfonsina y la alternancia en el poder. Por este motivo, se les conocía como partidos dinásticos. Conservadores y liberales coincidían ideológicamente en lo fundamental. Ambos defendían la monarquía, la Constitución, la propiedad privada y la consolidación del Estado liberal, unitario y centralista. Eran partidos de minorías. Los conservadores se mostraban más proclives al inmovilismo político, propónían un sufragio censitario y la defensa de la Iglesia y del orden social. Los liberales defendían el sufragio universal masculino y estaban más inclinados a un reformismo social de carácter más progresista y laico. La alternancia regular en el poder entre estas dos grandes opciones dinásticas (turno pacífico) tenía como objetivo asegurar la estabilidad institucional. Cuando el partido en el gobierno sufría un proceso de desgaste político y perdía la confianza de las Cortes, el monarca llamaba al jefe del partido de la oposición a formar gobiernos.
2.2. Falseamiento electoral y caciquismo
El sistema del turno pacífico pudo mantenerse durante más de veinte años gracias a la corrupción electoral y a la utilización de la influencia y poder económico de determinados individuos sobre la sociedad (caciques). El caciquismo fue un fenómeno que se dio en toda España. La adulteración del voto constituyó una práctica habitual en todas las elecciones. El triunfo del partido que convocaba las elecciones porque había sido requerido para formar gobierno era convenido previamente, y se conseguía gracias al falseamiento de los resultados. Los caciques eran personas notables, sobre todo del medio rural, a menudo ricos propietarios que daban trabajo a jornaleros y que tenían una gran influencia en la vida local, tanto en lo social como en lo político. Con su influencia, los caciques orientaban la dirección del voto, agradeciendo con sus »favores» la fidelidad electoral y discriminando a los que no respetaban sus intereses. El conjunto de trampas electorales que ayudaba a conseguir la sistemática adulteración de los resultados electorales se conoce como pucherazo.
6.
La guerra en ultramar
6.1. Cuba, la perla de las antillas:
Tras la Paz de Zanjón, los naturales de Cuba esperaban de la Administración española una serie de reformas que les otorgasen los mismos derechos de representación política en las Cortes que los españoles de la Península. Siguiendo el modelo bipartidista de la Península, se crearon en Cuba dos grandes partidos, el Partido Autonomista y la Uníón Constitucional. El primero de ellos pedía la autonomía para la isla. El Partido Liberal de Sagasta se mostró proclive a introducir mejoras en la isla, pero durante sus sucesivos mandatos sólo llegó a concretar la abolición formal de la esclavitud, en 1888. La ineficacia de la administración para introducir reformas en la colonia estimuló los deseos de emancipación y el independentismo fue ganado posiciones frente al autonomismo. José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano, cuyo objetivo era la consecución de la independencia y de inmediato consiguió apoyo exterior, especialmente de Estados Unidos. En 1891, el gobierno español elevó las tarifas arancelarias para los productos importados a la isla que no procediesen de la Península (arancel Cánovas). En 1894, Estados Unidos adquiría el 88’1% de las exportaciones cubanas, pero sólo se beneficiaba del 32% de sus importaciones, que seguían procediendo mayoritariamente de España. El presidente norteamericano William McKinley manifestó su protesta ante tal situación.
6.2. La gran insurrección
En 1879 se produjo un nuevo conato de insurrección contra la presencia de los españoles en la isla, que dio lugar a la llamada Guerra Chiquita. Cánovas del Castillo, envió un ejército al mando del general Martínez Campos, que entendía que la pacificación de la isla requería una fuerte acción militar que debía acompañarse de un esfuerzo político de conciliación con los sublevados. Martínez Campos no consiguió controlar militarmente la rebelión, por lo que fue sustituido por el general Valeriano Weyler, que se propuso cambiar completamente los métodos de lucha e iniciar una férrea represión. En el plano militar, la guerra no era favorable a los soldados españoles, ya que se desarrollaba en plena selva, la manigua, y contra unas fuerzas muy extendidas en el territorio, que se concentraban y dispersaban rápidamente. El mal aprovisionamiento, la falta de pertrechos y las enfermedades tropicales causaron gran mortandad entre las tropas, haciendo de la victoria final un objetivo cada vez más difícil de alcanzar. Weyler destituyó al general Blanco. Además, inició una estrategia de conciliación con la esperanza de empujar a los separatistas a pactar una fórmula que mantuviera la soberanía española en la isla y evitase el conflicto con Estados Unidos. Para ello decretó la autonomía de Cuba, el sufragio universal masculino, la igualdad de derechos entre insulares y peninsulares y la autonomía arancelaria. Los independentistas se negaron a aceptar el fin de las hostilidades. Paralelamente al conflicto cubano, en 1896 se produjo una rebelión es las Islas Filipinas. Los intereses económicos españoles eran mucho menores que en Cuba, pero se manténían por su producción de tabaco y por ser una puerta de intercambios comerciales con el continente asíático. El independentismo fraguó en la formación de la Liga Filipina, fundada por José Rizal en 1892, y en la organización clandestina Katipunan. Ambas tuvieron el apoyo de una facción de la burguésía mestiza hispanoparlante y de grupos indígenas, dando como resultado una pacificación momentánea del archipiélago.
6.3. LA INTERVENCIÓN DE Estados Unidos
Estados Unidos había fijado su área de expansión inicial en la regíón del Caribe. El interés de Estados Unidos por Cuba había llevado a realizar diferentes proposiciones de compra de la isla, que España siempre había rechazado. El presidente McKinley mostró abiertamente su apoyo a los insurrectos, a los que enviaba armas por vía marítima. La ocasión para intervenir en la guerra la dio el incidente del acorazado estadounidense Maine. El gobierno español negó cualquier vinculación con el Maine y rechazó el ultimátum estadounidense, amenazando con declarar la guerra en caso de invasión de la isla. Una escuadra mandada por el almirante Cervera partíó hacia Cuba, pero fue rápidamente derrotada en la batalla de Santiago, donde se enfrentaron barcos desvencijados contra modernos navíos. Estados Unidos derrotó igualmente otra escuadra española en Filipinas, en la batalla de Cavite. En Diciembre de 1898 se firmó la Paz de París por la cual España se comprometía a abandonar Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
7.Las consecuencias del desastre del 987.1. Una crisis política y moral:
Aunque la guerra comportó notables pérdidas materiales en la colonia, no fue así en la metrópoli, donde la crisis económica fue mucho menor. Tampoco aconteció la gran crisis política que se había vaticinado y el sistema de la Restauración sobrevivíó, asegurando la continuidad del turno dinástico. Sin embargo, algunos de los nuevos gobernantes intentaron aplicar a la política las ideas del regeneracionismo. La crisis política estimuló también el crecimiento de los movimientos nacionalistas, sobre todo en el País Vasco y Cataluña. De este modo, la crisis del 98 fue fundamentalmente una crisis moral e ideológica, que causó un importante impacto psicológico entre la población. Un estado de desencanto y frustación porque significó la destrucción del mito del Imperio español y la relegación de España a un papel de potencia secundaria en el contexto internacional.
7.3. El fin de una época
El desastre de 1898 significó el fin del sistema de la Restauración, tal como lo había diseñado Cánovas, y la aparición de una nueva generación de políticos que empezaron a actuar en el nuevo reinado de Alfonso XIII. Sin embargo, la política reformista de tono regeneracionista que intentaron aplicar los nuevos gobiernos tras la crisis del 98 no llevó a cabo las profundas reformas anunciadas, sino que se limitó a dejar que el sistema siguiese funcionando con cambios mínimos. La derrota militar tuvo también consecuencias en el ejército, acusado por una parte de la opinión pública de tener gran responsabilidad en el desastre. Esta injerencia militar fue aumentando en las primeras décadas del Siglo XX y culminó en el Golpe de Estado de Primo de Rivera, en 1923, que inaguró una dictadura de siete años, y en el protagonizado por el general Franco en 1936, que provocó una Guerra Civil y sumíó a España en una dictadura militar de casi cuarenta años.