Unificación Italiana y Alemana: Contexto Histórico y Desarrollo

La Unificación de Italia: Il Risorgimento (1859-1870)

La península italiana en 1815 estaba totalmente fragmentada en distintos Estados:

  • Lombardía (Milán) y Véneto (Venecia) formaban parte del Imperio Austriaco.
  • Los ducados de Módena, Parma y Toscana estaban gobernados por príncipes austriacos.
  • El reino de Piamonte-Cerdeña era una monarquía parlamentaria independiente gobernada por el rey Víctor Manuel II.
  • Los Estados Pontificios, con capital en Roma, estaban gobernados por el Papa y eran independientes.
  • El reino de Nápoles Dos Sicilias, al sur, estaban dirigidos por la monarquía borbónica de Francisco II.

Todos tenían en común la lengua, pero existía una fuerte diferencia social y económica: el norte era rico e industrializado y el sur, pobre y agrario. Tras la dominación napoleónica creció entre algunos Estados un claro deseo de unificación, propagado por un movimiento intelectual, de carácter cultural y político, llamado il Risorgimento.

Los italianos, partidarios de la unificación, estaban divididos en la forma de conseguirla: los sectores más conservadores eran partidarios de un Estado federal presidido por el Papa, mientras que los sectores más radicales proponían una república democrática, tendencia esta que estaba encabezada por Giuseppe Mazzini. Sin embargo, la iniciativa, tomada por el reino de Piamonte, será la que finalmente decida la formación del nuevo Estado.

El reino de Piamonte-Cerdeña será el impulsor del movimiento nacionalista con el rey Víctor Manuel II y su ministro, el conde de Cavour, un liberal que fue el verdadero artífice de la unificación. Éste pactará con el emperador Napoleón III una alianza de mutua ayuda para enfrentarse a Austria a cambio de algunas concesiones territoriales como Saboya y Niza, que pasarían a manos francesas. La alianza franco-piamontesa se enfrentó al ejército austriaco que fue derrotado en las batallas de Magenta (1858) y Solferino (1859), donde se produjeron más de 40000 muertos y heridos y dio lugar a la fundación de la Cruz Roja a instancia de Henry Dunant en 1863, y gracias a las cuales consiguieron la anexión de Milán y la región de la Lombardía que se unieron al reino de Piamonte. La Italia del norte quedaba así prácticamente unificada bajo la dirección de Víctor Manuel II, a excepción de Venecia que no será incorporada hasta 1866.

El siguiente paso, también protagonizado por el reino de Piamonte, será la incorporación en 1860 de los ducados de Parma, Módena y Toscana y parte de los Estados Pontificios en el centro de Italia. A la vez, el sur de la península tenía todavía por resolver su situación, ya que la monarquía Borbónica allí asentada era contraria a la unificación.

Esta situación se resolvió a partir de 1860, año en el que se produce la intervención de Giuseppe Garibaldi, un guerrillero republicano que consiguió expulsar a los Borbones y que cedió el poder de los territorios al reino de Piamonte. Un Parlamento, formado por representantes de todos los territorios unidos, se reunió en Turín en 1861 y proclamó a Víctor Manuel II, rey de Italia.

Solo quedaba la incorporación de los Estados Vaticanos que quedó resuelta cuando, en el año 1870, el ejército italiano entra en Roma y la proclama la capital del reino con la oposición del papa Pío IX, que se consideró prisionero del nuevo Estado y excomulgó al rey. El sistema político piamontés se extendió por todo el reino al que otorgó una Constitución, una administración y un rey común para todos. Se estableció un sistema de sufragio censitario que dio lugar a la sucesión de diversos gobiernos liberales. Con todo ello, el nuevo gobierno tuvo grandes problemas como: la integración del sur, muy atrasado; la integración de los católicos, condicionados por la actitud del Papa; y la existencia de un movimiento obrero de carácter anarquista y poco partidario de las nuevas instituciones.

La Unificación de Alemania (1815-1871)

En 1815, tras la caída de Napoleón, se creó la Confederación Germánica que agrupaba a más de 30 Estados alemanes independientes, de los que los más fuertes serían Austria y Prusia. El vínculo común que les unía era la lengua, aunque había territorios que no la hablaban. Durante la revolución del 48, las aspiraciones de unificación política fracasaron debido a la oposición de Austria y Prusia y la única unión que se logró fue la aduanera, el Zollverein (1834), en la que quedaron unidos todos los Estados del norte y de la que fueron excluidos Austria y Dinamarca.

El promotor de la unificación fue el estado de Prusia y su canciller Otto von Bismarck, un aristócrata prusiano, que se valió de las ideas parlamentarias para lograrlo, aunque era contrario a ellas. En 1864, por iniciativa de Bismarck, Prusia y Austria declaran la guerra a Dinamarca a la que reclaman los ducados de Schleswig y Holstein, de habla alemana y que habían quedado fuera de la Confederación. Dinamarca es derrotada y los ducados se reparten: Schleswig pasa a formar parte de Prusia y Holstein a Austria. El conflicto no quedó resuelto del todo, ya que en 1866 Prusia declara la guerra a Austria e invade el ducado de Holstein. Austria será derrotada en la batalla de Sadowa, con lo que la Alemania del norte quedaba totalmente dominada por Prusia, que a su vez dejaba claro su superioridad política y militar sobre Austria. En 1867 se firma un tratado entre Prusia y 21 Estados alemanes que da lugar a la formación de la Confederación de la Alemania del Norte, en la que se proclama una Constitución que establece dos cámaras: el Bundesrat, en la habría una representación de todos los Estados Confederados y el Reichstag, que sería el parlamento elegido por sufragio universal masculino. Solo quedaba incorporar los estados alemanes del sur, para lo cual fue necesario el enfrentamiento a la Francia imperial de Napoleón III.

El ejército francés fue derrotado en las batallas de Sedán y Metz en 1870 y las tropas alemanas llegaron a las inmediaciones de París, y fue en Versalles donde quedó proclamado en 1871, el Imperio Alemán. Los estados del sur, que habían sido ocupados por el ejército prusiano, entraron en la Confederación y todos aceptaron la proclamación de Guillermo I como káiser (emperador) del II Reich. Esto trajo como consecuencia la caída del II Imperio francés y la proclamación de la III República en Francia. La nueva Alemania tuvo que afrontar, a partir de este momento, importantes problemas: integrar en un mismo Estado a protestantes (Renania) y católicos (Baviera); de igual manera fue un problema la integración de regiones con distinto idioma al alemán; también contaron con la dificultad de unir regiones ricas e industrializadas como Renania y otras pobres y campesinas como la propia Prusia.

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